jueves, 23 de abril de 2015

HISTORIAS DE LA UNIÓN

Hola a todos.
Seguimos con más retazos de la vida de Sofía, nuestra joven unionense.
Seguimos viendo cómo es su vida en La Unión en la década de 1960.

                               La heladería La Jijonenca estaba abierta. Estaba apretando el calor. Sofía aceleró el paso. Daban ganas de tomar algo fresco.
                              Sofía tenía ganas de comprarse un helado. Un corte de mantecado...
                              Abrió su bolso. Los helados son dulces, pensó.
                               Sacó el monedero. Lo dulce ayuda a olvidar lo amargo, pensó Sofía.
                              Abrió el monedero. Contó el dinero que tenía. ¿Le llegaría para comprarse un corte de mantecado? Afortunadamente, sí. Le apetecía comerse un corte. Y no pensar en lo que la cotilla de doña Visi le había contado. No se atrevía a contárselo a Elena. Su amiga todavía no se había sincerado con ella.
                             ¿Y qué pasaba con la compra? ¡Bah! No le importaba. Ya se las ingeniaría con su madre. Lo siento. No había.
                               Se puso de pie. Sacó el dinero que necesitaba para comprarse el corte de mantecado. No le apetecía unirse a los corrillos de chicas que estaban en la Plaza. Saludó a Lucía, que iba al Mercado Público en compañía de su tía.
                             Se imaginaba de lo que estaban hablando en los corrillos. Que si Los Beattles. Que si Los Brincos. Que si ese cantante que se llama Raphael. También había corrillos de chicos hablando en la Plaza. No tenían otra cosa qué hacer.
-¿Viste el partido de fútbol?-se preguntaron los unos a los otros-Empataron. ¡Pero el Atletic estuvo bien! Mereció ganar.
                          Sofía entró en La Jijonenca. 
                          Había mucha gente allí congregada.
                           Salió de La Jijonenca un rato después. Daba cuenta de su corte de mantecado.
                          Bastante gente tenía ahora televisión. Pero seguían escuchando la radio.
                          Podían ver los partidos de fútbol. Se hablaba de que pronto empezaría a emitirse un segundo canal. Sofía esperó para poder regresar a casa. Quería comerse su corte de mantecado relajada. No pensar en nada.
                          Desde su ascenso a encargado, el padre de Sofía quería darse algunos lujos.
                          Había comprado un televisor no hacía mucho.
                          Antes, tenían una vieja radio.
                          Pensaba en comprarse un Seiscientos. Incluso, quería aprender a conducir. A su mujer le daba miedo meterse dentro de un coche.



                               Saboreó con calma su corte de mantecado.
                              Últimamente, Sofía creía ver Seiscientos por todas partes. Incluso, también ella quería aprender a conducir. Se lo había comentado a María. Pero su hermana se escandalizó cuando la escuchó.
                           Seiscientos y también turistas...Algunos se paseaban por La Unión. Se acercaban a Sofía. Intentaban dialogar con ella. No lo conseguían.
-Español...-le decían-Torero...Flamenco...Olé...
                            Todos los turistas le parecían a Sofía iguales. Todos eran rubios con la piel clarísima. Todos iban con la cámara de fotos colgada del cuello. Todos tenían la misma cara de pazguatos. Y, a su vez, los españoles eran iguales a los ojos de los turistas. Toreros...Gitanos...Y bailaores de flamenco...
-Mira, yo no te entiendo-les decía Sofía.
                         No tenía ni idea de hablar inglés.
                        Los ingleses no hablaban español.
                        Una vez, un turista le preguntó a Julián si era El Cordobés. 
-¡Uy, lo que me ha dicho!-se enrabiscó Julián.
                        Estaba paseando por la Calle Mayor. María le acompañaba.
-¡Déjale!-le pidió la joven.
-¡Yo lo mato!-gritó Julián, cabreado.
-¡No ha sido nada!
-¡Me cago en tus muertos, cabrón!
-¡Julián, no te entiende!
-Los palos que le voy a meter sí que los va a entender. ¡Déjame, Mari! ¡Que me lo cargo!
-¡Julián!
                             Estuvo a punto de liarse a palos con el turista.
-¡Yo no soy ése!-gritó-¡El Cordobés lo será tu padre!
                           Le gustaba El Cordobés. Le gustaban los toros. ¡Pero odiaba que lo confundieran con otra persona! El altercado tuvo lugar a la altura de la Casa del Piñón. Llegaron a las manos. El turista estaba perplejo. No entendía lo que estaba pasando.
                          Le acompañaba una rubia vestida con una minifalda. A los obsesos se le iban los ojos tras ella. Tras sus piernas, mejor dicho. El guiri hablaba y no se le entendía. La rubia se puso a sacar fotos de la pelea.
-¡Olé!-gritaba-¡Torero!
-¡No haga fotos, por Dios!-le rogó María-¡Va a ser peor!
                                La rubia sólo sabía decir eso. Olé...Torero...
                                Vino la Guardia Civil, una pareja concretamente de la Guardia Civil. Primero, se dedicaron a mirar las piernas de la rubia con cara de imbéciles. La misma cara que tenían los curiosos que se habían congregado allí. A continuación, separaron a Julián y al turista. Durante el forcejeo, a la rubia se le cayó la cámara de fotos al suelo.
                             La cámara acabó destrozada.
                             Una alterada María le contó el incidente a Sofía cuando estaban fregando los platos. Sofía tuvo la sensación de que el tal Julián era un verdadero bicho. Se había puesto hecho un basilisco por una tontería.
-No te cases con él-le advirtió a María.
                             Su hermana le aseguró de que sólo se había peleado con aquel turista.
-Conmigo es distinto-insistió.
                            No quiero verte con los ojos amoratados, pensó Sofía.
-Hazme caso-le rogó-Ese Julián no te conviene. Se ha puesto como un basilisco por una estupidez con un desconocido. ¡Imagina cómo será tu vida cuando te cases con él!
-Julián es bueno-insistió María.
-Te hará una desgraciá. Por favor, Mari. Hazme caso. No te cases con él.
-Sofi, quiero casarme con Julián. La otra opción es hacer como la Marián y meterme a monja. Yo no sirvo pa eso. Es lo que madre dice.

                         

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