viernes, 27 de marzo de 2015

AMOR EN LA ISLA

Hola a todos.
En el fragmento de hoy de Amor en la isla, Diana está a punto de cometer una locura. ¿Una locura?
¡Veamos de qué se trata!

                                        La mano de Diana tembló cuando se llevó su vaso lleno de agua a los labios para beber un sorbo. Trató de controlarse, ya que sus padres podrían sospechar.
                                       Toda la familia estaba sentada a la mesa a la hora de cenar. Daban cuenta cada uno de un plato de caldo con pelotas. Una cena frugal, en opinión de Lorena.
-¿Va todo bien, hija?-le preguntó doña María a Diana.
                                   Diana se envaró al escuchar la pregunta que acababa de hacerle su madre. ¿Tan evidente era que Marcos quería encontrarse con ella? ¿Y si la criada de éste le había ido con el cuento a una de sus criadas y ésta, a su vez, se lo había contado a doña María?
                                  Se dijo así misma que eso era imposible. Su madre no podía saber nada.
-Es que no me puedo creer que esté pasando esto-respondió, a sabiendas de que estaba mintiendo-Me refiero a ese joven. A Marcos...A su intención de casarse conmigo. Podría estar jugando conmigo. Madre, usted no lo sabe.
-Parece un joven respetable-opinó doña María-He oído que nunca ha tenido una amante. Ni va a las tabernas. Ni a los cafés cantantes...Ni persigue a mujeres. Es muy serio.
-Podría tratarse de meras apariencias.
-Pero Marcos está enamorado de ti-afirmó Lorena.
-Te ha engatusado-replicó Diana-No se trata de amor.
                                   De estar allí la señorita Palomares, Diana habría podido hablar con ella. Le habría expuesto lo que ocurría. Pero su institutriz ya no estaba con ella y el corazón de Diana latía a gran velocidad.
                                   Había decidido que acudiría a la cita.
                                  A media noche, se puso encima de su vestido una capa de color negro. Tanto sus padres como Lorena estaban ya dormidos. Salió de su cuarto intentando caminar de puntillas. Pudo llegar a la cocina sin hacer el menor ruido.
                                  Todo esto es una locura, pensó Diana cuando salió. La brisa marina agitó su cabello, que estaba suelto. Sus piernas le temblaban con gran violencia. Nadie se había dado cuenta de que había salido. Empezó a caminar en dirección hacia la vieja Necrópolis.
                                Marcos estaba allí esperándola y sus ojos brillaron como estrellas cuando se posaron en ella. ¡Ha llegado!, pensó Marcos dichoso.
                                 Fue corriendo hacia Diana y la abrazó con fuerza. Cuando se separaron un poco, los labios de ambos se encontraron en un beso cargado de desesperación.

jueves, 26 de marzo de 2015

AMOR EN LA ISLA

Hola a todos.
A partir de este fragmento, empieza la cuenta atrás para el final de Amor en la isla. 
Quedan muy pocos fragmentos para que conozcamos lo que ocurrirá entre Marcos y Diana.
¡Veamos qué ocurre hoy!

-¿Y dices que don Marcos te ha enviado para que me entregues esta carta?-se sorprendió Diana.
-Así es, señorita-contestó la criada de mediana edad-Tenga.
                           Le tendió una hoja de papel.
                           El mayordomo había avisado a Diana de que una mujer quería verla. La hizo pasar al salón donde se encontraba la joven.
                          Diana creyó que iba a desmayarse cuando leyó el contenido de aquella nota. Marcos desnudaba ante ella su corazón. Afirmaba que la amaba por encima de todas las cosas.
                          Y que quería encontrarse con ella a solas por la noche.
-El señorito Marcos quiere una contestación de usté-añadió la criada-O me dice lo que le contesta. O lo escribe en un papel.
                           Diana estaba temblando. Era la clase de situación sobre la cual la señorita Palomares la había estado previniendo una y otra vez.
                           Sin embargo, estaba ocurriendo. La cita sería a la noche siguiente.
                           Diana decidió que, a lo mejor, no pasaba nada por encontrarse con Marcos a solas por la noche.
-Dile que iré-le pidió a la criada.
                           A lo mejor, tan sólo quería hablar con ella. El lugar lo escogió Diana. Se verían en la vieja Necrópolis de la isla.
                          ¿A quién pretendía engañar?, pensó Diana mientras se paseaba de un lado a otro de la mansión con nerviosismo. Marcos quería una cosa de ella. ¿O no? ¿Y si estaba realmente enamorado de ella?
                            Lorena entró en el salón avanzando a tientas con su bastón. Se lo había regalado don Enrique por su cumpleaños. Honestamente, Lorena habría preferido otro tipo de regalo. Pero se manejaba bien con él.
-Estás ahí, Diana-dijo Lorena-Huelo tu perfume. Esencia de violetas...¿No?
-Es imposible engañarte, Lore-contestó Diana sonriendo-Estoy metida en un buen lío. No creo que lo puedas entender.
-Lo sí que entiendo es que te has enamorado, hermana. ¡Y me alegro muchísimo por ti!
-El amor sólo trae dolores de cabeza, Lore.

viernes, 20 de marzo de 2015

UN AMOR SOÑADO

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Un amor soñado. 
Veamos de qué hablan Cristina y Rafaela hoy.

-¿Qué vas a hacer si estás embarazada?-le preguntó Rafaela a su prima.
-Sólo sé que Ángel tiene que saberlo-respondió Cristina.
-¡Puede que ese miserable se haya aprovechado de ti! Se ha dado el gusto contigo. Y dejará en la estacada.
-Puede que él también esté enamorado de mí. No puedes ser tan desconfiada, prima.
-Cris, puede que no tenga experiencia alguna con los hombres, pero es que no me fío de ninguno de ellos.
-Porque nunca te has enamorado.
-¡Quiera Dios que ese día no llegue nunca!
-Admite que te gustaría enamorarte. Es algo natural. Todos soñamos con encontrar el verdadero amor. A alguien que nos quiera de verdad.
                             Al igual que en la isla, Cristina y Rafaela compartían habitación en la casa de Calarreona.
                              Era ya de noche. Cada una yacía acostada en su propia cama. Sin embargo, ninguna de las dos tenía sueño. Rafaela suspiró.
-Debes de preocuparte un poco más de lo que te pasa-le pidió a su prima-Podrías estar esperando un hijo.
-Y tú piensas que Ángel es de lo peor que hay en el mundo-replicó Cristina-Pero te equivocas. Y me gustaría demostrártelo. ¡Ángel me ama!
                            Rafaela no sabía qué pensar.
-Puede que sea verdad-admitió-O puede que sea falso.
                           Cristina no lanzaba bufidos porque era impropio de una dama. Y porque se contuvo.
                           Pero creía conocer bien a Ángel. Sabía que sus sentimientos hacia ella eran sinceros. Lo que ocurría era que Rafaela era desconfiada por naturaleza.
                           ¿Por qué no quería ver que Ángel la amaba de verdad? Entendía lo que le había pasado a su abuela materna.
                            Pero eso no podía pasarle a ella, a Cristina. Ángel no iba a dejarla en la estacada. ¿Y si Rafaela estaba en lo cierto? ¿Y si Ángel nunca había estado enamorado de ella?
                            El miedo se apoderó de Cristina. Se dijo así misma que Rafaela la estaba poniendo nerviosa. Ángel debía de saber lo que le pasaba.


 

                          Respiró hondo.
-Él nunca me abandonará-le aseguró a Rafaela-He llegado a conocerle bien.
-¿Qué sabes de él?-le interrogó su prima.
-Sé que lo soy todo para él. Lo veo en sus ojos. Le creo cuando me lo dice.
-Quiero pensar que estés en lo cierto, Cris. Pero temo por ti. No quiero que sufras.

AMOR EN LA ISLA

Hola a todos.
Hoy, os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla. 
En esta ocasión, nos centraremos en el personaje de doña María, esposa de don Enrique y madre de Lorena y Diana.

                            Cuando nació su hija menor, doña María se empeñó en que se llamaría Diana del Carmen. Y lo consiguió. Si bien, nunca llamaba a su hija menor Diana del Carmen. En opinión de su hija, era un nombre demasiado pomposo. Lo que doña María deseaba era que no olvidara quién era ella. Miembro de la aristocracia...
                            Doña María estaba de pie frente a la ventana de su habitación.
                            Hacía fuerte marejada.
                            Una criada que tenía la misma edad que ella se encontraba limpiando la habitación. Doña María la oyó canturrear una levantina. Quedaba lejana la época en la que quiso casarse con Enrique. Ya no era ninguna jovencita.
                             Siempre tuvo la sospecha de que su marido nunca estuvo enamorado de ella. En realidad, doña María tampoco estuvo enamorada de don Enrique.
                             En aquel aspecto, estaban a la par. Sin embargo, tenía la certeza de que Diana no tardaría demasiado tiempo en casarse con aquel joven, Marcos.
-¿Dónde está mi marido?-le preguntó a la criada.
-Está en su despacho, señora-respondió la mujer.
-Bien...Eso es todo.
                             Doña María ni siquiera se giró para mirar a la criada. Tan sólo la sentía mover algunas cosas mientras pasaba un paño por la madera de caoba. Sus muebles estaban hechos de madera de caoba. Volvió a suspirar.
                            El tiempo había pasado muy deprisa, pensó doña María con tristeza. Un día, ella quería casarse con Enrique porque pensaba que era lo mejor que podía hacer. Después de todo, aquel joven la había visto nacer. Se habían criado juntos. Era el mejor partido para ella.
                           De pronto, se daba cuenta de que el ajuar de bodas de su hija menor estaba ya listo. Y que un joven se había acercado a ella con intenciones serias.
                           Las lágrimas afloraron a los ojos de doña María. Un día, Diana era un bebé recién nacido al que ni siquiera podía amamantar porque no se le estaba permitido. Y, a lo mejor, en menos de dos años, ya la habría hecho abuela.
-¿Dónde están mis hijas?-le preguntó a la criada nuevamente.
                            Ahora, doña María sí se giró. Miró a la criada.
-Están abajo-respondió la mujer-En el salón...
                            Doña María esbozó una sonrisa triste. Diana siempre había adoptado el rol de hermana mayor con Lorena.
                           Debería de haber sido al revés, pensó doña María. Pero las cosas siempre ocurren por algún motivo.
-Está bien-suspiró doña María.

miércoles, 18 de marzo de 2015

UN AMOR SOÑADO

Hola a todos.
No me he olvidado de Un amor soñado. 
Sin embargo, en estos momentos, le veo más prioridad a terminar en este blog Amor en la isla. 
No obstante, me he animado a subir este fragmento de Un amor soñado. Veremos qué ocurre entre Cristina y su prima Rafaela, quiénes siguen en Calarreona.

-He recibido una carta de madre-contó Cristina-Dice que Ángel está histérico. No sabe lo que ha pasado entre nosotros.
-Es mejor que mi tía no sepa nada-afirmó Rafaela.
-¡Te juro que no sé qué hacer!
-Debiste de haberlo pensado antes de haberte enredado con ese hombre. No podemos dar marcha atrás.
                         Cristina tenía los ojos hinchados de tanto llorar.
-¡Pero él quiere casarse conmigo!-protestó.
                           Cristina yacía acostada en la cama de su habitación.
                           Estaba angustiada. Su periodo no le había bajado aquel mes. Llevaba casi un mes viviendo en Calarreona, en compañía de Rafaela.
                           Y la regla, que siempre la había tenido puntual, se le estaba retrasando. Cristina estaba desesperada. Y Rafaela no le estaba sirviendo de gran apoyo. En su opinión, lo único que hacía su prima era regañarla por su comportamiento.
                         No obstante, Cristina no entendía el porqué seguían viviendo en Calarreona.
                         Se sentó en la cama.
-¡Ángel tiene que saberlo!-afirmó la joven con vehemencia-Si se lo cuento, se casará conmigo.
-¿Te he contado la historia de mi madre?-le preguntó Rafaela. Cristina puso los ojos en blanco. Conocía esa historia de memoria-¿Te he contado cómo a mi abuela la engañó un sinvergüenza? ¿Te he contado cómo la dejó embarazada y con el estigma de ser madre soltera? ¿Te he contado cómo salió mi abuela adelante y sacó adelante a mi madre?
                         Rafaela se sentó en la cama al lado de Cristina. Parecía estar cansada.
-Ángel no es así-respondió la joven-Le conozco bien.
-¡En realidad, no le conoces!-replicó Rafaela-Nadie conoce del todo bien a nadie. Tú piensas que es un caballero. Pero, en realidad, podría ser lo peor. Eso no lo sabes.
                        La joven se preocupaba realmente por Cristina.
                       Las críticas sobre ella iban a ser feroces.
                        No sabía qué hacer. Miles de ideas pasaron por su mente.
-Hay una mujer que se dedica a hacer apaños, ya me entiendes-sugirió-Podemos ir a verla. Y...
                       Cristina fulminó a Rafaela con la mirada. El aborto no había pasado por su mente en ningún momento. Rafaela bufó. Era realmente difícil intentar hacer entrar en razón a Cristina. En su caso, pocas salidas le encontraba a aquel problema. Ángel tiene que saber que podría estar esperando un hijo suyo, pensó Cristina.
                     O puede que no esté encinta. Estoy muy alterada.

martes, 17 de marzo de 2015

AMOR EN LA ISLA

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla. 
Don Enrique ha estado sumido en sus recuerdos.

-Señor Cano...-le llamó la atención su secretario-Le veo distraído. ¿Se encuentra bien?
-Perdone-contestó don Enrique, disculpándose-No le estaba escuchando. ¿Qué decía?
                       El Sol se colaba a raudales por la ventana abierta del despacho de don Enrique, que era donde se encontraba junto con su secretario. El uno estaba sentado frente al otro, separados por una mesa repleta de papeles.
                        Don Enrique era consciente de que el joven Marcos iba cada vez más y más en serio con su hija Diana. ¡Su hija pequeña iba a casarse! Por eso mismo, la veía tan contenta. Tan ilusionada...
                        El recuerdo de Gillian le asaltó con fuerza.
                        Se había casado con María más por inercia que por otra cosa. Al principio, había pensado que iba a ser muy feliz con ella.
-¿Es verdad que la señorita Diana va a casarse?-quiso saber el secretario-He oído hablar al ama de llaves.
-Todavía no es oficial-contestó don Enrique-Pero espero que el joven Marcos venga a pedir la mano de Diana cualquier día de éstos.
-Entonces, le daré más adelante la enhorabuena.
                        Don Enrique tuvo que reconocer que su esposa era una mujer extraordinaria. María le había dado dos hijas que eran su mayor orgullo. Estaba al tanto de su historia de amor con Gillian. Sin embargo, nunca le echó en cara nada. María prefirió casarse con Enrique, quién la había visto nacer. No quería que su padre le buscara esposo.
                         La vida que llevaban había sido tranquila. Por supuesto, don Enrique no había vuelto a ver a Gillian. Ni siquiera le había escrito. Hacía años que no le escribía.
                         Lo último que supo de ella era que se había casado. Que había intentado quedarse embarazada de su marido. Que no llegó a quedarse embarazada de él. Y que no conseguía quedarse encinta. Por eso, Gillian había dejado de escribirle. Si sacaba a aquel joven español de su cabeza, antes se quedaría embarazada.
                          Y su esposo no tendría que echarle nada más en cara.
-No todos los días casa uno a una hija-afirmó el secretario.
-Tendría que ser Lorena la primera en casarse-opinó don Enrique-Pero me temo que eso no va a poder ser.
-Eso nadie lo sabe, señor Cano.
                         El secretario tenía cincuenta años. Era un solterón empedernido. Y sentía mucho cariño hacia don Enrique.
                         Era un buen hombre.

sábado, 14 de marzo de 2015

AMOR EN LA ISLA

Hola a todos.
Hoy, seguimos con un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla. 
Es un relato más bien retrospectivo, ya que se centra más en lo que fue la relación entre los padres de Lorena y Diana, Enrique y María.
¡Vamos a ver lo que ocurre!

                                Se pasan todo el rato besándose. María es la que más besa a Enrique. Hay quien tiene la sensación de que Enrique se deja abrazar. Pero no abraza con tanta fuerza a María. No hay un contacto real entre ellos. Enrique piensa que es lo que sus suegros desean. Sus futuros suegros…
-¿Lo has pensado bien, hija?-le pregunta doña María Isabel a María cuando acude por la noche a su cuarto a desearle las buenas noches. 
                            Encuentra a María acostada en su cama. Está leyendo un libro. Siempre tiene una novela en las manos. 
-Voy a ser muy feliz al lado de Enrique, madre-responde María con firmeza-Creo que no voy a encontrar a nadie mejor que él. Le conozco de toda la vida. 
                          María se sienta en la cama. Enumera a su madre las muchas virtudes que tiene Enrique. Siente que puede confiar en él. Además, lo conoce desde siempre. 
-Vamos a ser muy felices juntos, madre-añade María sonriendo-¡Ya lo verá! 
-Piensa que es como un hermano para ti-le recuerda doña María Isabel-Lleva tus apellidos. Tu padre...
-Padre está arreglando las cosas para que nos podamos casar. No quiero estar con nadie que no sea él. 
-Que sea lo que tú decidas, cariño. 
                          Los criados hablan. Opinan que la boda entre la pareja nunca se celebrará. Se conocen desde que eran muy niños. De hecho, Enrique conoció a María cuando ésta apenas contaba con unos minutos de vida. La boda le hace mucha ilusión a los padres de María.
            La joven también parece ilusionada con la boda. Todavía no se ha fijado una fecha. Pero María desea lucir ese día el mismo vestido de novia que lució su madre. Doña María Isabel quiere estar presente en el Altar, aunque sea en silla de ruedas.
            Será ella la madrina de Enrique. Después de todo, ha sido ella quien le ha criado. Es la única madre que su futuro yerno conoce. María, por suerte, goza de una excelente salud.
                    Pero la boda es un hecho. Don Diego se las ingenia para conseguir una dispensa papal. Todo es alegría en la mansión familiar. Los preparativos de la boda se aceleran. María es consciente de que no será el evento que desea. 
                    Visita con su madre a una modista de Mazarrón. Será ella quién confeccione el vestido de novia de la joven. Será un vestido digno de la mismísima Reina. 
                      Todo debe de estar a punto. Ya ha sido fijada la fecha de la boda. No hay marcha atrás. Enrique asiste en un estado casi catatónico a lo que está ocurriendo. Todavía no puede creerse que vaya a casarse con María. 
                      Es como estar dentro de un sueño. 
                      Antes, se conformaba con ver cómo María bordaba un mantel sentada en un sillón del salón. Ahora...
                       No sabe cómo reaccionar. Para él, María era algo inalcanzable. 
                       Ni siquiera imaginó que acabaría casado con ella. 
                      Fue amante de una joven inglesa llamada Gillian, que estaba pasando una temporada en Mazarrón con su familia. 
                        Gillian quiso visitar un día la isla. Lo hizo sola y, una vez allí, conoció a Enrique, quién estaba bañándose desnudo en la pequeña playa. Le gustó la forma tan descarada con la que Gillian le miró. 
                        Fue el verano más increíble de sus vidas. 
                        Enrique y Gillian se revolcaban sobre la arena de la pequeña playa desnudos al tiempo que se besaban con ardor. El uno recorría con la lengua la piel del otro. Se mordían mutuamente. Se chupaban. 
                         Pero Gillian tenía que regresar a Inglaterra con su familia. Y tuvo que dejar a Enrique. 
                        No logró olvidarla nunca. 
                        Por suerte, Gillian no quedó embarazada. Por suerte, para ella. Enrique era encantador. Pero había sido sólo una aventura. 

 

viernes, 13 de marzo de 2015

AMOR EN LA ISLA

Hola a todos.
Hoy, os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla. 
Veamos qué ocurre hoy entre Diana y Marcos.

-¿Quieres que lea algo en voz alta?-ofreció Marcos.
                          Diana había regresado de dar un paseo con Lorena cerca de la vieja Necrópolis.
                          Lorena venía entusiasmada hablando de que podía sentir los espíritus de las personas que habían sido enterradas allí. Al encontrar a Marcos en el salón de su casa, Diana sintió el impulso de salir corriendo. Sin embargo, tuvo que contenerse.
                           Marcos se acercó a ella y la besó con cariño en una mejilla.
                           Besó también a Lorena en la mejilla.
                           Al sentir aquel contacto, la joven esbozó una trémula sonrisa. Le cae bien, pensó Diana con cariño.
-Eres muy amable por venir a vernos-contestó Diana-Pero nuestros padres no están. Han ido a Mazarrón. Mi padre tiene que hacer unas gestiones. Y mi madre ha ido a visitar a una amiga que no ve desde hace tiempo.
                            Lorena le dio un ligero tirón del brazo a Diana.
-Me ha dado un beso en la mejilla-le recordó.
-Y yo, como el buen caballero que soy, he venido para haceros compañía-afirmó Marcos, risueño.
                           Se sintió lo bastante audaz como para besar brevemente los labios de Diana.
                          La joven tomó asiento en el sofá. Lorena se sentó a su lado.
                            Diana vio que su hermana mayor estaba muy contenta. Le gustaba saber que había alguien qué quería a Diana.
                            La joven le oprimió con suavidad la mano.
                            Debería de ser al revés, pensó Diana con tristeza. Deberías de estar recibiendo tú a tus pretendientes.
-Hace tiempo que nadie lee en esta casa La de Bringas-comentó Lorena.
                            Marcos fue a la biblioteca a buscar dicha novela, cuyo autor era Benito Pérez Galdós.
                            Regresó al cabo de un rato. Decidió empezar a leer la novela desde el principio. Pasó cerca de una hora leyéndole en voz altas a las dos hermanas.
                             Éstas le escucharon absortas.
                             Marcos no dejaba de mirar con fascinación a la bella Diana. Tan alta y tan erguida como una aristócrata, pensó.
                              Me quiero casar con ella, decidió. Quiero hacerme viejo a su lado. Quiero vivir siempre con ella.
-Me tengo que ir-anunció nada más cerrar la novela-Ha sido un placer visitaros.
-A Diana le gusta mucho que vengas por aquí-intervino Lorena con desparpajo.



                                 Las dos hermanas se pusieron de pie para acompañarle hasta el recibidor.
                                Marcos cogió su bastón. Se puso su sombrero.
                                El mayordomo hizo acto de presencia. Abrió la puerta.
                               Marcos besó a Lorena en la mejilla. Besó también a Diana en la mejilla. Pero, en un descuido del mayordomo, besó a Diana con rapidez en los labios.
-Hasta pronto...-se despidió casi canturreando el joven.
-Adiós...-susurró Diana, perpleja.

miércoles, 11 de marzo de 2015

HISTORIAS DE LA UNIÓN

Hola a todos.
Marián sigue siendo la principal protagonista de nuestra serie de relatos sobre La Unión.
Veamos qué le ocurre hoy.

LA UNIÓN, MURCIA, DURANTE LA DÉCADA DE 1960

                 Marián escuchaba la radio con apenas volumen.
I can't get no...
Y ella repetía lo que salía de la radio.
Satisfaction.
Lo hacía mientras barría la casa. Movía la cabeza de un lado a otro.
Su madre había salido a hacer la compra.
Su padre estaba trabajando. A Marián le gustaba escuchar a los Rolling Stones. Se sentía atraída por uno de los guitarristas del grupo inglés. Brian Jones.
Si sus padres se enteraban de lo que escuchaba, la encerrarían en un convento. Creerían que estaba loca por admirar a unos músicos ingleses melenudos.
Recogió la basura y la tiró al cubo. Consultó con su reloj de muñeca. Todavía le quedaba un buen rato antes de entrar a trabajar y quería tener la casa adecentada.
Con su trabajo, Marián pensaba ahorrar. Quería estudiar una carrera y vivir de ella. No pensaba seguir los pasos de su madre, consagrada a su faceta de ama de casa. Ella pensaba vivir la vida. Ser independiente.

martes, 10 de marzo de 2015

HISTORIAS DE LA UNIÓN

Hola a todos.
Hoy, nos vamos a Cartagena durante la década de los ochenta para proseguir con nuestra serie de relatos dedicados a La Unión.
Marián, nuestra protagonista, es unionense y está trabajando en la redacción de un periódico.
Vamos a conocerla un poco.

CARTAGENA, 1982

                           Era su día libre. Y coincidió con la ceremonia de inauguración del Mundial, que se celebraba en España en aquella ocasión. Marián miró a su mejor amiga y compañera de piso, Lucía.
                            Marián sonrió. Se centró en la imagen que estaba viendo.
Durante el último año, cuando regresaba del trabajo, ponía la tele.
En el telediario se hablaba del Mundial de Fútbol. El Camp Nou, donde estaba teniendo lugar la ceremonia de inauguración, estaba a rebosar de gente.
Había visto, incluso, una serie de dibujos animados protagonizada por la mascota del Mundial. Naranjito.
En todas partes se hablaba del evento. Cuando iba a trabajar a la redacción, veía corrillos. Incluso decían que España iba a ganar aquel Mundial.
     Sentados en el sofá estaban ella, Lucía y un ligue de Marián.
-Eres como un imán para atraer a los tíos raros-comentó Lucía-¿De dónde has sacado a éste?
-Nos conocimos en el Continente-contestó Marian. 
-Os conoceríais donde se venden los tintes para el pelo. ¿De qué color lo tiene?
-¡Cállate! Es muy guapo. 
             Marián sabía que no volvería a verle. Prefería las relaciones de una sola noche antes que empezar una relación seria con un tío. Los hombres le habían demostrado cuán pésimos podían ser como pareja. No quería ni pensar en cuán pésimos podían ser como maridos. Estaba mucho mejor sola. Y sin compromiso, como Lucía.
-Estate quieto-le pidió Marián cuando su ligue le mordió el cuello.
Parecía que tenía afición a morder a la gente.
-Tiene complejo de vampiro-opinó Lucía.
                   Pensó que su amiga era como un imán para los tíos raros.
                  Si lo pensaba bien, Marián nunca había tenido un novio normal.
                 Ni siquiera en su adolescencia.
                   Todos los hombres que atraía tenían un defecto.
                 En su adolescencia, se relacionaba con hombres que estaban empeñados en tenerla en casa con la pata quebrada, como se decía. Uno de sus novios le dijo una vez que la mujer sólo servía para ser esposa y madre. Y Marián quería estudiar Periodismo y trabajar en un periódico. Había logrado su objetivo. Pero seguía encontrándose con tíos raros.
-A Dios gracias, ya no me encuentro con reprimidos o con carceleros-afirmó.
Lucía tuvo que darle la razón en aquel aspecto.

   
            Al día siguiente, la redacción estaba animada. Marián había llorado al ver al niño sacando una paloma del balón de fútbol. Incluso su ligue había llorado.
-Sois dos pánfilos-les recriminó Lucía.
                      Pero ella también se estaba secando los ojos.
                      Marián era natural de La Unión, una ciudad minera situada en el sureste de la Región de Murcia. Hacía casi nueve años que vivía en Cartagena. Llegó
                  De vez en cuando, regresaba a su ciudad natal.
                 Pero ya no era lo mismo.
-Y están empezando a cerrar las minas otra vez-pensó Marián con tristeza-¿Qué será de La Unión cuando se cierren las minas del todo? No quiero ni pensarlo. ¡Será la ruina! Otra vez...
                             

lunes, 9 de marzo de 2015

AMOR EN LA ISLA

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla. 
Vamos a ver lo que le ocurre hoy a Diana.

                                   Diana ya había tomado una decisión con respecto a su futuro. Iba a casarse con Marcos. Su futuro esposo era un hombre que gozaba de una envidiable posición social. Además, le había demostrado que era todo un caballero. Los consejos que le había dado la señorita Palomares se habían esfumado de su cabeza.
                                Diana sabía que podía llegar a ser muy feliz con Marcos si se casaba con él. Además, lo que sentía por aquel joven era tan intenso. La dejaba atontada.
                                Había llegado la hora de casarse y de fundar una familia. Marcos, incluso, hablaba de viajar a Madrid. Era un joven amable y, al convertirse en su marido, se consagraría a ella por completo.
                                 Diana y Lorena salieron a dar un paseo por la isla acompañadas por su dama de compañía. Diana le habló más a fondo a su hermana mayor de sus planes.
-¿Lo has pensado bien?-quiso saber Lorena.
-Llegado el momento, Marcos vendrá a ver a padre-contestó Diana-Le pedirá mi mano en matrimonio.
                              Lorena se cogió del brazo de su hermana mayor.
-Me alegro mucho por ti-afirmó la joven.
-Creo que he llegado a enamorarme de él-admitió Diana.
-¿Lo dices en serio?
                             Diana podía ser lo que se esperaba de ella. Una señorita recatada en todo el sentido de la palabra...Pero también podía llegar a ser muy terca si se lo proponía.
-Sólo espero que me haga feliz-contestó Diana-Y que yo sea capaz de hacerle feliz a él.
                            Esbozó una sonrisa. Pensó en el futuro que se abría ante ella.
-Y vais a tener muchos hijos-auguró Lorena.
-Tener hijos es lo de menos-replicó Diana.
-¿Cómo puedes decir eso? Padre y madre se mueren por ser abuelos. Y yo nunca me casaré ni podré darles un nieto.
-Eso no se sabe, Lore.
-Ningún hombre querría casarse con una ciega.
-Padre debería de llevarte a Murcia.
-No quiero despertar la compasión de nadie, Diana. Dejemos las cosas como están.



                        Más adelante, Diana se encontraría en la cama con Marcos.
                        Sería abrazada con fuerza por él. Sentiría la boca de él devorando su boca con avaricia. Recibiría las caricias que le brindarían sus manos y sus labios.
                       En aquellos momentos, la principal preocupación de Diana era Lorena. Quería hacer algo para poder ayudarla.

sábado, 7 de marzo de 2015

AMOR EN LA ISLA

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla. 
Vamos a ver cómo sigue evolucionando la relación entre Marcos y Diana.

-Me quiero casar con Marcos-le informó Diana a Lorena al día siguiente-En cuanto me lo pida. Le diré que sí. Y nos casaremos. Hablaremos con padre.
                          Diana y Lorena habían salido a tomar el fresco a la puerta de su casa.
                          Lorena sentía cómo la brisa marina agitaba su cabello suelto. No podía ver el rostro de su hermana menor. En cambio, sí podía advertir mucha determinación en su tono de voz.
-¿Lo has pensado bien?-indagó Lorena.
-Quiero a Marcos, hermana-contestó Diana.
                         Lorena esbozó una sonrisa radiante. Pensó que Diana se merecía ser feliz.
                         No era una impresión suya. Marcos parecía ser el hombre adecuado para Diana.
                         Ella jamás se casaría. Tenía la intención de entrar en el Convento de la Purísima.
                         Era un proyecto que llevaba tiempo rondando por su cabeza. Antes o después, sus padres morirían.
                         Diana tenía derecho a ser feliz al lado de su marido y fundar una familia. Ningún hombre querría casarse con una ciega, como lo era Lorena. ¿Qué iba a ser de ella? Se quedaría sola en el mundo.
-Hermana...-dijo la joven.
-¿Quieres decirme algo?-inquirió Diana.
-¿Cómo está el mar hoy?
-Hay fuerte marejada.
                       Podían escuchar el sonido de las olas. Las barcas que se movían subiendo y bajando.
                       La voz de Lorena tembló. De pronto, escuchó pisadas. Alguien se estaba acercando a ellas.
                       Era Marcos.
-Buenas tardes...-saludó con educación.
                       El corazón de Diana dio un vuelco al verle. ¡Había ido a verla! Se puso de pie.
                       Entonces, sintió los labios de Marcos posándose con suavidad sobre sus labios para besarla con ternura.
                        También besó a Lorena en una mejilla.



viernes, 6 de marzo de 2015

UN AMOR SOÑADO

Hola a todos.
No me olvido de esta historia. Y, aunque sea un fragmento muy cortito, aquí os lo dejo.
Veremos un poco la tristeza de Ángel ante la ausencia de Cristina.

                                Cuando caminaba por la isla, no se fijaba en los vecinos que volvían a sus casas tras una dura jornada faenando en alta mar. No se fijaba en las mujeres que bordaban y cosían redes sentadas en sillas junto a las fachadas de sus casas. No se fijaba en eso.



                          Calarreona, repitió para sus adentros. 
                         Cristina se había marchado a Calarreona. Se había ido junto con su prima Rafaela. ¡Le estaba evitando! 
                           Ángel se enteró por casualidad. 
                           La criada de doña Clotilde se lo comentó a una de las mujeres que estaban en la playa limpiando pescado. 
                           Por casualidad, Ángel lo escuchó. He de ir a Calarreona, decidió con determinación. Tengo que ver a Cristina. 
                          No veía la hora de volver a abrazarla. 

jueves, 5 de marzo de 2015

AMOR EN LA ISLA

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla. 
Veamos qué es lo que pasa por la mente de Diana.
Es un fragmento más bien cortito. Pero es mejor escribir un fragmento cortito a no escribir nada.

                               Sentada sobre la arena de la playa, Diana contemplaba cómo el Sol se iba ocultando poco a poco por el horizonte.
                               Agradecía el poder estar un rato sola.
                               Tenía muchas cosas en las que pensar. Tenía que pensar en Marcos y en los sentimientos que despertaba en ella. Tenía que pensar en el futuro que le albergaba a su hermana Lorena.
                               Sus padres no vivirían eternamente. Entonces, Lorena pasaría a ser la principal preocupación de Diana. Lorena estaba convencida de que jamás se casaría. Ningún hombre querría casarse con una mujer ciega, solía decir la joven con tristeza. Y aquella afirmación le destrozaba el corazón a Diana.
                            Marcos parecía ser sincero cuando hablaba de lo mucho que la quería. No se parecía en nada al canalla que deshonró a la señorita Palomares.
                            Marcos es distinto, pensó Diana. Merece que le dé una oportunidad.



-¡Señorita Diana!-la llamó a gritos la criada.
-¿Qué quieres?-le preguntó Diana.
                          Se puso de pie de un salto.
-Es la hora de la cena, señorita-respondió la criada-Sus padres y la señorita Lorena la están esperando.
-¡Voy!-gritó Diana.
                          Tomó una decisión. Le daría una oportunidad a Marcos. A lo mejor, las cosas iban bien entre ellos.
                         Podían ser felices.