Hola a todos.
Hoy, seguimos centrándonos en la figura de la madre de Sofía.
Veamos qué nos cuenta.
Mi apreciada doña Manuela:
¡Ya sé dónde está! Su sobrino ha tenido a bien de venir a contármelo. Le he entregado la carta que le he escrito.
No crea que la he olvidao. ¡Eso no!
Pienso mucho en usté. Rezo por usté.
Y no veo la hora de ir a verla. La recuerdo en su jardín o preparando la comida. La oigo y pienso que está aquí.
Me asomo a la ventana. Oigo a un perro.
Ladra en la distancia.
Hacía frío. El cielo está cubierto de nubes y una espesa niebla lo cubre todo. Mis hijas duermen.
Parece que estoy en otro país. Y estoy en La Unión.
Mi mayor alegría es cuando escucho la radionovela con mis crías. Las poquicas veces que la Sofía tiene la tarde libre.
He desconectado la radio.
La casa está sumida en el silencio. Odio el silencio. Mi marido duerme.
Estoy ahorrando unas perricas. El Ricardo tiene muchos planes.
Habla de comprarse un Seiscientos.
Sólo la Mari me hace compañía en realidad. Pero no tardará en irse.
El Julián ya entra en casa. Tengo a mis crías, pero éstas son ya mayores.
-La Unión es pasado, presente y futuro-me decía su pobre marido, que en paz descanse.
Ya ve. Me acuerdo de él.
Realidad y leyenda...
El presente es la realidad. El pasado es la leyenda.
En el economato, me preguntaron el otro día por usté. La echan de menos.
Antes, mi Mari y mi Sofía jugaban a las muñecas. Jugaban a las casitas con lo poquico que tenían.
A la comba...Corrían. Jugaban a la pilla. Hace mucho que mis crías dejaron de jugar. Mi Mari dice que sus hijos serán los que jugarán.
Pero se queja de que el Julián la besa a menudo con brusquedad. Yo le digo que eso no es decente.
No me gusta ese mozo. Se lo he dicho a mi Ricardo. Pero él piensa que es lo mejor pa nuestra Mari. Mi Sofía no se fía tampoco de él. Yo quiero darle una oportunidad.
Ninguna de las dos son unas niñas. Ya son mujeres. Mari habla de casarse.
Y el Pablo está rondando a mi Sofía. Todo es una repetición. Ya lo ve.
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