jueves, 30 de abril de 2015

SOBRE LA UNIÓN

Hola a todos.
Mucha gente conoce mi ciudad, La Unión, principalmente porque es aquí donde se celebra el Festival Internacional de Cante de las Minas. Se ha hablado mucho acerca del boom de la minería. De lo que supuso. Sirvió a La Unión para desarrollarse. También es cierto que las cosas no han ido del todo bien desde que las minas se cerraron definitivamente.
La Unión tuvo dos booms mineros importantes.
Pero es una ciudad que tiene una historia larga, a pesar de sus pocos años de vida. Antes, se llamó Iluro. No era más que un asentamiento fenicio situado a los pies del Cabezo Rajao.
Más tarde, fue un asentamiento musulmán. Una aldea musulmana...Estaba en el conocido como Paraje del Francís.
Portmán ya existía. En la Edad Media, Portmán tenía unos cuantos siglos de Historia. Luego, aparecieron las entonces pedanías cartageneras de Las Herrerías, El Garbanzal y Roche. Con sus respectivos caseríos...
La minería era una actividad para cuatro gatos, como se suele decir, durante el siglo XVI. La principal actividad económica de las entonces pedanías cartageneras era la agricultura. También se dedicaban al pastoreo. Vivía muy poca gente allí.
Se hablaban de las minas. Pero parecía una locura bajar a lo más profundo de la tierra a ver lo que había allí escondido. Si existía algún tipo de tesoro.
La actividad al aire libre...El ir con el ganado por los montes. El cultivar la tierra. Eso era a lo que los vecinos de las entonces pedanías se dedicaban. Y la agricultura no era una actividad agradable. No cuando había sequía. O cuando las plagas atacaban a los cultivos.



La muy maltratada bahía de Portmán.

domingo, 26 de abril de 2015

UN AMOR SOÑADO

Hola a todos.
Tras una ausencia, regreso con la intención de poder terminar estas dos historias que tengo aquí para terminar.
Este fragmento es bastante más corto que de costumbre.
Vamos a ver lo que ocurre hoy en Un amor soñado. 

                                     Cristina y Ángel, por separado, recordaba las veces que se encontraron a solas. Entonces, se sentían los únicos habitantes que había en el mundo. Estaban solos en aquel Universo paralelo. Así era la isla para ellos.
                                    Rodaban desnudos por la arena de la playa besándose por todas partes.



                             A solas en su habitación, Ángel no atendía a su hermana. Tan sólo quería encontrar a Cristina.
-Su prima...-balbuceó-Creo que tiene una casa-Lo había recordado-Creo que la casa está en Calarreona.
-¿Vas a ir allí?-se escandalizó su hermana.
-Buscaré a Cris. ¡La amo! ¿No te das cuenta?
                           El brillo de la alegría iluminó los ojos de Ángel. Ya había tomado una decisión.
-¡Iré a Calarreona a buscar a mi Cris!-afirmó con alegría.

sábado, 25 de abril de 2015

SAETA DE MARÍA CEGARRA AL CRISTO DE LOS MINEROS

Hola a todos.
En esta entrada, me gustaría compartir con vosotros un poema que le dedicó María Cegarra al Cristo de los Mineros.
Posiblemente, María Cegarra sea uno de los unionenses más ilustres y queridos de todos los tiempos.
Hermana menor de un escritor al que admiro profundamente, Andrés Cegarra, María se convirtió en la primera mujer española perito química.
La Química, la Educación y la Poesía fueron sus grandes pasiones y las supo combinar muy bien.
El recuerdo de María Cegarra sigue presente en la ciudad. En el busto que hay en el jardincillo situado enfrente del Liceo, donde Andrés dio clases antes de caer enfermo. En el instituto que lleva su nombre. En la gente que la conoció y que la recuerda con cariño.
Estos versos refleja el amor que María Cegarra le profesaba a la Semana Santa unionense. Ella amaba La Unión con intensidad y le tenía un gran apego.

Dame el marro compañero,
Que tengo que desclavar al Cristo de los Mineros
Y no voy a “relevar”.
No tengo miedo a las minas
Ni le temo a los barrenos
Porque conmigo camina
El Cristo de los Mineros
Sangrando por las espinas.
No necesitas sepulcro,
Que la galería te espera
con los cirios de pirita
Y el sudario de galena.

 Fotografía de María Cegarra Salcedo. 

viernes, 24 de abril de 2015

HISTORIAS DE LA UNIÓN

Hola a todos.
Nuestra tanda de historias unionenses llega a su fin por ahora.
Hoy, es el último día, por el momento, que subo recuerdos de Sofía.
Espero de corazón que os haya gustado conocerla mejor y también conocer mejor La Unión.
¡Gracias por haber leído esta historia!
Veamos qué ocurre.

                                        Sofía se fue a la Telefónica. Sus padres hablaban de instalar un teléfono. La idea la tenía su madre. Su padre, por el contrario, creía que eso sólo serviría para tener a Sofía hablando por teléfono con su amiga Paz. Ésta era la única que tenía teléfono. Lucía también hablaba de comprárselo.
-Hay que instalar una línea telefónica-decía la madre de Sofía-Hemos de tener contacto con el mundo. Nos vamos a quedar aislados.
-¿Un teléfono?-se asustó María-Julián no tiene de eso.
-Julián no tiene ná de ná-pensó Sofía con rabia.
                             Naturalmente no dijo eso. No quería pelearse con María.
-Deberíais de tener teléfono en la mina-aconsejó Sofía a su padre-Pa avisarnos de cuando haya un derrumbe.
-¡Jesús!-se asustó María.
                            Se santiguó.
-¡Por Dios, hija!-se asustó la madre-No seas pájaro de mal agüero.

jueves, 23 de abril de 2015

HISTORIAS DE LA UNIÓN

Hola a todos.
Seguimos con más retazos de la vida de Sofía, nuestra joven unionense.
Seguimos viendo cómo es su vida en La Unión en la década de 1960.

                               La heladería La Jijonenca estaba abierta. Estaba apretando el calor. Sofía aceleró el paso. Daban ganas de tomar algo fresco.
                              Sofía tenía ganas de comprarse un helado. Un corte de mantecado...
                              Abrió su bolso. Los helados son dulces, pensó.
                               Sacó el monedero. Lo dulce ayuda a olvidar lo amargo, pensó Sofía.
                              Abrió el monedero. Contó el dinero que tenía. ¿Le llegaría para comprarse un corte de mantecado? Afortunadamente, sí. Le apetecía comerse un corte. Y no pensar en lo que la cotilla de doña Visi le había contado. No se atrevía a contárselo a Elena. Su amiga todavía no se había sincerado con ella.
                             ¿Y qué pasaba con la compra? ¡Bah! No le importaba. Ya se las ingeniaría con su madre. Lo siento. No había.
                               Se puso de pie. Sacó el dinero que necesitaba para comprarse el corte de mantecado. No le apetecía unirse a los corrillos de chicas que estaban en la Plaza. Saludó a Lucía, que iba al Mercado Público en compañía de su tía.
                             Se imaginaba de lo que estaban hablando en los corrillos. Que si Los Beattles. Que si Los Brincos. Que si ese cantante que se llama Raphael. También había corrillos de chicos hablando en la Plaza. No tenían otra cosa qué hacer.
-¿Viste el partido de fútbol?-se preguntaron los unos a los otros-Empataron. ¡Pero el Atletic estuvo bien! Mereció ganar.
                          Sofía entró en La Jijonenca. 
                          Había mucha gente allí congregada.
                           Salió de La Jijonenca un rato después. Daba cuenta de su corte de mantecado.
                          Bastante gente tenía ahora televisión. Pero seguían escuchando la radio.
                          Podían ver los partidos de fútbol. Se hablaba de que pronto empezaría a emitirse un segundo canal. Sofía esperó para poder regresar a casa. Quería comerse su corte de mantecado relajada. No pensar en nada.
                          Desde su ascenso a encargado, el padre de Sofía quería darse algunos lujos.
                          Había comprado un televisor no hacía mucho.
                          Antes, tenían una vieja radio.
                          Pensaba en comprarse un Seiscientos. Incluso, quería aprender a conducir. A su mujer le daba miedo meterse dentro de un coche.



                               Saboreó con calma su corte de mantecado.
                              Últimamente, Sofía creía ver Seiscientos por todas partes. Incluso, también ella quería aprender a conducir. Se lo había comentado a María. Pero su hermana se escandalizó cuando la escuchó.
                           Seiscientos y también turistas...Algunos se paseaban por La Unión. Se acercaban a Sofía. Intentaban dialogar con ella. No lo conseguían.
-Español...-le decían-Torero...Flamenco...Olé...
                            Todos los turistas le parecían a Sofía iguales. Todos eran rubios con la piel clarísima. Todos iban con la cámara de fotos colgada del cuello. Todos tenían la misma cara de pazguatos. Y, a su vez, los españoles eran iguales a los ojos de los turistas. Toreros...Gitanos...Y bailaores de flamenco...
-Mira, yo no te entiendo-les decía Sofía.
                         No tenía ni idea de hablar inglés.
                        Los ingleses no hablaban español.
                        Una vez, un turista le preguntó a Julián si era El Cordobés. 
-¡Uy, lo que me ha dicho!-se enrabiscó Julián.
                        Estaba paseando por la Calle Mayor. María le acompañaba.
-¡Déjale!-le pidió la joven.
-¡Yo lo mato!-gritó Julián, cabreado.
-¡No ha sido nada!
-¡Me cago en tus muertos, cabrón!
-¡Julián, no te entiende!
-Los palos que le voy a meter sí que los va a entender. ¡Déjame, Mari! ¡Que me lo cargo!
-¡Julián!
                             Estuvo a punto de liarse a palos con el turista.
-¡Yo no soy ése!-gritó-¡El Cordobés lo será tu padre!
                           Le gustaba El Cordobés. Le gustaban los toros. ¡Pero odiaba que lo confundieran con otra persona! El altercado tuvo lugar a la altura de la Casa del Piñón. Llegaron a las manos. El turista estaba perplejo. No entendía lo que estaba pasando.
                          Le acompañaba una rubia vestida con una minifalda. A los obsesos se le iban los ojos tras ella. Tras sus piernas, mejor dicho. El guiri hablaba y no se le entendía. La rubia se puso a sacar fotos de la pelea.
-¡Olé!-gritaba-¡Torero!
-¡No haga fotos, por Dios!-le rogó María-¡Va a ser peor!
                                La rubia sólo sabía decir eso. Olé...Torero...
                                Vino la Guardia Civil, una pareja concretamente de la Guardia Civil. Primero, se dedicaron a mirar las piernas de la rubia con cara de imbéciles. La misma cara que tenían los curiosos que se habían congregado allí. A continuación, separaron a Julián y al turista. Durante el forcejeo, a la rubia se le cayó la cámara de fotos al suelo.
                             La cámara acabó destrozada.
                             Una alterada María le contó el incidente a Sofía cuando estaban fregando los platos. Sofía tuvo la sensación de que el tal Julián era un verdadero bicho. Se había puesto hecho un basilisco por una tontería.
-No te cases con él-le advirtió a María.
                             Su hermana le aseguró de que sólo se había peleado con aquel turista.
-Conmigo es distinto-insistió.
                            No quiero verte con los ojos amoratados, pensó Sofía.
-Hazme caso-le rogó-Ese Julián no te conviene. Se ha puesto como un basilisco por una estupidez con un desconocido. ¡Imagina cómo será tu vida cuando te cases con él!
-Julián es bueno-insistió María.
-Te hará una desgraciá. Por favor, Mari. Hazme caso. No te cases con él.
-Sofi, quiero casarme con Julián. La otra opción es hacer como la Marián y meterme a monja. Yo no sirvo pa eso. Es lo que madre dice.

                         

miércoles, 22 de abril de 2015

HISTORIAS DE LA UNIÓN

Hola a todos.
Seguimos conociendo más a fondo a Sofía y a las personas que la rodean.
En este caso, conoceremos a Marián, quién ha aparecido en otras ocasiones, que también es amiga suya.

                           Julián era, además, muy religioso. Un buen cristiano...Trataría bien a María. Ella le daría hijos. Se sometería fácilmente a él. Eso era lo que estaba buscando. Una chica como María...
                           Dócil...Sumisa...
                          Una chica que soñaba mientras cosía su ajuar de novia.
-Espero que no estés cometiendo un error-le dijo Sofía una tarde de viernes a María cuando entraron en Las Novedades a comprar un ajuar.
                          Una mujer estaba siendo atendida en aquel momento. De modo que tuvieron que esperar. María miró risueña a su hermana menor.
-Julián es la clase de hombre que me conviene-afirmó-Va muy en serio.
-Entra en casa-recordó Sofía-Pero eso no es ná. ¡Me parece un burro! Te molerá a palos.
-¡Anda! ¡Anda, no me exageres!
-Lo estoy viendo venir, Mari.
                            Su hermana mayor la abrazó con cariño.
                            En aquella época, otra de las amigas de Sofía, Marián, decidió tomar los hábitos. Durante unos años, estuvo viviendo en el Convento de las Siervas, en Cartagena. No llegó a formular los últimos votos. Abandonó el convento en el año 1970.
                             Sofía fue a verla al convento. Dieron un paseo por el jardín del mismo. Se sentaron en un banco.
-Aún no me lo puedo creer-comentó Sofía.
-Dios me ha llamado a Su Servicio-afirmó su amiga.
-¿Y desde cuándo tienes vocación religiosa?
                           En opinión de Sofía, Lucía, otra amiga suya, era la más religiosa de su grupo de amigas. Siempre pensó que Lucía acabaría en un convento. Marián siempre había sido muy moderna. Sin embargo, había cambiado en los últimos tiempos.
-Dios me ha llamado-insistió la joven.
-Ya...-bufó Sofía-Pero...¿Cómo ha sido? ¡Cuéntamelo!
-¡No hay ninguna explicación! Simplemente ha sucedido. ¡Y ya está!
-¡Ni la Marián quiere ser monja con lo devota que es!
                         Marián vivía en la Calle Méndez Núñez. Elena y ella eran vecinas. En realidad, estaban muy unidas. Sin embargo, la noticia de que Marián quería ser monja había dejado en estado casi catatónico a Elena. No se lo esperaba.
                          En cambio, Lucía vivía en las Casas del Descargador. Se decía allí que aquella chica iba a terminar siendo monja carmelita. Cuando llegó hasta allí la noticia de que Marián se había ido a Las Siervas a ser monja, no se lo creyeron. Una vecina le preguntó a Lucía el porqué no se había ido con ella.
                            Llegaron a la conclusión de que Marián se había vuelto loca. Lucía había visto unas mil veces La mies es mucha. Sólo veía cine religioso. Y, por supuesto, no escuchaba música ye-ye. La chica sólo leía libros de Acción Católica. Al menos, no escuchaba música religiosa más que cuando sonaba en la radio.
                         Durante la visita que le hizo Sofía a Marián en el convento, la chica le habló de muchas cosas. Ya había recibido la visita de Paz. Y se había marchado estupefacta de allí. Le contó a Sofía lo mismo que le había contado a Paz. Y que la asustó.
                        Habló de ir a las misiones. Al Congo...De ser una mártir moderna.
-¡Anda, calla!-le espetó Sofía-No digas burradas.
-¡No son burradas!-insistió Marián-La Paz y tú os equivocáis. Yo quiero ser una mártir.
-¡Estás chiflada!
                            Estuvo un rato hablando con su amiga. Le daba miedo oírla de lo que decía. Parecía que estaba poseída.
-Bueno, me tengo que ir-dijo Sofía-Ya vendré a verte otro día. Y le diré a la Luci que se pase por aquí.
-Cuando quieras-le contestó Marián-Yo rezaré mucho por ti. Y espero que la Luci ingrese en este mismo convento. Donde estoy yo. ¡Ay, Sofi! Estoy rezando mucho por todas vosotras. Quiero que seáis monjas. Como yo...
                       


                                   Sofía se fue del convento. No sabía si se casaría algún día o si se quedaría a vestir Santos. Pero sí sabía una cosa. Jamás se metería a monja. No tenía vocación religiosa.
                                  Volvió a La Unión en coche de línea. Más adelante, cuando supo que Marián había abandonado el convento, se alegró muchísimo.
                                  Por suerte, podía ir a verla a Cartagena. Sofía se apoyó contra el asiento del coche de línea. Todavía le quedaba un ratio antes de llegar a La Unión.

                                  Lo supo cuando acudió a hacer la compra. El Mercado Público estaba abierto. Fue allí cuando le contaron a Sofía que a Marián la habían forzado tiempo atrás en la Carretera del 33. Doña Visi era una mujer muy cotilla.
                                 Pese a estar casada y ser madre de trece hijos, vivía por y para saber lo que ocurría en la ciudad. Para saber quién estaba liado con quién.
                                 Quién se gastaba las perras en bares. Quién no era ya virgen.
                                 Sofía estaba en el puesto de la fruta. Doña Visi la abordó para contárselo.
                                 De la impresión, se le cayó a Sofía el tomate al suelo. Había cosas que era mejor no saber. Ni contarlas en un lugar público. Como aquel...
                                Pero tuvo que abordarla doña Visi. La mujer más cotilla de la ciudad...Parecía disfrutar hablando de aquel tema. Un tema repugnante...
                                Pobrecilla...Qué desgracia...Una barbaridad...
                                El nombre completo de Marián era María de los Ángeles. Sus amigas la llamaban Marián. Su familia y los demás la llamaban Gelita.
                                ¡Pobre Gelita!
-Calle, señora Visi, calle-le pidió Sofía-La van a oír.
-¿Has ido a verla?-le preguntó doña Visi-Me imagino que ya la habrás visto. ¡Pobrecilla! ¡Con lo bonica que es! Porque es muy bonica. ¿Ya la has visto?
-¿Por qué habla usté de esas cosas?
-Porque a la pobre zagala la desgraciaron. Fue algún malnacido. De esos hay muchos por el mundo. Ya se sabe. No hace falta irse al extranjero pa ver ciertas cosas. La familia cree que la culpa es de ella. ¡Angelico mío! Le han metido en la cabeza que tiene que meterse a monja. Sólo así purgará su pecado. ¡Pecado dicen! ¿Qué cosa ha hecho? ¡La han desgraciao!
-Marián no me ha contao ná. Entre ella y yo nos contamos las cosas.
-Esto es mu gordo. Hazme caso. ¡Menos mal que no le han dejado la barriga llena! Si no...Sofi...Lo siento por la pobre Gelita. Pero hay cosas que es mejor no contar.
-Pero usté lo sabe.
-Ya lo sé. ¡Y lo sabe media ciudad! ¿Qué te crees? La Unión es una ciudad pequeña. Aquí no hay secretos. La gente se conoce.
-Entiendo.
                            Sofía se marchó del Mercado. Lo hizo sin terminar de hacer la compra.
                            Se sentó en un banco de la Plaza Joaquín Costa, donde se encontraba el Mercado Público. Estaba sudando. Se sentía acalorada. Respiró hondo. Trató de pensar que doña Visi no sólo era cotilla. También era mala persona.
                              Necesitaba tomar el aire.
                               Las campanas del Mercado Público dieron la hora. Eran las doce del mediodía. Sofía aferró con fuerza su cesta de mimbre. Le quedaban cosas que comprar. No entraba a trabajar hasta la tarde. María estaba haciendo las cosas con su madre. La cuál le estaría hablando de las maravillas de Julián. Y María le daría la razón. Hacía días que Sofía no veía a Pablo. No le echaba en especial falta.
                             Era verano.
                             Había gente en la Plaza. No sólo las personas que estaban comprando. Gente que quería disfrutar de una agradable mañana.
                             Hombres sentados en el banco...
                             Niños jugando al fútbol. Creyendo que eran Alfredo Di Stefano. O Kubala...
                             Las niñas estaban jugando a la comba.
-Al cocherito leré...-cantaban-Me dijo ancohe leré/Que si quería leré. 
                            Varios Seiscientos pasaron por la Calle Mayor. Iban camino de Los Nietos. O de La Manga...



                              A Marián le habían destrozado la vida. María iba a seguir sus pasos.
                             En su caso, iba a casarse con un indeseable. Sofía tan sólo tenía su trabajo y sus sueños.
                             Pero querían obligarla a renunciar a ello. Bien, ¡no lo iban a conseguir!

martes, 21 de abril de 2015

HISTORIAS DE LA UNIÓN

Hola a todos.
Hoy, seguimos más retazos de la vida de Sofía en La Unión durante la década de 1960.
En esta ocasión, nos centraremos también en el noviazgo de María, la hermana de Sofía, y en cómo lo vive ésta.

                                     Sofía y María iban a Misa en compañía de sus padres. Éstos afirmaban ser muy buenos cristianos.
                                     Las dos hermanas llevaban el rosario colgando entre sus dedos.
                                     Tenían el misal en una mano. Era un regalo que les hizo su madrina cuando hicieron la Primera Comunión.
                                    Abrían el misal. Lo leían durante la Misa. Mantenían las cabezas agachadas. Iban a la Iglesia vestidas de negro. Como debía ser.
                                    Se cubrían las cabezas con un pañuelo. A ser posible, negro.
                                    Sofía no sabía si debía de pensar en Pablo como su novio.
                                    Los clientes del bar la piropeaban. Era una chica muy guapa. Todo el mundo se lo decía.
                                   Ya había empezado a hacerse el ajuar. Compraba el hilo en Las Novedades. Fue durante la Misa de doce cuando conoció al novio de María. Se encargaba de acercarse a María y de darle el beso de La Paz durante la Misa.
-¿Quién es ése?-le preguntó en una de aquellas veces Sofía.
-Es Julián-respondió María-Madre te puede hablar de él. Es mi novio.
                              Julián era su nombre. Sólo había besado a María en las mejillas. Sin embargo, también la había besado en los labios cuando nadie les veía. A María le gustaba.
                              Los padres de Julián eran personas sencillas. El joven trabajaba en la Mina La Cierva. Era ahorrador. No era amigo de irse de bares más que cuando le obligaban los amigos.
                             Entre tanto, el padre de Sofía y de María había sido ascendido a encargado. El ascenso había ocurrido hacía relativamente poco.
                             Soñaba con un brillante porvenir para sus dos hijas. Con verlas casadas con hombres decentes. Lo cual logró más adelante.
                            Sofía y María se parecían en el fondo.
                            Eran dos chicas sensatas.
                            Sofía se encontraba con Pablo de vez en cuando.
-Hola, Sofía-le decía.
-Hola...-le devolvía el saludo.
                           Solían verse en la calle. Sofía pensaba que Pablo la estaba rondando.
-Te mira-le decía su amiga Elena-Te está mirando. Lo tienes loquito.
                           Sofía se ponía roja. Aceleraba el paso. Paz y Elena tenían que correr para alcanzarla.
                          Pablo la estaba mirando. Le estaba sonriendo. Se dijo así misma que no volvería a pasar por la Glorieta de La Rosaleda nunca más. ¡Pablo estaba sentado en uno de los bancos!
-¿Qué ocurre?-se interesó Paz-¿Se te ha declarado?
-Todavía no...-contestó Sofía-No hay nada todavía entre nosotros. ¡Miento! ¡No hay ná! Le gusto. Pero... Sólo eso...
-Pero...-se extrañó Elena-¿A qué está esperando? Ahora, las cosas van un poquico mejor en tu casa. ¿No? Claro...¡Cómo tu padre es ahora el encargao! No me extraña.
                     Una vez, Sofía tuvo que atender a un grupo de amigos que había acudido al bar Balsalobre a tomar el aperitivo. Era sábado. Se llevó una sorpresa cuando vio en aquel grupo a Julián. Éste la presentó como su futura cuñada. La hermana menor de su novia María...
-¿Qué estás haciendo aquí?-le preguntó Sofía-No te esperaba.
-He venido a tomar el aperitivo-respondió Julián-Me alegro de que seas nuestra camarera.
-¿Qué queréis tomar?
-Aún no lo hemos decidido. Espera. Espera un poco. No nos hemos decidido.
-No tengo tó el día. Tengo otras mesas que atender. La Paz está pachucha. He de hacer yo hoy también de camarera.
-Vale...Sí...Lo que tú digas.
                          Sofía alzó la vista al cielo. Bufó.
                          María le había contado muchas cosas acerca de su novio.
                         Como que le ponía nerviosa. Le temblaban las piernas cuando la miraba.
                          Sin embargo, Sofía había escuchado que tenía un mal carácter. No quería eso para su hermana. Podía pegar a María. Intentó hablar de ese tema con su madre.
                         No quería como marido de su hermana mayor a un hombre así. Y empezaba a dudar acerca de lo que sentía realmente por Pablo.

lunes, 20 de abril de 2015

HISTORIAS DE LA UNIÓN

Hola a todos.
Vuelve a este blog una vieja amiga nuestra: Sofía.
Y La Unión viaja en el tiempo hasta la década de 1960.
¡Veamos qué ocurre hoy!

                               Tal y como había dicho alguien hacía más de treinta años, se estaban abriendo las minas de nuevo. Volvía a haber trabajo para el minero. Tras una grave crisis, La Unión parecía ver la luz al final del túnel. Y eso era bueno.
                             La madre de Sofía no podía quejarse. Su marido se marchaba todos los días al tajo. María se quedaba en casa. Y Sofía se iba a trabajar. No tenían que emigrar a otra parte. O, como hacían algunos muchachos, irse fuera de España.
                             La Unión nunca recuperaría el esplendor de antaño. El que había tenido durante mucho tiempo. Pero eso poco importaba. Las minas volvían a funcionar.
                             El dueño del bar Balsalobre apuntaba en una pizarra el precio de las consumiciones. Ya podía vender gaseosa. Apuntó en la pizarra que una botella de gaseosa valía 15 pesetas. Era barata.
                             Por lo menos, pensó, los bares de la ciudad eran generosos con sus vecinos. En los bares, por ejemplo, de Cartagena, se vendía una botella de gaseosa a 5 duros. O a 10 duros.
                            No dijo ninguna palabrota. El bar se estaba llenando poco a poco de gente.
                            Además...
                           Estaba contento.
                           Las cosas iban bien. Y la gente consumía.
                           En su bar, por sólo 20 pesetas, se vendían desde hacía unos meses botellas de Coca-Cola.
                           ¡Menudo lujo!
-¡Chico!-gritaba uno de los clientes-¡Vengo sediento! ¡Una Coca-Cola! ¡Una botella de Coca-Cola!
-¡Marchando!-gritaba el camarero-¡Una Coca-Cola! ¡Una botella de Coca-Cola!
-Pa sentirme un poquico más americano. Esos tienen parné. Y de tó...
                           El bar estaba a rebosar de clientes. No era el único bar que tenía la ciudad y cada bar tenía una clientela fija. Estaba el bar El Vinagrero, toda una institución en la ciudad con su más de medio siglo de Historia. Siempre lleno de gente...
                          Igual que la tienda Las Novedades. Estaba situada en la Calle Mayor. Tenía ochenta años de Historia.
                         Últimamente, María acudía mucho allí. Estaba preparando su ajuar de bodas. Había conocido a un joven. Decía estar enamorada de él.
                         Se casarían antes o después.
                        Sofía no le conocía. Pero sus padres, por lo visto, sí le conocían. Ya le estaba permitido pasar a la casa. Y ver a María.
                         Sólo sabía de él que vivía en las casas de El Descargador.
-¡Oiga!-le llamó la atención a su jefe.
                         Éste se giró. La miró. Se había quedado absorto en sus cavilaciones.
-Se ha quedado distraído-observó Sofía.
-Perdona-se disculpó él-Es que estaba pensando.
-Debería de estar contentico. Las cosas van bien. No tiene motivos pa quejarse. Haga caja esta madrugada. Y verá las perras que ha ganado.
-Tienes razón, Sofía. Anda, vamos a atender a los clientes. Ve a esa mesa. Creo que nadie les ha atendido todavía.
                       Sofía trabajaba en las cocinas. Pero se abstuvo de quejarse.