domingo, 24 de agosto de 2014

SEGUNDA PARTE DE EL CANTÓN

Hola a todos.
Aquí os traigo la segunda parte de El Cantón, un pequeño y bonito pueblo de la Región de Murcia.
La pedanía de El Cantón está situada entre canteras.
             Los campos de estas tierras están dedicados al cultivo de la vid, uva de secano cuya producción es destinada a la elaboración de vinos. Los cultivos de Abanilla están, en su mayoría, protegidos bajo la denominación de origen Alicante.
Estas plantaciones están obligadas a cumplir unos requisitos como la densidad máxima de plantación o un límite de producción que para las variedades tintas es de 7.500 Kg. por hectárea y para las blancas de 9.000 Kg. por hectárea.
            La actividad artesanal es mínima pero en esta pedanía conservan el tradicional encaje de bolillos.

El Cantón tiene una pequeña ermita dedicada al Corazón de Jesús, patrón del pueblo y a quien quedan dedicadas las fiestas patronales en junio.
Siendo una zona tan cercana a la sierra las recetas de caza no son extrañas a esta gastronomía, las perdices estofadas o en escabeche, los guisos de carnes como la de conejo o liebre y los famosos gazpachos son algunos ejemplos de las comidas que suelen prepararse en El Cantón.
            Legumbres y verduras tienen su espacio propio en las mesas de El Cantón aunque no sea tierra de huertas. Solas o combinadas con otros elementos, como los huevos, dan lugar a platos igualmente ricos como los potajes, el empedrado o las habas cocidas.
            El Cantón conserva los platos más representativos de esta cocina como son las conocidísimas gachasmigas o las tortilleras, los sabrosos arroces con conejo y caracoles o las carnes a la brasa.


sábado, 23 de agosto de 2014

BORRADOR DE UNA DE MIS HISTORIAS

Hola a todos.
Hoy, me gustaría subir a este blog el borrador de una de mis historias.
Se trata de la historia que tengo le faltan muchos detalles. Entre otras cosas, le falta el título.
Transcurre en La Unión, mi ciudad, a principios del siglo XX. Tiene mucho que pulirse. Y también tiene mucho que corregirse.
Yo os agradecería de corazón que me dijerais en qué me he equivocado y qué cosas debo de corregir. Acepto toda clase de sugerencias. Y os doy las gracias por ello.

ADVERTENCIA: Cuando escribí este borrador, había visto el día antes por primera vez Nosferatu y me quedé impactada. No hay sangre. No hay gore. Pero en mi vida he visto una película más sobrecogedora y aterradora que ésta.

Ello me ha influido a la hora de escribir este borrador.

                                    Esta historia transcurre en el año 1917.
                                                Ésta es la historia de una muchacha.
            Emilia tenía ya dieciocho años. Aquel año, pensaba viajar a Murcia en compañía de sus padres y de su hermana pequeña Flora. Iba a ser presentada en sociedad. Emilia estaba un poco nerviosa. Era un momento muy importante para ella.
            Le gustaban los bailes, pasear e ir a La Calle Mayor a comprar ropa y a dar un paseo por allí. Le gustaba, sobre todo, ir al cine. Disfrutaba con las películas de Charles Chaplin.
            Emilia era alegre y risueña. También era muy inocente con respecto a algunas cosas. No sabe coquetear, todo lo contrario que Mariona, su hermana mayor, ya casada. De vez en cuando, se celebra algún baile en la aldea y suele ir acompañada a los mismos por sus padres. Mariona había hecho una buena boda. Se decía que el marido de la joven era un aristócrata. Pero Emilia no lo creía.
            Emilia tenía el pelo largo de color negro como el azabache y rizado de manera natural y graciosa. Al tacto era suave como la seda y brillante bajo la luz de las lámparas de sus casas. No hacía mucho que había llegado a la aldea la luz eléctrica. La casa de los padres de Emilia era una de las pocas casas que tenía luz eléctrica.
            Cuando sonreía, se formaban dos simpáticos hoyuelos, uno en cada mejilla. Las tenía blancas y rosadas a la vez. Una auténtica rosa inglesa, como decía su madre. Pero era canaria y estaba orgullosa de ello. Los ojos de Emilia eran grandes, de color negro, preciosos y llenos de vivacidad. Además, tenía una cara adorable de rasgos angelicales. Era muy bonita. Todo el mundo lo decía.
            Andrew era inglés que vivía afincado en La Unión. Había llegado a la aldea hacía muchos años. Se sentía más canario que inglés. Era el mejor amigo de Emilia. Tenía veinte años recién cumplidos. Se sentía muy unido a Emilia. Incluso disfrutaba pensando que, probablemente, eran parientes lejanos.
            Se había integrado Andrew a la perfección en La Unión. Lo prefería a su Bath natal. Se respiraba una paz desconocida para él. La familia de Andrew vivía enfrente de la casa de la familia de Emilia. No eran aristócratas porque no tenían título, pero sí tenían dinero para salir adelante sin problemas.
            Andrew solía visitar a Emilia. Hablaba con ella. Incluso jugaba con la pequeña Flora. Él y Emilia estaban descubriendo la vida. La llamaba Emily a veces. A ella le gustaba divertirse y conocer gente nueva. Por eso, disfrutaba con cada visita que hacía a La Calle Mayor. A Andrew, por el contrario, le gustaba estar en su casa, leer y hablar con sus padres. Eran dos jóvenes muy diferentes entre sí.
            Habían acudido a la escuela de La Unión. Andrew tenía planes. Emilia no sabía qué hacer. Le gustaría ir a la Universidad, pero estaba segura de que sus padres se opondrían a que estudiara. Las mujeres no estudian, le dirían. Mientras, Andrew estaba estudiando Derecho en la Facultad de Derecho de Madrid, en la Península. Por ese motivo, se podía decir que Andrew y Emilia estaban un poco distanciados. Se escribían.
            A menudo, Andrew fantaseaba con la idea de abandonarlo todo y de dedicarse a recorrer mundo. Sin embargo, sabía que la situación actual no le permitía viajar mucho por todo el mundo. El año pasado, Londres había sido bombardeada. Y los bombardeos, por lo que Andrew sabía, continuaban de manera periódica en otras partes de Inglaterra. ¿Cuándo se acabará esta maldita guerra?, se preguntaba Andrew una y otra vez.
            Andrew no era un chico tímido, pero le costaba trabajo encontrar a alguien con el que conectar. Emilia lo arrastraba con ella cuando iba a la Calle Mayor. Todas las personas que había conocido en Liverpool le parecían idiotas. No sabía si volvería a acostumbrarse a vivir en Liverpool en el caso de decidir algún día volver a su país natal. Pero la guerra continuaba y era imposible vivir allí. A menudo, rezaba para que todo terminara. Le habían dicho que la guerra estaba a punto de terminar y los vecinos de La Unión se enzarzaban en animadas conversaciones sobre quién iba a ganar la guerra.
-Yo digo que van a ganar los alemanes.
-Pues yo pienso que van a ganar los aliados.
-¿Qué aliados?
-Los franceses…Los ingleses…
            Andrew había estado un tanto sobreprotegido por sus padres. Era hijo único porque su madre, al traerle al mundo, quedó imposibilitada para tener hijos. Se lo habían contado muchas veces, como también le habían contado que estuvo a punto de morir cuando vino al mundo.
            Los padres de Andrew tenían miedo de que le pasara algo y, por eso, estaban pendientes de él.
            No lo había pensado, pero imaginaba que algún día se casaría y tendría hijos. Ningún matrimonio que conocía era feliz. Excepto dos: el de sus padres y el de los padres de Emilia. A sus ojos ingenuos, ellos eran felices.
-Mariona no es feliz-le dijo Emilia a Andrew.
-Pues debería dejar a su marido si no la hace feliz-sugirió Andrew.
-No es tan fácil. Aquí está mal visto que una mujer se separe.
-Podría divorciarse. Aunque…El divorcio…
-Es muy difícil de conseguir. Y estaría todavía peor visto que una separación. Lo siento por Mariona.
            Estaban en la habitación de Andrew, sentados en la cama.
-Me da pena tu hermana-se lamentó Andrew.
            Emilia esbozó una sonrisa triste y le besó en la comisura de los labios. Ella era la amiga de Andrew, su compañera del alma, lo mejor que le había pasado en la vida.
-Por lo menos, te tiene a ti-suspiró Andrew.
-La apoyaré siempre-le aseguró Emilia.
            El nacimiento de la muchacha fue un regalo para Andrew. Le estaba agradecido por ello.
            Le debía la vida a Emilia.
            Le gustaba abrazarla y acariciar su pelo.
            Emilia decía que Andrew era su mejor amigo. Afirmaba que, cuando estaban juntos, se convertía en otro hombre. Y ella decía que era más equilibrada. Tenía un carácter alegre y un tanto inquieto. Ella le abrazaba y le besaba con cariño.
            En el fondo, eran unos críos. Aún les gustaba jugar y se aburrirían si fueran a una de aquellas fiestas a las que Emilia tendría que ir un tanto a la fuerza. La gente que Andrew había conocido en Madrid era o idiota o aburrida. O las dos cosas.
            Emilia y Andrew se tenían el uno al otro. A menudo, cuando estaba en Madrid, se sentía solo. Él y Emilia hablaban con todo el mundo, pero no tenían amigos. Somos la otra cara de la moneda, se decían.
            No estaban hechos para la vida en sociedad. Pero los dos sabían que tenían que resignarse a ella porque no tenían otra alternativa.
            Eran amigos, eran casi una familia. El cariño que se profesaban era puro.
            ¿Había algo sucio en la relación que les unía?
            Sus familias no encontraban nada raro en la relación que había entre Emilia y Andrew.  
            En el fondo, Andrew y Emilia eran dos inadaptados. Dos personas que estaban enfrentadas con el mundo. Dos personas que estaban destinadas a no triunfar en la vida. Andrew tenía la sensación de que jamás ejercería su carrera de Derecho. Y Emilia no se conformaba con la vida que le había tocado. Ella tenía sueños…¡Quería estudiar en la Universidad, como Andrew! ¿Por qué no podía ir a la Universidad? Porque era mujer. Por eso mismo.
                   Se lo comentó a Mariona una tarde que su hermana fue a merendar a su casa. A veces, Emilia tenía la sensación de que Mariona pasaba más tiempo en su casa que con su marido. 
                     Merendaron en el jardín, ya que hacía una tarde soleada. 
                    Emilia vivía en la Calle Real, enfrente de la Plaza de Las Fuentes. 
                    Emilia y Mariona tomaron una taza de chocolate para merendar. Acompañaron la merienda con un bizcocho. 
                     Mariona bebió un sorbo de su taza de chocolate. 
-Tienes que pensar ya en casarte-le comentó a su hermana menor-Ya tienes una edad en la que debes de ir pensando en encontrar un buen marido. Yo ya era algo mayorcita cuando me casé. 
-El matrimonio entraba en tus planes-le recordó Emilia. 
-Y debe de entrar también en tus planes. ¿O acaso no sientes nada por ese joven inglés que te ronda? 
                      Emilia le dio un mordisco a un trozo de bizcocho. 
                      Se ruborizó al escuchar la pregunta que le hizo su hermana mayor. Pero se rehizo enseguida. Mariona se equivoca, pensó. No hay nada entre Andrew y yo. Sólo somos amigos. 
-Es un buen amigo mío-contestó Emilia. 
-Los hombres y las mujeres no pueden ser sólo amigos, hermanita-replicó Mariona-Yo no soy amiga de mi marido. Estoy casada con él. 
-Entonces, debo de suponer que sois muy felices. 

                                      Estoy enfermo…Enfermo de amor…He podido morder a Emily en uno de sus pechos hasta que le he hecho sangre. He bebido de su sangre. Estoy loco. Lo sé.

viernes, 22 de agosto de 2014

EL CANTÓN

Hola a todos.
Hoy, me gustaría hablaros un poco acerca de un lugar llamado El Cantón.

El Cantón se encuentra en una geografía dominada por la Sierra de Barinas, y es en ésta donde en su momento se encontraron restos prehistóricos.
            El hallazgo de restos de herramientas de silex, piedras pulimentadas y restos argáricos en el yacimiento del Moreterico, con restos cerámicos y de útiles de piedra como hachas, nos recuerdan que hace más de cuatro mil años las sociedades de cazadores y primeros agricultores se abrían paso en estas geografías. Tras ellas llegarían las primeras civilizaciones, encontrando en zonas del entorno del Cantón vestigios de la íbera y la romana.
            La historia medieval sería testigo de cómo las aldeas de Abanilla manufacturaban muchos de los productos artesanales que se vendían en la vecina Orihuela, a la que Abanilla estaría ligada hasta el siglo XIII de una manera administrativa. Todavía en esta aldea de El Cantón se confeccionan productos como los higos secos con almendra o las puntillas y encajes de bolillos que, antiguamente, constituían parte de las mercancías llevadas a Orihuela para su venta.
            En El Cantón no se habla valenciano, ya que la población fue agregándose, sobre todo, a raíz de la Reconquista y, principalmente, durante las posteriores repoblaciones de la Edad Moderna, provenía en su mayoría de Castilla.



Rodeada por sus cuatro costados de sierra, la pedanía abanillera de El Cantón ofrece al visitante un paisaje de gran belleza. Varios kilómetros antes de entrar en la población, ya se divisan las canteras de las que se extrae el mármol rojo, cantón o coralito, como también se le llama, y tan conocido fuera de estas tierras.
            En la sierra de El Cantón, de unos 910 m. de altitud, se encuentra un espécimen singular llamado chumberillo de lobo. 

miércoles, 20 de agosto de 2014

FRAGMENTO DE OTRA DE MIS HISTORIAS

Hola a todos.
Aquí os traigo el fragmento de uno de los borradores de una de mis historias.
Esta historia es una novela corta que tengo en borrador y cuyo título provisional es El prometido de la mujer cautiva. 
Los nombres de los personajes son también provisionales.
Cuenta la historia de una joven que es detenida acusada de un delito que no ha cometido. Su prometido y su familia luchan por sacarla de la cárcel, donde vive un verdadero Infierno. Pero la relación entre su prometido y su prima empieza a estrecharse demasiado.
¿Qué pasará?
Os dejo con un fragmento de esta historia que, por cierto, transcurre en La Unión. Me falta decidir si quiero que transcurra a principios del siglo XX o si quiero que transcurra a finales del siglo XIX. Además, me faltan otras muchas cosas.
Espero que os guste este trozo.

                           Se podía ver en un rincón del portal a María Rosa y a Rafael fundidos en un largo y profundo beso. Uno podía creer que Rafael iba a devorar los labios de María Rosa. Al separarse, el joven cogió las manos de María Rosa y se las besó.
            Ella salió del portal.
            Rafael se sentó en la escalera.
            Perdóname, Dani, murmuró. Se estaba portando como un cerdo. Su novia estaba en la cárcel. Y él, mientras, estaba liado con la prima de ésta. Daniela era una buena chica. Quizás podía ser un poquito impulsiva, pero era buena.
            Rafael había ido aquella mañana a visitar a Daniela a la cárcel. Su novia estaba muy delgada. Tuvo la sensación de que era golpeada en los interrogatorios. O cada vez que a los guardias les venía en gana. Tenía que sacarla de la cárcel. Daniela no había hecho nada malo. Y, en lugar de estar apoyándola, se había refugiado en María Rosa. Tenía que romper aquella relación. No estaba ayudando en nada a su novia. Le estaba haciendo daño.
            Aunque Daniela ignoraba lo que estaba pasando en el exterior.
-Buenos días-le saludó la portera a Rafael.
-Buenos días-contestó el joven.
-¿Cómo está la señorita Daniela? ¿Va a salir pronto de la cárcel?
-En esas estamos.
-Sabía yo que esa chica acabaría cometiendo alguna estupidez. 

lunes, 11 de agosto de 2014

DIARIO DE BEATRIZ COLINA Y YÁÑEZ

Hola a todos.
Y aquí os traigo un nuevo fragmento del diario de Beatriz Colina y Yáñez.
Espero que os esté gustando.

                                   Damos cuenta cada uno de una taza de café en el salón de mi casa.
-Me gustaría hablar con usted-empieza a hablar-Espero que no se lo tome a mal. Usted me gusta, señorita Colina y Yáñez. Me gusta como mujer.
-¿Ha venido a mi casa para declararse?-le pregunto con curiosidad y con nerviosismo a la vez.
-He venido a su casa sólo para estar con usted.
-Ya lo ha conseguido.
-Pero siento que no es suficiente.
                               Yo también siento que el tiempo que pasamos juntos no es suficiente.
                                Yo también siento que necesito más de él. Pero no me atrevo a expresar mis deseos en voz alta por miedo a que piense lo peor de mí.
-Desde que la conozco, muchos pensamientos pasan por mi cabeza-prosigue-Pensamientos que son indecorosos, pero he de contenerme porque yo la respeto.
                               Me quedo sin habla.
-Los pensamientos indecorosos...-balbuceo-Los pensamientos indecorosos no son tan malos.
                                Mi taza de porcelana de café tiembla en mi mano.
                                Logro llevarme mi taza de café a los labios para beber un sorbo. Trato de contenerme. De estar tranquila.
-Deseo hacer cosas con usted-se sincera-No se lo tome a mal.
                               Entonces, posa sus labios sobre mis labios. Y me da un beso largo y profundo.

domingo, 10 de agosto de 2014

DIARIO DE BEATRIZ COLINA Y YÁÑEZ

Hola a todos.
Hoy, seguimos conociendo más fragmentos del diario de Beatriz Colina y Yáñez.
Espero que os esté gustando.

                                     Hemos salido a dar un paseo por la Glorieta de San Francisco.
                                    Hay mucha gente. Y mi doncella, que está haciendo las veces de carabina, camina a unos pasos por detrás de nosotros.
-Me gustaría verle a solas-le confieso, asombrada por mi propia audacia.
-¿Lo dice en serio?-se extraña él.
                                 Mi corazón late a toda velocidad.
                                 Estoy tan cerca de él que casi puedo respirar el mismo aire que él respira. Pero lo último que quiero hacerme son ilusiones porque tan sólo me está cortejando. Podría decirse que es un simple coqueteo. ¿Un simple coqueteo?
                                  Me acerco más a él y le estampo un beso en la mejilla que le deja asombrado. Pero él acaba alzando la mano para acariciarme con suavidad la mejilla con la yema de los dedos.
-Es usted una joven muy especial-me dice.
-Se agradece el piropo-afirmo.
-No se trata de ningún piropo. Es la verdad.
                                  Casi sin que yo me dé cuenta, se inclina hacia mí y deposita un beso en los labios. Es un beso suave. He de conformarme con esto.
                                  No puedo olvidar que mi doncella está escandalizada. Intuyo lo que me va a decir cuando nos quedemos a solas. Dirá que me estoy portando igual que una prostituta del muelle. Pero no me importa. ¡Estoy enamorada!

sábado, 9 de agosto de 2014

DIARIO DE BEATRIZ COLINA Y YÁÑEZ

Hola a todos.
Hoy, os traigo un extracto de lo que podría ser el diario personal de Beatriz Colina y Yáñez.
Beatriz es la hermana de Roberto Colina y Yáñez, el conde de Mora.
Siempre ocupa un puesto más bien secundario, aunque su participación en toda la historia es muy activa.
Estos fragmentos no aparecen en la novela. Pero he decidido compartirlos con vosotros.
Beatriz es toda una dama del siglo XIX.

                                      Es la hora de la cena.
                                      Mi marido entra en el comedor y me da un beso en la mejilla a modo de saludo.
                                     Él se sienta en la cabecera de la mesa. Yo me siento a su lado.
-Algunas veces, tengo la sensación de que nada de esto está pasando-le confieso.
                                    La cocinera nos sirve la cena. Comemos michirones de primer plato. La idea se me ha ocurrido esta mañana.
-¿A qué te refieres?-me pregunta mi marido.
-Me refiero al hecho de que estamos casados-respondo.
-¿Te parece raro?
-Todo me parece raro. El estar enamorados.
                                  Pincho un michirón con un tenedor. Me lo llevo a la boca.
                                  Es una escena cotidiana.
                                  Me repito a mí misma una y otra vez que soy una mujer casada. Pero no termino de creérmelo.
                                  No puedo decir que no lo tengo todo. He encontrado al amor de mi vida. Me he casado con él. Todavía no tenemos hijos. Pero hace unas pocas semanas que estamos casados. No puedo apartar la vista de mi amado esposo mientras cenamos. Él me habla de lo que ha hecho a lo largo de toda la cena. Yo me sirvo un vaso de agua y bebo un sorbo.
                                  Le escucho con atención. Tengo la sensación de que sólo me habla para que pueda escuchar el sonido agradable de su voz.
                                 Se inclina hacia mí y me besa de lleno en la boca.
-Soy muy feliz por tenerte a mi lado, Beatriz-me asegura.

miércoles, 6 de agosto de 2014

EL MONASTERIO DE SAN GINÉS DE LA JARA

Hola a todos.
Hoy, me gustaría hablaros de un lugar francamente interesante.
No se encuentra en La Unión exactamente.
Sin embargo, parte de una historia que tengo en mente desde hace algún tiempo transcurrirá en este lugar.
Se trata del Monasterio de San Ginés de la Jara.
Se encuentra en la diputación de El Beal, en el término municipal de Cartagena. En concreto, se halla en las laderas del Cabezo de San Ginés, en el mismo lugar donde se encuentra la Cueva Victoria, donde están los restos de los primeros humanos que estuvieron en la Región de Murcia: tres restos de homo habilis.
Se sabe que hubo un lugar en el lugar donde se halla el Monasterio dedicado a los cultos mozárabes desde antes del siglo XI.
Se construyó una Ermita junto a la torre defensiva que ocuparon los monjes agustinos.
Fue la orden franciscana la que se encargó de levantar el actual Monasterio en el siglo XVI bajo el patronazgo de los marqueses de Vélez.
El monasterio constaba de:
-La Iglesia de una sola nave y de seis capillas laterales.
-Coro que tenía un órgano barroco.
-Retablo sobre el Altar.
-Un huerto verde y frondoso.
-Jardines.
-Claustro.
-Una torre.
-Varias Ermitas esparcidas a lo largo del Cabezo de San Ginés.
El Monasterio sufrió la desamortización de Mendizábal y empezó el periodo de abandono que concluyó con la ruina en la que se halla.
La historia que me gustaría que vea la luz transcurre en la época anterior a la desamortización de Mendizábal.
Aún no sé cuándo verá la luz. Estoy trabajando en ella.
Seguiré informando.

martes, 5 de agosto de 2014

EPÍLOGO DE "EL FRANCÉS"

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros este pequeño epílogo que le he dedicado a mi relato El francés. 
Espero que os guste.

CARTA DE SARA A SU PRIMA ANA

                         Mi querida Ana:

                         Doy gracias a la Virgen de los Dolores mil veces. 
                         ¡Estás bien!
                         He recibido tu carta esta mañana. Una de las criadas me la ha entregado casi a escondidas cuando yo regresaba de Misa. 
                          Tus padres, mis tíos, no quieren mencionar tu nombre. No han asimilado del todo que te hayas enamorado de un francés. Que te hayas escapado con el que ellos consideran que es nuestro enemigo. La guerra ha dejado muchas heridas abiertas que sangran y no dejan de doler. No cicatrizan. 
                           Me alegro de saber que estás bien. Sé que vives en Marsella. Habéis empezado de cero Philippe y tú. Cuesta trabajo, pero hay que hacerlo. 
                            Pienso, a veces, que la guerra no ha terminado. Hay mucho dolor reflejado en los rostros de las personas que viven aquí. También veo odio. Hay mucho odio disimulado en el ambiente. Se palpa la tensión. Y eso no me gusta. 
                             Yo no quiero quedarme soltera. Por eso, quiero que los caballeros me cortejen. Ya vienen a visitarme unos cuantos aquí. A casa...Una criada se queda con nosotros mientras hablamos en el salón. Me besan la mano. No pasamos de hablar de temas que me aburren. De plantas...De caballos...Del tiempo que hace. 
                             Uno de mis pretendientes se atrevió a besarme en la boca durante un descuido de la criada. No sentí nada y le abofeteé. No pierdo la esperanza de enamorarme. 
                             Te deseo toda la suerte del mundo. 
                             Rezo todas las noches para que Philippe y tú seáis felices. Mis tíos acabarán perdonándote. 
                             Les enseñaré tu carta.
                             Les diré que estáis los dos bien. Que os amáis mucho. Y que la guerra ha terminado. Es la hora de la paz. Yo lo pienso así. 
                             Te quiero mucho. 
                             Te envío el más fuerte de los abrazos. 
                             Y sé que mi prima Carmen está contigo. Desde el Cielo, ella te cuida y te protege. 
                              Cuídate mucho. 
                             Te quiere,
                              Tu prima Sara. 


POSDATA: Me cuentas en tu carta que Philippe y tú ya habéis tenido vuestro primer hijo. Es una niña. Está fuerte y está sana. Me cuentas que es la niña más bonita del mundo. Has tenido un gesto precioso. Vuestra hija se llama Carmen. ¡Me alegro mucho! Carmen sigue viva en tu corazón, mi querida Ana. Al llamar así a tu hija, la mantienes viva. Carmen es el ángel de la guarda de su sobrina. La quiere. Y la protege. Yo lo siento así. 

lunes, 4 de agosto de 2014

MARTINA COLINA Y YÁÑEZ

Hola a todos.
Hoy, seguimos con Martina Colina y Yáñez.
En esta ocasión, no vamos a ver ningún fragmento de su diario.
Voy a enseñaros un retrato que he encontrado de una joven de la década de 1830. Esta joven bien podría ser Martina.



Se trata de una joven bastante guapa. Posee un gusto exquisito para vestir. Igual que Martina...
Su rostro tiene facciones delicadas y su mirada es tranquila y profunda. Igual que Martina...
Pero hay algo en ella que la hace irresistible.
Más adelante, aparecerá en la vida de Martina un hombre que le enseñará a besar. Del que se enamorará y por el que será amada.
La historia de Martina tardará mucho tiempo todavía en ver la luz. Pero prometo que verá la luz.
Aunque sea dentro de algún tiempo.

domingo, 3 de agosto de 2014

MARTINA COLINA Y YÁÑEZ

Hola a todos.
Hoy, os traigo un nuevo extracto del diario de Martina Colina y Yáñez.
Espero que os guste.

                                Adela habla en voz alta acerca de las novelas de amor que suele leer en voz alta. No importa si está en el salón con nosotros o si está sola en su habitación.
                                Adela parece que sueña en voz alta. Yo la escucho hablar. El mayor deseo de Adela es recibir un beso de amor verdadero en la boca.

                                  Es ahora cuando he descubierto, gracias a mi amado, lo que es sentir sobre cada centímetro de mi carne cada uno de los besos que él deposita. Sus labios en mi piel...
                                  Es ahora cuando he descubierto, gracias a mi amado, lo que es sentir su lengua recorriendo cada porción de mi cuerpo.
                                  Los besos que me da en los labios. Las caricias que me brinda con sus manos. Con sus labios...Los abrazos que me da.
                                  Es el verdadero amor. Y lo he descubierto gracias al hombre que verdaderamente amo con todas mis fuerzas.



                                 He sentido placer cuando ha besado mi cuello. He sentido placer cuando ha besado mis hombros. Me he entregado a él sin sentir miedo alguno.

sábado, 2 de agosto de 2014

MARTINA COLINA Y YÁÑEZ.

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros un extracto del diario de Martina Colina y Yáñez.
¿Y quién es Martina?
En teoría, Martina es la hermana menor de Roberto Colina y Yáñez, conde de Mora, nacida durante la estancia de la familia en su finca del caserío de Los Vidales, en El Garbanzal. Cuando Martina viene al mundo, Roberto tiene dieciséis años.
La realidad acerca del origen de Martina es bien distinta. Y hasta aquí puedo leer.
El diario de Martina no viene en ninguna de las novelas. Pero pienso que nos permite conocer un poco mejor a esta encantadora joven.

                                Me gusta salir a pasear por la Alameda de San Antón.
                                Es Beatriz quien suele empujar mi silla de ruedas, mientras mi prima Adela camina a mi lado. Las dos me cuentan anécdotas de cuando venían a jugar con Roberto, con Adelaida y con Alejandra cuando eran pequeñas. Les acompañaba siempre su niñera. Y no podían dejar de corretear de un lado a otro.
                                  Yo también he estado aquí jugando cuando era más pequeña. Cuando todavía podía caminar.
                                   Y siento el inmenso deseo de levantarme de mi silla de ruedas y echar a correr. Adela advierte lo que me está pasando. Beatriz deja de empujar mi silla de ruedas. Adela me da un beso en la sien.
-Siempre terminas llorando-me regaña con suavidad.
-Es porque echo de menos el poder correr-le aseguro-El poder subirme a los árboles. El poder caminar.
-Y volverás a caminar algún día-me asegura Beatriz.
-Todos sabemos que eso no va a pasar-me lamento-Ya fue muy claro el médico hace algunos años. Estoy condenada a vivir postrada en una silla de ruedas. Nunca podré levantarme de ella. No volveré a caminar. No volveré a correr. No volveré a ser como era antes.
-¡No me gusta que tires tan rápido la toalla, Martina!-protesta Adela.
-Quizás, mi problema es que soy realista.
-El problema es que eres demasiado pesimista-se queja Beatriz.
-No quiero ser una carga para ninguna de vosotras. No quiero que madre sufra por mi culpa. Tenéis derecho a hacer vuestra vida. Yo podría terminar en un convento. Me cuidarían bien allí. Estaría bien atendida.
-Nosotras te atendemos. Nosotros te cuidamos. Te queremos, Tina. No olvides. Somos tu familia.
                          Noto cómo las manos de Beatriz me aprietan con suavidad los hombros. Me indican que siempre estará a mi lado. Y yo se lo agradezco de corazón. Necesito a mi familia en estos momentos más que nunca.

 

viernes, 1 de agosto de 2014

FRAGMENTO DE UNA DE MIS NOVELAS

Hola a todos.
Hoy, me gustaría compartir con vosotros un fragmento de una de mis novelas que transcurre en La Unión.
Espero que os guste.

                                    Se estaba acostumbrando a vivir en el Monasterio de San Ginés de la Jara. Todo esto lo pensó mientras daba un paseo por el jardín del Monasterio.
                                    Se levantaba mucho más temprano que de costumbre para ir a la capilla a rezar las vísperas. Trabajar duro no le importaba. Llevaba toda su vida trabajando duro.
                                    Había trabajado en el campo desde que le alcanzaba la memoria. Por eso, no le preocupaba nada trabajar en el huerto que había en el Monasterio. Dormía en un camastro estrecho. Pero había dormido toda la vida en un camastro estrecho en la casa donde vivió junto con sus padres.
                                   Llevaba algo mal los días en los que había que hacer ayuno. Sabía que el ayuno ayudaba a purificar el espíritu.
                                   Se sentó en un banco de piedra que había en el jardín. Contempló el jardín. El edificio...La capilla...
                                    Era su deber tomar los hábitos, pensó. No podía fallarle a sus padres. Ellos le habían cuidado como si fuera su verdadero hijo. Deseaban tener un hijo y apareció él. El hijo de su corazón...
                                    Me quedaré aquí para siempre, decidió. Escuchó el canto de los pájaros. Decidió que no le importaría pasar el resto de su vida en el Monasterio de San Ginés de la Jara. Y convertirse en fraile.