Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla.
Empieza a ponerse la cosa algo caliente entre Jacobo y Gisela.
Tanto doña Leonor como su marido estaban volcados en sus dos hijas. Sin embargo, sentían que era Leticia quién más les necesitaba.
La joven vivía un tanto sobreprotegida tanto por sus padres como por su hermana menor. Leticia maldecía su ceguera, la ceguera que la acompañaba desde el mismo instante en que nació.
Cuando su padre leía un libro en voz alta, la mente de Leticia vagaba lejos del salón de su casa.
Soñaba que podía ver. Entonces, podía viajar a otros lugares. Conocer otros países.
-El sueño de mi hermana es poder ver algún día-le confesó una tarde Gisela a Jacobo.
Había cometido la estupidez de quedar con él a solas. Sin la compañía de su doncella...Jacobo así se lo había pedido.
Los dos estaban sentados en la arena de la playa.
Estaba empezando a anochecer. Gisela no podía quedarse en aquel lugar mucho tiempo.
Le había dicho a sus padres que iba a visitar a una amiga. Si alguien la veía acompañada por Jacobo, sería su ruina.
Él le cogió la mano y se la besó.
-Y tú compartes con tu hermana el mismo sueño-observó el joven.
Gisela asintió.
Le latía el corazón muy deprisa. Pensó por enésima vez que había cometido un completo disparate al verse con Jacobo a solas. Pero, por algún extraño motivo, no quería irse de allí.
-¡Mira esas barcas de pescadores!-casi gritó Gisela.
Necesitaba tener la mente ocupada con otra cosa. Poco a poco, los pescadores iban retornando a la isla. El miedo se mezcló con la emoción en el corazón de Gisela.
Debía de salir corriendo de aquel lugar. Levantarse e irse.
Pero se sentía muy cómoda estando allí. Mirando hacia el horizonte con Jacobo.
Cuando, en un momento dado, ambos se quedaron mirándose, Jacobo no pudo reprimirse y besó con verdadera pasión a Gisela en los labios.
A aquel beso le siguió otro beso aún más ardiente que el anterior.
Blog dedicado a la ciudad de La Unión. Historias, imágenes, personajes, sentimientos... ¡Bienvenidos a La Unión! El blog oficial de mi saga de novelas de La Unión, mi ciudad.
sábado, 25 de octubre de 2014
lunes, 20 de octubre de 2014
ESCENA DE "DE CARNE Y HUESO"
Hola a todos.
Hoy, os traigo un fragmento de mi novela De carne y hueso.
Es la segunda entrega de las andanzas románticas de Roberto Colina y Yáñez.
Veamos lo que ocurre en este fragmento.
Beatriz se había quedado a dormir en casa de Toñi.
Un criado colocó un camastro junto a la cama de Toñi. Beatriz se acostó en aquel camastro. Ignoraba que su amiga tenía muchas cosas en mente.
Beatriz se tapó con las mantas. Y se percató de que Toñi estaba pensativa.
Permanecía sentada en la cama.
Y miraba al vacío con gesto serio.
A Toñi nunca le había importado el deseo de sus padres de que debía de quedarse soltera.
Siempre había sido una hija obediente. Sabía que su sino era quedarse soltera por ser la menor de sus tres hermanas. Las dos mayores habían seguido su camino al casarse. La otra opción que le quedaba a Toñi era ingresar en un convento. Tener una hija religiosa era un orgullo en las familias de bien. Pero Toñi no tenía vocación religiosa.
De pronto, se estaba cuestionando muchas cosas. La decisión de sus padres de que debía de quedarse soltera. Eso era algo que jamás le había pasado.
-¿Qué te pasa?-le preguntó Beatriz.
-No puedo quitarme a tu hermano de la cabeza-respondió Toñi con sinceridad.
-Es muy apuesto. ¡Deberías de casarte con él! Aunque tiene su propia historia.
-¿Te has vuelto loca? No puedo casarme con nadie. Mis padres desean que sea yo quien cuide de ellos en su vejez. Y yo he de acatar sus deseos. No podría rebelarme contra ellos.
-¿Y no te gustaría ser mi cuñada?
-Sí...No...
Toñi daba por sentado que Roberto había tenido amantes. Sin embargo, la imagen que tenía de él era la de un muchacho serio y responsable. Incluso, la propia Beatriz le había confesado que su hermano no tenía amantes. Ni se dedicaba a visitar los burdeles de la ciudad. Deseaba sacar el mayor partido de las tierras de labranza propiedad de la familia Colina y Yáñez. Incluso, había hablado de invertir en el negocio minero.
-Fracasará-auguró Beatriz.
-¿Por qué dices eso?-se interesó Toñi.
-No conozco a ningún loco que quiera meterse a muchos metros bajo tierra para buscar un mineral que no hay allí.
Toñi se encogió de hombros. Había gente que afirmaba que todavía quedaban minerales que los romanos no habían podido extraer de la Sierra de Cartagena. Roberto no invertiría su dinero en un negocio destinado al fracaso. Sabía muy bien medir los pasos que daba cuando se trataba del patrimonio de su familia. Merece la pena estar con un hombre como él, pensó Toñi.
Por supuesto, no se lo comentó a Beatriz.
Hoy, os traigo un fragmento de mi novela De carne y hueso.
Es la segunda entrega de las andanzas románticas de Roberto Colina y Yáñez.
Veamos lo que ocurre en este fragmento.
Beatriz se había quedado a dormir en casa de Toñi.
Un criado colocó un camastro junto a la cama de Toñi. Beatriz se acostó en aquel camastro. Ignoraba que su amiga tenía muchas cosas en mente.
Beatriz se tapó con las mantas. Y se percató de que Toñi estaba pensativa.
Permanecía sentada en la cama.
Y miraba al vacío con gesto serio.
A Toñi nunca le había importado el deseo de sus padres de que debía de quedarse soltera.
Siempre había sido una hija obediente. Sabía que su sino era quedarse soltera por ser la menor de sus tres hermanas. Las dos mayores habían seguido su camino al casarse. La otra opción que le quedaba a Toñi era ingresar en un convento. Tener una hija religiosa era un orgullo en las familias de bien. Pero Toñi no tenía vocación religiosa.
De pronto, se estaba cuestionando muchas cosas. La decisión de sus padres de que debía de quedarse soltera. Eso era algo que jamás le había pasado.
-¿Qué te pasa?-le preguntó Beatriz.
-No puedo quitarme a tu hermano de la cabeza-respondió Toñi con sinceridad.
-Es muy apuesto. ¡Deberías de casarte con él! Aunque tiene su propia historia.
-¿Te has vuelto loca? No puedo casarme con nadie. Mis padres desean que sea yo quien cuide de ellos en su vejez. Y yo he de acatar sus deseos. No podría rebelarme contra ellos.
-¿Y no te gustaría ser mi cuñada?
-Sí...No...
Toñi daba por sentado que Roberto había tenido amantes. Sin embargo, la imagen que tenía de él era la de un muchacho serio y responsable. Incluso, la propia Beatriz le había confesado que su hermano no tenía amantes. Ni se dedicaba a visitar los burdeles de la ciudad. Deseaba sacar el mayor partido de las tierras de labranza propiedad de la familia Colina y Yáñez. Incluso, había hablado de invertir en el negocio minero.
-Fracasará-auguró Beatriz.
-¿Por qué dices eso?-se interesó Toñi.
-No conozco a ningún loco que quiera meterse a muchos metros bajo tierra para buscar un mineral que no hay allí.
Toñi se encogió de hombros. Había gente que afirmaba que todavía quedaban minerales que los romanos no habían podido extraer de la Sierra de Cartagena. Roberto no invertiría su dinero en un negocio destinado al fracaso. Sabía muy bien medir los pasos que daba cuando se trataba del patrimonio de su familia. Merece la pena estar con un hombre como él, pensó Toñi.
Por supuesto, no se lo comentó a Beatriz.
miércoles, 15 de octubre de 2014
ESCENA DE MI NOVELA "PRIMER AMOR, PRIMER DOLOR"
Hola a todos.
Hoy, os traigo un nuevo fragmento de mi novela Primer amor, primer dolor.
Esta novela tiene como protagonista a Roberto, el hijo mayor de Sebastián Colina y Yáñez. Roberto es un adolescente que será algún día conde de Mora, pero al cual el título le importa un comino, como se suele decir. Roberto se enamora de Puri, una sencilla campesina de su misma edad. Pero, naturalmente, las familias de ambos están en contra de esa relación.
Vamos a ver una fragmento de esta historia.
El preceptor de Roberto le estaba intentando enseñar algunas nociones de Filosofía.
-Sócrates...-oyó decir-Caverna...Aristóteles...Atenas...
Se habían reunido en la biblioteca. Sin embargo, Roberto no le prestaba la menor atención a su preceptor. El hombre había cogido un libro de Filosofía cuyo título no le interesaba en absoluto a Roberto. Se lo estaba leyendo en voz alta. De haber podido, Roberto le habría tirado un avión de papel, tal y como hacía su prima Adela con la institutriz que las niñas tenían. Toda la atención del chico estaba centrada en el ventanal.
Era un gran ventanal situado detrás del escritorio de la biblioteca. Roberto estaba sentado frente a él.
Podía ver los árboles frutales que rodeaban la finca.
Y podía ver a Puri. A veces, la chica hacía acto de presencia en aquella zona.
Nunca iba sola allí. Solía ir acompañada por su hermana Bienvenida. Iban allí a comer.
En aquel momento, las dos estaban allí. Sentadas en el suelo, con las espaldas apoyadas en el tronco de un árbol.
Estaban hablando. Roberto podía ver que gesticulaban los labios. Y vio cómo Puri le estaba mirando. Tenía los ojos clavados en él. A pesar de que el cristal del ventanal estaba cerrado, la mirada de Puri atravesó el cristal. Bienvenida se percató de que lo estaba mirando. Y le dio un codazo a Puri.
-¡Deja de mirarle!-le espetó.
-¿Qué está mirando, señorito?-le preguntó el preceptor de Roberto a éste-¡No me está escuchando!
Puri apartó rápidamente la vista. Pero Roberto siguió mirándola. No podía dejar de mirarla.
Hoy, os traigo un nuevo fragmento de mi novela Primer amor, primer dolor.
Esta novela tiene como protagonista a Roberto, el hijo mayor de Sebastián Colina y Yáñez. Roberto es un adolescente que será algún día conde de Mora, pero al cual el título le importa un comino, como se suele decir. Roberto se enamora de Puri, una sencilla campesina de su misma edad. Pero, naturalmente, las familias de ambos están en contra de esa relación.
Vamos a ver una fragmento de esta historia.
El preceptor de Roberto le estaba intentando enseñar algunas nociones de Filosofía.
-Sócrates...-oyó decir-Caverna...Aristóteles...Atenas...
Se habían reunido en la biblioteca. Sin embargo, Roberto no le prestaba la menor atención a su preceptor. El hombre había cogido un libro de Filosofía cuyo título no le interesaba en absoluto a Roberto. Se lo estaba leyendo en voz alta. De haber podido, Roberto le habría tirado un avión de papel, tal y como hacía su prima Adela con la institutriz que las niñas tenían. Toda la atención del chico estaba centrada en el ventanal.
Era un gran ventanal situado detrás del escritorio de la biblioteca. Roberto estaba sentado frente a él.
Podía ver los árboles frutales que rodeaban la finca.
Y podía ver a Puri. A veces, la chica hacía acto de presencia en aquella zona.
Nunca iba sola allí. Solía ir acompañada por su hermana Bienvenida. Iban allí a comer.
En aquel momento, las dos estaban allí. Sentadas en el suelo, con las espaldas apoyadas en el tronco de un árbol.
Estaban hablando. Roberto podía ver que gesticulaban los labios. Y vio cómo Puri le estaba mirando. Tenía los ojos clavados en él. A pesar de que el cristal del ventanal estaba cerrado, la mirada de Puri atravesó el cristal. Bienvenida se percató de que lo estaba mirando. Y le dio un codazo a Puri.
-¡Deja de mirarle!-le espetó.
-¿Qué está mirando, señorito?-le preguntó el preceptor de Roberto a éste-¡No me está escuchando!
Puri apartó rápidamente la vista. Pero Roberto siguió mirándola. No podía dejar de mirarla.
lunes, 13 de octubre de 2014
ESCENA DE "Y LA VIDA, MIENTRAS, VA PASANDO"
Hola a todos.
Hoy, os traigo un fragmento de mi novela Y la vida, mientras, va pasando.
Deseo de corazón que os guste este fragmento.
La criada vertió chocolate en la taza de porcelana de Cristina.
La joven sentía que le iba a estallar la cabeza. La condesa de Mora había ido a verla. Le estaba dando consejos acerca de cómo debía de ser una buena condesa de Mora. Ella no iba a vivir eternamente.
-Tienes que obedecer siempre a tu marido-le exhortó la condesa-Mi hijo no es un mal hombre.
-Excelencia, he oído que su hijo está enamorado de otra mujer-se sinceró Cristina.
Las dos estaban en el salón merendando a solas.
La condesa se encogió de hombros.
En su opinión, su hijo Sebastián estaba simplemente encaprichado de la institutriz. Aquel capricho acabaría esfumándose de su mente. Según Bernardo, Sebastián estaba obsesionado con aquella mujer por el simple hecho de que no se había acostado con ella. Y ella se había marchado sin darle el gusto de acostarse con él.
-La institutriz ésa tenía que haberse quedado-opinó la condesa-Le habría dado el gusto a mi hijo y él la habría abandonado.
-¿Cómo puede hablar así?-se horrorizó Cristina-Es una mujer decente.
No estaba obrando así en beneficio de ella. Cristina estaba obrando en su propio beneficio. Si se suspendía la boda, podría viajar a Murcia. Podría hacer realidad su sueño de disfrutar de su puesta de largo. ¡Y soñaba con visitar Madrid!
El compromiso todavía no se había anunciado de manera oficial. Quedaba todavía tiempo. De anunciarse el compromiso de manera oficial, Cristina podía darse por perdida.
No podría romper con Sebastián sin protagonizar un sonado escándalo. ¿Y dónde estaba aquella mujer? Si Sebastián era quien rompía el compromiso, el escándalo repercutiría muy poco en Cristina. Sólo se la tendría como una pobrecilla si se quedaba en Cartagena. Pero...Ella quería viajar a Murcia. ¡Y deseaba visitar Madrid! Entrar en la Corte. Nadie le había pedido su opinión cuando su padre decidió casarla en contra de su voluntad con el futuro conde de Mora.
-Me sorprende que no quieras casarte con mi hijo-se sorprendió la condesa-Creía que eras una joven consciente de su deber, Cristina. Quiero pensar que tu actitud se debe a la sorpresa que te ha producido la noticia.
A Cristina le faltaba la respiración. Ella deseaba no tener que cumplir con ningún deber.
Tan sólo quería poder hacer realidad su sueño. Pero nadie había pensado en ella en ningún momento. Teresa era libre de poder ingresar en un convento. En cambio, Cristina se sentía prisionera.
Era ella quien debía de casarse.
De tener hijos.
Hoy, os traigo un fragmento de mi novela Y la vida, mientras, va pasando.
Deseo de corazón que os guste este fragmento.
La criada vertió chocolate en la taza de porcelana de Cristina.
La joven sentía que le iba a estallar la cabeza. La condesa de Mora había ido a verla. Le estaba dando consejos acerca de cómo debía de ser una buena condesa de Mora. Ella no iba a vivir eternamente.
-Tienes que obedecer siempre a tu marido-le exhortó la condesa-Mi hijo no es un mal hombre.
-Excelencia, he oído que su hijo está enamorado de otra mujer-se sinceró Cristina.
Las dos estaban en el salón merendando a solas.
La condesa se encogió de hombros.
En su opinión, su hijo Sebastián estaba simplemente encaprichado de la institutriz. Aquel capricho acabaría esfumándose de su mente. Según Bernardo, Sebastián estaba obsesionado con aquella mujer por el simple hecho de que no se había acostado con ella. Y ella se había marchado sin darle el gusto de acostarse con él.
-La institutriz ésa tenía que haberse quedado-opinó la condesa-Le habría dado el gusto a mi hijo y él la habría abandonado.
-¿Cómo puede hablar así?-se horrorizó Cristina-Es una mujer decente.
No estaba obrando así en beneficio de ella. Cristina estaba obrando en su propio beneficio. Si se suspendía la boda, podría viajar a Murcia. Podría hacer realidad su sueño de disfrutar de su puesta de largo. ¡Y soñaba con visitar Madrid!
El compromiso todavía no se había anunciado de manera oficial. Quedaba todavía tiempo. De anunciarse el compromiso de manera oficial, Cristina podía darse por perdida.
No podría romper con Sebastián sin protagonizar un sonado escándalo. ¿Y dónde estaba aquella mujer? Si Sebastián era quien rompía el compromiso, el escándalo repercutiría muy poco en Cristina. Sólo se la tendría como una pobrecilla si se quedaba en Cartagena. Pero...Ella quería viajar a Murcia. ¡Y deseaba visitar Madrid! Entrar en la Corte. Nadie le había pedido su opinión cuando su padre decidió casarla en contra de su voluntad con el futuro conde de Mora.
-Me sorprende que no quieras casarte con mi hijo-se sorprendió la condesa-Creía que eras una joven consciente de su deber, Cristina. Quiero pensar que tu actitud se debe a la sorpresa que te ha producido la noticia.
A Cristina le faltaba la respiración. Ella deseaba no tener que cumplir con ningún deber.
Tan sólo quería poder hacer realidad su sueño. Pero nadie había pensado en ella en ningún momento. Teresa era libre de poder ingresar en un convento. En cambio, Cristina se sentía prisionera.
Era ella quien debía de casarse.
De tener hijos.
sábado, 11 de octubre de 2014
AMOR EN LA ISLA
Hola a todos.
Hoy, me gustaría anunciaros que voy a subir otra historia completa a este blog (¡que ya iba siendo hora!).
Después de mi relato El francés, toca otro relato.
Lo escribí cuando tenía quince años y lo he rescatado del baúl de los recuerdos.
Transcurre en la isla de Mazarrón, frente a la ciudad costera del mismo nombre.
Todos los fines de semana, ya sea un sábado o un domingo, subiré un trozo de este relato que es bastante corto y deseo que os guste.
Se titula Amor en la isla.
Como comprenderéis, espero, a los quince años no se me daba bien escoger un título para mis historias (ni a los treinta).
La acción transcurre en la isla de Mazarrón en el siglo XIX. Sí, es una historia romántica y de época.
Cuenta la historia de amor entre Jacobo y Gisela, dos jóvenes que se conocen en la isla, ya que ambos viven allí.
Aunque sea una historia más bien corta, tiene un ritmo tranquilo.
Espero que os guste.
Hoy, me gustaría anunciaros que voy a subir otra historia completa a este blog (¡que ya iba siendo hora!).
Después de mi relato El francés, toca otro relato.
Lo escribí cuando tenía quince años y lo he rescatado del baúl de los recuerdos.
Transcurre en la isla de Mazarrón, frente a la ciudad costera del mismo nombre.
Todos los fines de semana, ya sea un sábado o un domingo, subiré un trozo de este relato que es bastante corto y deseo que os guste.
Se titula Amor en la isla.
Como comprenderéis, espero, a los quince años no se me daba bien escoger un título para mis historias (ni a los treinta).
La acción transcurre en la isla de Mazarrón en el siglo XIX. Sí, es una historia romántica y de época.
Cuenta la historia de amor entre Jacobo y Gisela, dos jóvenes que se conocen en la isla, ya que ambos viven allí.
Aunque sea una historia más bien corta, tiene un ritmo tranquilo.
Espero que os guste.
lunes, 6 de octubre de 2014
ESCENA DE "UN GIRO INESPERADO"
Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros un fragmento de una de mis novelas dedicadas a esta ciudad.
Se trata de Un giro inesperado.
Una de las protagonistas femeninas (hay dos), Sara, es una joven de buena familia que se enamora en un primer momento de Ángel, un actor mediocre. Pero, ¿está realmente Ángel enamorado de Sara?
En esta escena, asistiremos a un encuentro entre Ángel y Sara.
Sara se abrazó a Ángel nada más verle.
Se habían encontrado en el Parque de la Merced. Era su lugar de encuentro favorito.
La doncella de Sara hacía las veces de carabina. Y, desde luego, estaba en contra de aquella relación.
-¿Te he hecho esperar mucho?-le preguntó Sara a su amado-Me he entretenido con los preparativos de la boda de Ana. ¡No veo la hora de que se case!
Ángel cogió las manos de Sara. Se las besó.
La besó de lleno en los labios.
Queta carraspeó.
Sara fulminó con la mirada a su doncella.
-¿Por qué tiene que venir siempre contigo?-protestó Ángel.
-Queta cuida de mí-contestó Sara-No me deja nunca sola. Tienes que acostumbrarte a ella.
-Sara, son muchas las cosas que deseo decirte. Y no quiero que tu doncella esté presente cuando hable contigo.
Sara pensó que Ángel tenía razón. Permanecieron de pie mientras Queta les contemplaba sentada en un banco. Para ambos, la doncella era un estorbo.
Sara apoyó las manos en los hombros de Ángel. Sentía la solidez de su cuerpo musculoso. A veces, se sentía tentada a citarle en alguna posada cercana al puerto y entregarse a él. Abandonarse a sus brazos.
Pero debían de conformarse con aquellos encuentros a escondidas en el Parque de la Merced bajo la vigilancia de Queta.
El miedo a quedarse embarazada. El miedo a ser abandonada por Ángel. Todo ello pesaba mucho sobre Sara. Más que el amor que le profesaba a aquel hombre.
-Tengo que irme ya-se lamentó la joven-Sólo he podido salir de casa durante un rato. Pero he de regresar. Mi madre está loca con los preparativos de la boda de Ana. Y...
-No importa-la interrumpió Ángel-Lo digo en serio. Es tu hermana mayor.
-Yo deseo que sea feliz porque es una joven muy buena.
-¿Y qué pasará una vez que tu hermana se haya casado?
-Tienes que ir a hablar con mi padre.
-¿Qué estás diciendo?
-Irás a hablar con mi padre. Le dirás que estás enamorado de mí. Pedirás mi mano en matrimonio. ¡Tienes que hacerlo antes de que me busque un marido, Ángel! Los padres de mi amiga Pilar están pensando en buscarle un marido porque el hombre del que se ha enamorado no es de su agrado. ¡Demuéstrale a mi padre que eres un hombre honrado! ¡Por favor, Ángel!
Se hizo el silencio entre ambos. La idea de casarse con Sara jamás se le había pasado por la cabeza a Ángel.
-Está bien-cedió, intentando ganar tiempo.
Sara le besó de lleno en la boca.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros un fragmento de una de mis novelas dedicadas a esta ciudad.
Se trata de Un giro inesperado.
Una de las protagonistas femeninas (hay dos), Sara, es una joven de buena familia que se enamora en un primer momento de Ángel, un actor mediocre. Pero, ¿está realmente Ángel enamorado de Sara?
En esta escena, asistiremos a un encuentro entre Ángel y Sara.
Sara se abrazó a Ángel nada más verle.
Se habían encontrado en el Parque de la Merced. Era su lugar de encuentro favorito.
La doncella de Sara hacía las veces de carabina. Y, desde luego, estaba en contra de aquella relación.
-¿Te he hecho esperar mucho?-le preguntó Sara a su amado-Me he entretenido con los preparativos de la boda de Ana. ¡No veo la hora de que se case!
Ángel cogió las manos de Sara. Se las besó.
La besó de lleno en los labios.
Queta carraspeó.
Sara fulminó con la mirada a su doncella.
-¿Por qué tiene que venir siempre contigo?-protestó Ángel.
-Queta cuida de mí-contestó Sara-No me deja nunca sola. Tienes que acostumbrarte a ella.
-Sara, son muchas las cosas que deseo decirte. Y no quiero que tu doncella esté presente cuando hable contigo.
Sara pensó que Ángel tenía razón. Permanecieron de pie mientras Queta les contemplaba sentada en un banco. Para ambos, la doncella era un estorbo.
Sara apoyó las manos en los hombros de Ángel. Sentía la solidez de su cuerpo musculoso. A veces, se sentía tentada a citarle en alguna posada cercana al puerto y entregarse a él. Abandonarse a sus brazos.
Pero debían de conformarse con aquellos encuentros a escondidas en el Parque de la Merced bajo la vigilancia de Queta.
El miedo a quedarse embarazada. El miedo a ser abandonada por Ángel. Todo ello pesaba mucho sobre Sara. Más que el amor que le profesaba a aquel hombre.
-Tengo que irme ya-se lamentó la joven-Sólo he podido salir de casa durante un rato. Pero he de regresar. Mi madre está loca con los preparativos de la boda de Ana. Y...
-No importa-la interrumpió Ángel-Lo digo en serio. Es tu hermana mayor.
-Yo deseo que sea feliz porque es una joven muy buena.
-¿Y qué pasará una vez que tu hermana se haya casado?
-Tienes que ir a hablar con mi padre.
-¿Qué estás diciendo?
-Irás a hablar con mi padre. Le dirás que estás enamorado de mí. Pedirás mi mano en matrimonio. ¡Tienes que hacerlo antes de que me busque un marido, Ángel! Los padres de mi amiga Pilar están pensando en buscarle un marido porque el hombre del que se ha enamorado no es de su agrado. ¡Demuéstrale a mi padre que eres un hombre honrado! ¡Por favor, Ángel!
Se hizo el silencio entre ambos. La idea de casarse con Sara jamás se le había pasado por la cabeza a Ángel.
-Está bien-cedió, intentando ganar tiempo.
Sara le besó de lleno en la boca.
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