Hola a todos.
Hoy, os traigo un fragmento de mi novela Y la vida, mientras, va pasando.
Deseo de corazón que os guste este fragmento.
La criada vertió chocolate en la taza de porcelana de Cristina.
La joven sentía que le iba a estallar la cabeza. La condesa de Mora había ido a verla. Le estaba dando consejos acerca de cómo debía de ser una buena condesa de Mora. Ella no iba a vivir eternamente.
-Tienes que obedecer siempre a tu marido-le exhortó la condesa-Mi hijo no es un mal hombre.
-Excelencia, he oído que su hijo está enamorado de otra mujer-se sinceró Cristina.
Las dos estaban en el salón merendando a solas.
La condesa se encogió de hombros.
En su opinión, su hijo Sebastián estaba simplemente encaprichado de la institutriz. Aquel capricho acabaría esfumándose de su mente. Según Bernardo, Sebastián estaba obsesionado con aquella mujer por el simple hecho de que no se había acostado con ella. Y ella se había marchado sin darle el gusto de acostarse con él.
-La institutriz ésa tenía que haberse quedado-opinó la condesa-Le habría dado el gusto a mi hijo y él la habría abandonado.
-¿Cómo puede hablar así?-se horrorizó Cristina-Es una mujer decente.
No estaba obrando así en beneficio de ella. Cristina estaba obrando en su propio beneficio. Si se suspendía la boda, podría viajar a Murcia. Podría hacer realidad su sueño de disfrutar de su puesta de largo. ¡Y soñaba con visitar Madrid!
El compromiso todavía no se había anunciado de manera oficial. Quedaba todavía tiempo. De anunciarse el compromiso de manera oficial, Cristina podía darse por perdida.
No podría romper con Sebastián sin protagonizar un sonado escándalo. ¿Y dónde estaba aquella mujer? Si Sebastián era quien rompía el compromiso, el escándalo repercutiría muy poco en Cristina. Sólo se la tendría como una pobrecilla si se quedaba en Cartagena. Pero...Ella quería viajar a Murcia. ¡Y deseaba visitar Madrid! Entrar en la Corte. Nadie le había pedido su opinión cuando su padre decidió casarla en contra de su voluntad con el futuro conde de Mora.
-Me sorprende que no quieras casarte con mi hijo-se sorprendió la condesa-Creía que eras una joven consciente de su deber, Cristina. Quiero pensar que tu actitud se debe a la sorpresa que te ha producido la noticia.
A Cristina le faltaba la respiración. Ella deseaba no tener que cumplir con ningún deber.
Tan sólo quería poder hacer realidad su sueño. Pero nadie había pensado en ella en ningún momento. Teresa era libre de poder ingresar en un convento. En cambio, Cristina se sentía prisionera.
Era ella quien debía de casarse.
De tener hijos.
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