lunes, 9 de junio de 2014

LAS ESTRELLAS COMO TESTIGO

Hola a todos. 
Hoy, me gustaría compartir con vosotros este fragmento, el último fragmento que voy a subir por el momento, de mi relato Las estrellas como testigo. 
En esta ocasión, se ahondará en el matrimonio entre Úrsula y su marido Diego. 
Vamos a ver lo que pasa. 

            Sin embargo, dada la grotesca explicación que le dio su madre, doña Catalina, acerca de cómo sería su primera vez con un hombre (le contó una historia de monstruos, sangre, horror, asfixia, asco, vómitos y un gran dolor), Úrsula no quería que ningún hombre se acercara a ella.
             Pero todo eso cambió cuando conoció al marqués. En un primer momento, Úrsula creyó que lo amaba. Sentía algo muy fuerte por él. Y llegó a la conclusión de que lo amaba. En realidad, decidió que lo amaba. Era apuesto. Y, además, su abuela la adoraba. Por eso, pensó que una boda con él sería una buena idea.
             Aquella tarde, en el salón de la casa de sus tíos, Úrsula escuchaba a Sara tocar el piano. Fuera, había empezado a hacer viento.
-No debería de salir nadie a faenar-comentó Úrsula-Podría haber un naufragio. Dime lo que piensas.
-He visto una barca volcar. Con tres hombres...Los tres perecen ahogados. El mar no va a devolver sus cuerpos. Lo soñé ayer.
-No lo digas en voz alta porque los criados te pueden oír. 
           Diego dio por sentado de que doña Catalina le habría explicado a su hija lo que ocurría entre un hombre y una mujer cuando se llegaba al tálamo nupcial, porque doña Catalina era una mujer de libre pensamiento, como Úrsula…o eso pensaba él. A la joven le había costado trabajo entender la manera de pensar de su madre. Su forma de sentir. 
-¿Dónde está mi marido?-le preguntó a Sara.
-Ha salido a hacer una visita-respondió la joven-No dijo adónde iba.
-Espero que no le tire al suelo un golpe de viento. 
            Tendría que acostarse con él para tener un hijo. Quizás, para entonces, ya se le habría pasado el miedo a tener relaciones íntimas con alguien y el asco que le producía el contacto físico con cualquier otra persona. Después de todo, tendría que compartir cama con Diego. O sea, que él iba a hacer mucho más que rozarla. Y por la manera que tenía de besarla, Úrsula creía que Diego no esperaría a estar casados.
            No quería pensar en su noche de bodas. Había sido un completo desastre. No. Había sido mucho peor que un completo desastre.



                  Sara dejó de tocar el piano.
                  Se puso de pie.
                 Se acercó a Úrsula. Su prima se apartó de la ventana. Había una honda tristeza grabada en su cara.
-¿Crees que Diego pueda estar viéndose con otra mujer?-le preguntó Úrsula a su prima-¿Crees que es culpa mía?
-Yo, sinceramente, pienso que es culpa de los dos que vuestro matrimonio esté mal-respondió Sara con honestidad-Rechazas constantemente a Diego. Pero él es incapaz de querer abrirse a ti. Te mantiene aquí encerrada. Y eso no es justo. Tú no eres como yo, Úrsula. Tú quieres salir y ver mundo.
-Tendría que hablar con él. Pero me da miedo que no quiera saber nada. Que quiera mantenerme aquí encerrada.
-No lo sabrás hasta que no hables con él. 

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