martes, 10 de junio de 2014

LAS ESTRELLAS COMO TESTIGO

Hola a todos.
Ya sé que ayer dije que iba a subir ayer el último pedazo de mi relato Las estrellas como testigo. 
Pero me he animado a mí misma a escribir.
Este trozo es pequeño, pero espero que os guste. 
           
            En la mesa había dispuesto una tetera y varias tazas donde había distintas bebidas: café para Diego, leche para Úrsula; esto hacía que aumentara la fama que el matrimonio tenía de excéntricos, ya que siempre desayunaban lo mismo y Diego, muy a su pesar, había empezado a odiar los desayunos conyugales. 
             No sólo se decían que eran un poco raros. 
             También se sabía que su matrimonio iba mal. 
              Úrsula estaba a solas en el comedor con su marido. Podía ser un buen momento para hablar con él. Para intentar sincerarse. Contarle lo que sentía. Pero optó por guardar silencio. 
            Úrsula le miró con una ceja arqueada cuando tomó un sorbo de su leche. Estaba segura de que su marido tramaba algo, pero no podía adivinar el qué.
-Mi amado esposo está muy callado hoy; debe de ocultarnos algo- apostilló Úrsula con malicia.
            Diego casi se atragantó con el trozo de tostada untada con mantequilla que estaba masticando. No agradecía el haberse quedado a solas con Úrsula. En ocasiones, tenía la sensación de que su mujer parecía estar juzgándole. Le odiaba por tenerla metida en casa. Por no querer llevarla a Murcia. Y él sentía que estaba haciendo lo correcto. 
- No oculto nada- dijo, a modo de defensa.
- No podría decirte las barbaridades que he escuchado en mis amigas acerca de tu pasado. Bueno...No son mis amigas. Son las amigas de Sara. Yo no tengo amigas porque tú no quieres. Es tu decisión. No me gusta. Pero he de acatarla. 
- Ni yo voy a contestarte para no herirte, esposa mía.
-Tú lo has dicho. Soy tu esposa.
-Pero no mandas en mí.
-En cambio, tú te crees mi dueño y señor. Me das  una orden. Y yo tengo que obedecer.
-Es tu deber. Eres mi mujer. Juraste obedecerme.
            Úrsula guardó silencio.
            Tiene razón, pensó.
            Diego percibía el odio que sentía su mujer hacia él. Quería decir algo para aliviar la tensión de aquel momento. Pero no sabía qué decir. 



-¿Estás enamorada de mí?-le preguntó a bocajarro-¿Me quieres? 
-Estoy casada contigo-respondió Úrsula-Ha de significar algo. 
-Aún ni siquiera sé el porqué te casaste conmigo. Mi abuela, que en paz descanse, te adoraba. Y yo quería complacerla. 
-Te has respondido a ti mismo. Estamos casados porque tu abuela así lo quiso. Nunca se le puede negar algo a una anciana enferma, querido. Pero ella ya no está y nosotros seguimos casados. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario