Hola a todos.
Hoy, seguimos más retazos de la vida de Sofía en La Unión durante la década de 1960.
En esta ocasión, nos centraremos también en el noviazgo de María, la hermana de Sofía, y en cómo lo vive ésta.
Sofía y María iban a Misa en compañía de sus padres. Éstos afirmaban ser muy buenos cristianos.
Las dos hermanas llevaban el rosario colgando entre sus dedos.
Tenían el misal en una mano. Era un regalo que les hizo su madrina cuando hicieron la Primera Comunión.
Abrían el misal. Lo leían durante la Misa. Mantenían las cabezas agachadas. Iban a la Iglesia vestidas de negro. Como debía ser.
Se cubrían las cabezas con un pañuelo. A ser posible, negro.
Sofía no sabía si debía de pensar en Pablo como su novio.
Los clientes del bar la piropeaban. Era una chica muy guapa. Todo el mundo se lo decía.
Ya había empezado a hacerse el ajuar. Compraba el hilo en Las Novedades. Fue durante la Misa de doce cuando conoció al novio de María. Se encargaba de acercarse a María y de darle el beso de La Paz durante la Misa.
-¿Quién es ése?-le preguntó en una de aquellas veces Sofía.
-Es Julián-respondió María-Madre te puede hablar de él. Es mi novio.
Julián era su nombre. Sólo había besado a María en las mejillas. Sin embargo, también la había besado en los labios cuando nadie les veía. A María le gustaba.
Los padres de Julián eran personas sencillas. El joven trabajaba en la Mina La Cierva. Era ahorrador. No era amigo de irse de bares más que cuando le obligaban los amigos.
Entre tanto, el padre de Sofía y de María había sido ascendido a encargado. El ascenso había ocurrido hacía relativamente poco.
Soñaba con un brillante porvenir para sus dos hijas. Con verlas casadas con hombres decentes. Lo cual logró más adelante.
Sofía y María se parecían en el fondo.
Eran dos chicas sensatas.
Sofía se encontraba con Pablo de vez en cuando.
-Hola, Sofía-le decía.
-Hola...-le devolvía el saludo.
Solían verse en la calle. Sofía pensaba que Pablo la estaba rondando.
-Te mira-le decía su amiga Elena-Te está mirando. Lo tienes loquito.
Sofía se ponía roja. Aceleraba el paso. Paz y Elena tenían que correr para alcanzarla.
Pablo la estaba mirando. Le estaba sonriendo. Se dijo así misma que no volvería a pasar por la Glorieta de La Rosaleda nunca más. ¡Pablo estaba sentado en uno de los bancos!
-¿Qué ocurre?-se interesó Paz-¿Se te ha declarado?
-Todavía no...-contestó Sofía-No hay nada todavía entre nosotros. ¡Miento! ¡No hay ná! Le gusto. Pero... Sólo eso...
-Pero...-se extrañó Elena-¿A qué está esperando? Ahora, las cosas van un poquico mejor en tu casa. ¿No? Claro...¡Cómo tu padre es ahora el encargao! No me extraña.
Una vez, Sofía tuvo que atender a un grupo de amigos que había acudido al bar Balsalobre a tomar el aperitivo. Era sábado. Se llevó una sorpresa cuando vio en aquel grupo a Julián. Éste la presentó como su futura cuñada. La hermana menor de su novia María...
-¿Qué estás haciendo aquí?-le preguntó Sofía-No te esperaba.
-He venido a tomar el aperitivo-respondió Julián-Me alegro de que seas nuestra camarera.
-¿Qué queréis tomar?
-Aún no lo hemos decidido. Espera. Espera un poco. No nos hemos decidido.
-No tengo tó el día. Tengo otras mesas que atender. La Paz está pachucha. He de hacer yo hoy también de camarera.
-Vale...Sí...Lo que tú digas.
Sofía alzó la vista al cielo. Bufó.
María le había contado muchas cosas acerca de su novio.
Como que le ponía nerviosa. Le temblaban las piernas cuando la miraba.
Sin embargo, Sofía había escuchado que tenía un mal carácter. No quería eso para su hermana. Podía pegar a María. Intentó hablar de ese tema con su madre.
No quería como marido de su hermana mayor a un hombre así. Y empezaba a dudar acerca de lo que sentía realmente por Pablo.
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