miércoles, 22 de abril de 2015

HISTORIAS DE LA UNIÓN

Hola a todos.
Seguimos conociendo más a fondo a Sofía y a las personas que la rodean.
En este caso, conoceremos a Marián, quién ha aparecido en otras ocasiones, que también es amiga suya.

                           Julián era, además, muy religioso. Un buen cristiano...Trataría bien a María. Ella le daría hijos. Se sometería fácilmente a él. Eso era lo que estaba buscando. Una chica como María...
                           Dócil...Sumisa...
                          Una chica que soñaba mientras cosía su ajuar de novia.
-Espero que no estés cometiendo un error-le dijo Sofía una tarde de viernes a María cuando entraron en Las Novedades a comprar un ajuar.
                          Una mujer estaba siendo atendida en aquel momento. De modo que tuvieron que esperar. María miró risueña a su hermana menor.
-Julián es la clase de hombre que me conviene-afirmó-Va muy en serio.
-Entra en casa-recordó Sofía-Pero eso no es ná. ¡Me parece un burro! Te molerá a palos.
-¡Anda! ¡Anda, no me exageres!
-Lo estoy viendo venir, Mari.
                            Su hermana mayor la abrazó con cariño.
                            En aquella época, otra de las amigas de Sofía, Marián, decidió tomar los hábitos. Durante unos años, estuvo viviendo en el Convento de las Siervas, en Cartagena. No llegó a formular los últimos votos. Abandonó el convento en el año 1970.
                             Sofía fue a verla al convento. Dieron un paseo por el jardín del mismo. Se sentaron en un banco.
-Aún no me lo puedo creer-comentó Sofía.
-Dios me ha llamado a Su Servicio-afirmó su amiga.
-¿Y desde cuándo tienes vocación religiosa?
                           En opinión de Sofía, Lucía, otra amiga suya, era la más religiosa de su grupo de amigas. Siempre pensó que Lucía acabaría en un convento. Marián siempre había sido muy moderna. Sin embargo, había cambiado en los últimos tiempos.
-Dios me ha llamado-insistió la joven.
-Ya...-bufó Sofía-Pero...¿Cómo ha sido? ¡Cuéntamelo!
-¡No hay ninguna explicación! Simplemente ha sucedido. ¡Y ya está!
-¡Ni la Marián quiere ser monja con lo devota que es!
                         Marián vivía en la Calle Méndez Núñez. Elena y ella eran vecinas. En realidad, estaban muy unidas. Sin embargo, la noticia de que Marián quería ser monja había dejado en estado casi catatónico a Elena. No se lo esperaba.
                          En cambio, Lucía vivía en las Casas del Descargador. Se decía allí que aquella chica iba a terminar siendo monja carmelita. Cuando llegó hasta allí la noticia de que Marián se había ido a Las Siervas a ser monja, no se lo creyeron. Una vecina le preguntó a Lucía el porqué no se había ido con ella.
                            Llegaron a la conclusión de que Marián se había vuelto loca. Lucía había visto unas mil veces La mies es mucha. Sólo veía cine religioso. Y, por supuesto, no escuchaba música ye-ye. La chica sólo leía libros de Acción Católica. Al menos, no escuchaba música religiosa más que cuando sonaba en la radio.
                         Durante la visita que le hizo Sofía a Marián en el convento, la chica le habló de muchas cosas. Ya había recibido la visita de Paz. Y se había marchado estupefacta de allí. Le contó a Sofía lo mismo que le había contado a Paz. Y que la asustó.
                        Habló de ir a las misiones. Al Congo...De ser una mártir moderna.
-¡Anda, calla!-le espetó Sofía-No digas burradas.
-¡No son burradas!-insistió Marián-La Paz y tú os equivocáis. Yo quiero ser una mártir.
-¡Estás chiflada!
                            Estuvo un rato hablando con su amiga. Le daba miedo oírla de lo que decía. Parecía que estaba poseída.
-Bueno, me tengo que ir-dijo Sofía-Ya vendré a verte otro día. Y le diré a la Luci que se pase por aquí.
-Cuando quieras-le contestó Marián-Yo rezaré mucho por ti. Y espero que la Luci ingrese en este mismo convento. Donde estoy yo. ¡Ay, Sofi! Estoy rezando mucho por todas vosotras. Quiero que seáis monjas. Como yo...
                       


                                   Sofía se fue del convento. No sabía si se casaría algún día o si se quedaría a vestir Santos. Pero sí sabía una cosa. Jamás se metería a monja. No tenía vocación religiosa.
                                  Volvió a La Unión en coche de línea. Más adelante, cuando supo que Marián había abandonado el convento, se alegró muchísimo.
                                  Por suerte, podía ir a verla a Cartagena. Sofía se apoyó contra el asiento del coche de línea. Todavía le quedaba un ratio antes de llegar a La Unión.

                                  Lo supo cuando acudió a hacer la compra. El Mercado Público estaba abierto. Fue allí cuando le contaron a Sofía que a Marián la habían forzado tiempo atrás en la Carretera del 33. Doña Visi era una mujer muy cotilla.
                                 Pese a estar casada y ser madre de trece hijos, vivía por y para saber lo que ocurría en la ciudad. Para saber quién estaba liado con quién.
                                 Quién se gastaba las perras en bares. Quién no era ya virgen.
                                 Sofía estaba en el puesto de la fruta. Doña Visi la abordó para contárselo.
                                 De la impresión, se le cayó a Sofía el tomate al suelo. Había cosas que era mejor no saber. Ni contarlas en un lugar público. Como aquel...
                                Pero tuvo que abordarla doña Visi. La mujer más cotilla de la ciudad...Parecía disfrutar hablando de aquel tema. Un tema repugnante...
                                Pobrecilla...Qué desgracia...Una barbaridad...
                                El nombre completo de Marián era María de los Ángeles. Sus amigas la llamaban Marián. Su familia y los demás la llamaban Gelita.
                                ¡Pobre Gelita!
-Calle, señora Visi, calle-le pidió Sofía-La van a oír.
-¿Has ido a verla?-le preguntó doña Visi-Me imagino que ya la habrás visto. ¡Pobrecilla! ¡Con lo bonica que es! Porque es muy bonica. ¿Ya la has visto?
-¿Por qué habla usté de esas cosas?
-Porque a la pobre zagala la desgraciaron. Fue algún malnacido. De esos hay muchos por el mundo. Ya se sabe. No hace falta irse al extranjero pa ver ciertas cosas. La familia cree que la culpa es de ella. ¡Angelico mío! Le han metido en la cabeza que tiene que meterse a monja. Sólo así purgará su pecado. ¡Pecado dicen! ¿Qué cosa ha hecho? ¡La han desgraciao!
-Marián no me ha contao ná. Entre ella y yo nos contamos las cosas.
-Esto es mu gordo. Hazme caso. ¡Menos mal que no le han dejado la barriga llena! Si no...Sofi...Lo siento por la pobre Gelita. Pero hay cosas que es mejor no contar.
-Pero usté lo sabe.
-Ya lo sé. ¡Y lo sabe media ciudad! ¿Qué te crees? La Unión es una ciudad pequeña. Aquí no hay secretos. La gente se conoce.
-Entiendo.
                            Sofía se marchó del Mercado. Lo hizo sin terminar de hacer la compra.
                            Se sentó en un banco de la Plaza Joaquín Costa, donde se encontraba el Mercado Público. Estaba sudando. Se sentía acalorada. Respiró hondo. Trató de pensar que doña Visi no sólo era cotilla. También era mala persona.
                              Necesitaba tomar el aire.
                               Las campanas del Mercado Público dieron la hora. Eran las doce del mediodía. Sofía aferró con fuerza su cesta de mimbre. Le quedaban cosas que comprar. No entraba a trabajar hasta la tarde. María estaba haciendo las cosas con su madre. La cuál le estaría hablando de las maravillas de Julián. Y María le daría la razón. Hacía días que Sofía no veía a Pablo. No le echaba en especial falta.
                             Era verano.
                             Había gente en la Plaza. No sólo las personas que estaban comprando. Gente que quería disfrutar de una agradable mañana.
                             Hombres sentados en el banco...
                             Niños jugando al fútbol. Creyendo que eran Alfredo Di Stefano. O Kubala...
                             Las niñas estaban jugando a la comba.
-Al cocherito leré...-cantaban-Me dijo ancohe leré/Que si quería leré. 
                            Varios Seiscientos pasaron por la Calle Mayor. Iban camino de Los Nietos. O de La Manga...



                              A Marián le habían destrozado la vida. María iba a seguir sus pasos.
                             En su caso, iba a casarse con un indeseable. Sofía tan sólo tenía su trabajo y sus sueños.
                             Pero querían obligarla a renunciar a ello. Bien, ¡no lo iban a conseguir!

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