Hola a todos.
Hoy, os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla.
Estoy ocupada con mil cosas y he estado sin subir nada en este blog desde hace unos días.
Veamos qué pasa entre Diana y Marcos.
Más adelante, ocurrirían muchas cosas.
Diana, por supuesto, lo ignoraba. A veces, mientras bordaba, su mente se distraía. Pensaba en Marcos. Aquel apuesto caballero estaba dispuesto a convertirla en su esposa. ¿Acaso se había vuelto loco? Parecía que estaba hablando completamente en serio.
Sin embargo, Diana no sabía qué pensar. Podía querer tan sólo aprovecharse de ella. Recordaba que su bisabuela, la madre de su abuelo Diego, había sido prostituta.
¿Acaso su abuelo podía ser hijo de uno de sus muchos clientes? ¿Y si fue deshonrada por un hombre que le prometió el Sol y la Luna y la engañó dejándola con un hijo en el vientre? Su abuelo nunca supo quién le engendró.
-La señorita Palomares puede equivocarse, hija-opinó doña María-Era un ser humano. Aunque parecía estar hecha de hielo.
Madre e hija estaban sentadas en el sofá del salón.
Diana estaba bordando un pañuelo para regalárselo a Lorena. Doña María, en cambio, estaba bordando un mantel que formaría parte del ajuar de novia de Diana. Lorena le había dicho a su madre que nunca se casaría.
-Eso no lo sabe, madre-replicó Diana-Los hombres con pinta de caballeros suelen ser los peores.
-Entiendo que sientas desconfianza hacia el joven Marcos-afirmó doña María-Pero deberías de darle una oportunidad. Sus intenciones hacia ti son honradas.
Diana puso los ojos en blanco. Era evidente que Marcos había cautivado a doña María.
Lo cierto era que tanto sus padres como su hermana mayor le adoraban. Hablaban maravillas de él.
Diana sentía algo muy fuerte por Marcos. Algo que intentaba reprimir. Sin embargo, no podía hacerlo. Era más poderoso que ella.
Podía ser amor. ¿Y si era amor?
-Madre, ¿alguna vez habló con el abuelo?-quiso saber Diana-Conozco toda su historia. Pero...
-Tu abuelo nunca me ocultó nada acerca de sus orígenes, cariño-contestó doña María-Eso hace que le respete más. Pero tu abuelo no tiene nada que ver con el joven Marcos.
-No sé lo que le pasó a su madre. Sé que acabó siendo prostituta. Pero...
-Lees demasiados libros. Esas cosas sólo pasan en los libros que tú lees. Te está quedando muy bien el pañuelo, hijita.
Más adelante, Diana se sentiría feliz al estar entre los brazos de Marcos.
Se sentiría feliz al recibir de él los besos más apasionados.
De momento, era una joven con muchas dudas.
Blog dedicado a la ciudad de La Unión. Historias, imágenes, personajes, sentimientos... ¡Bienvenidos a La Unión! El blog oficial de mi saga de novelas de La Unión, mi ciudad.
miércoles, 25 de febrero de 2015
domingo, 15 de febrero de 2015
CLARA
Hola a todos.
Si ayer os presentaba a Teresa, hoy os presento a Clara, su prima, la protagonista de una de mis novelas que transcurren aquí, en La Unión.
Clara es una joven esbelta. Acaba de cumplir diecisiete años. Está bien proporcionada físicamente hablando. Su rostro tiene una forma de óvalo perfecta. Posee una piel blanca como la leche. Su cuello es esbelto, como el de un cisne. Y su cabello es de color rubio.
Clara es la menor de tres hermanas.
Posee un carácter más bien tranquilo y apacible. Pero todo eso cambia. Clara se enamora. Y se enamora de un hombre que jamás será para ella.
En un primer momento, Clara se rebela contra lo que siente. Pero, ¿podrá seguir resistiendo a la llamada del verdadero amor?
Podría ser una perfecta Clara.
Si ayer os presentaba a Teresa, hoy os presento a Clara, su prima, la protagonista de una de mis novelas que transcurren aquí, en La Unión.
Clara es una joven esbelta. Acaba de cumplir diecisiete años. Está bien proporcionada físicamente hablando. Su rostro tiene una forma de óvalo perfecta. Posee una piel blanca como la leche. Su cuello es esbelto, como el de un cisne. Y su cabello es de color rubio.
Clara es la menor de tres hermanas.
Posee un carácter más bien tranquilo y apacible. Pero todo eso cambia. Clara se enamora. Y se enamora de un hombre que jamás será para ella.
En un primer momento, Clara se rebela contra lo que siente. Pero, ¿podrá seguir resistiendo a la llamada del verdadero amor?
Podría ser una perfecta Clara.
sábado, 14 de febrero de 2015
TERESA
Hola a todos.
Os presento a uno de los personajes de una de mis novelas que transcurren en mi ciudad, La Unión, y que están en pleno proceso.
No sé cuándo estarán acabadas, pero yo espero que sea algún día.
Se trata de Teresa. Es la prima de Clara, una de las protagonistas de dichas novelas. Clara es una joven de buena familia que se enamora de uno de los mineros que trabaja en la mina propiedad de su familia y, para empeorar la situación, está casado.
Teresa es una joven que llega a El Garbanzal tras queda huérfana. Sus tíos quieren buscarle un marido. Pero, antes, deben de casarse a sus hijas.
Teresa es una joven esbelta y bien proporcionada. Es bastante alta. Su cabello es largo de color negro. Su piel es blanca y suave al tacto. Sus ojos son de color turquesa, un color muy peculiar. Suele llamar la atención por ello. Están un poco rasgados. Están, además, coronados por unas pestañas espesas y largas.
Su nariz es algo respingona. Y tiene un porte altivo y orgulloso. Lo cual encaja con la manera de ser de Teresa.
No se acostumbra a vivir con sus primas, a las que considera unas niñatas malcriadas. Su sueño es poder irse lejos. Tiene un carácter muy fuerte. Siempre anda a la gresca con sus tíos. Sin embargo, poco a poco, va viendo que nadie quiere su mal, sino todo lo contrario.
¿Creéis que he encontrado en la actriz Ruth Wilson a la perfecta Teresa?
Os presento a uno de los personajes de una de mis novelas que transcurren en mi ciudad, La Unión, y que están en pleno proceso.
No sé cuándo estarán acabadas, pero yo espero que sea algún día.
Se trata de Teresa. Es la prima de Clara, una de las protagonistas de dichas novelas. Clara es una joven de buena familia que se enamora de uno de los mineros que trabaja en la mina propiedad de su familia y, para empeorar la situación, está casado.
Teresa es una joven que llega a El Garbanzal tras queda huérfana. Sus tíos quieren buscarle un marido. Pero, antes, deben de casarse a sus hijas.
Teresa es una joven esbelta y bien proporcionada. Es bastante alta. Su cabello es largo de color negro. Su piel es blanca y suave al tacto. Sus ojos son de color turquesa, un color muy peculiar. Suele llamar la atención por ello. Están un poco rasgados. Están, además, coronados por unas pestañas espesas y largas.
Su nariz es algo respingona. Y tiene un porte altivo y orgulloso. Lo cual encaja con la manera de ser de Teresa.
No se acostumbra a vivir con sus primas, a las que considera unas niñatas malcriadas. Su sueño es poder irse lejos. Tiene un carácter muy fuerte. Siempre anda a la gresca con sus tíos. Sin embargo, poco a poco, va viendo que nadie quiere su mal, sino todo lo contrario.
¿Creéis que he encontrado en la actriz Ruth Wilson a la perfecta Teresa?
viernes, 13 de febrero de 2015
AMOR EN LA ISLA
Hola a todos.
No me olvido de este relato.
Un amor soñado está más cerca del final porque le quedan unos pocos fragmentos.
En cambio, todavía falta algo para llegar al final de Amor en la isla.
Vamos a ver lo que pasa hoy entre Marcos y Diana.
La siguiente vez que Marcos vio a Diana, la joven no estaba sola.
No me olvido de este relato.
Un amor soñado está más cerca del final porque le quedan unos pocos fragmentos.
En cambio, todavía falta algo para llegar al final de Amor en la isla.
Vamos a ver lo que pasa hoy entre Marcos y Diana.
La siguiente vez que Marcos vio a Diana, la joven no estaba sola.
Había salido a pasear por la playa. La
acompañaba su hermana Lorena.
También iba con ellas su doncella, de modo
que Marcos decidió mantener una distancia prudencial con Diana.
Sin embargo, pudo admirar el perfil patricio
de la joven. Su barbilla era delicada. Y su nariz era pequeña y puntiaguda. Lorena
caminaba cogida del brazo de su hermana.
-¿Cuántas
barcas ves?-le preguntó.
-Veo unas
cinco barcas a lo lejos-respondió Diana-Aunque puede que haya más. Pero no
logro verlas.
Desde el primer momento en el que Marcos vio a Diana,
supo que estarían juntos para siempre.
Nunca pensó que acabaría enamorándose a primera
vista. Pero, en su caso, había ocurrido de aquel modo. Diana era la mujer con
la que quería casarse, tener hijos y hacerse viejo. La mujer con la que iba a
pasar el resto de su vida.
-No se
distraigan, niñas-les ordenó la doncella.
Marcos se daba perfecta cuenta de que había algo en él que
atraía y repelía a Diana a partes iguales. Por un lado, la joven sí quería
estar con él, pero, por el otro, parecía querer huir de él a toda costa. Y Marcos
estaba muy confundido.
El cabello de Diana estaba recogido en un moño. Sin
embargo, algunos mechones de pelo se habían escapado de su moño.
Sopló una brisa marina. Fue una fuerte brisa que agitó los
cabellos de las mujeres que estaban cosiendo redes en la playa. O que estaban
limpiando pescado.
El viento azotó los rostros de Lorena y de Diana.
Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Diana.
Le dio un tirón suave al brazo de Lorena. Su hermana se
percató de que quería decirle algo.
-¿Qué
ocurre?-inquirió.
A tientas, posó su brazo sobre el brazo de Diana.
La joven no supo qué contestar.
Pero tenía la sensación de que alguien la estaba mirando. ¿Y si Marcos
estaba escondido entre las rocas observándola?
-No pasa
nada-contestó Diana, mintiendo.
Tiene los ojos del mismo color negro
que la noche más oscura, sin Luna ni estrellas, pensó Marcos. Y sintió que la
amaba con más fuerza que nunca.
-Hay alguien mirándonos-comentó Lorena.
-¿Qué dices?-se extrañó Diana.
-Yo siento que alguien nos está mirando.
-Estamos las dos solas aquí, con nuestra doncella. Hay mujeres que están cosiendo redes. Serán ellas.
-No...No son ellas. Es otra persona.
jueves, 12 de febrero de 2015
UN AMOR SOÑADO
Hola a todos.
Lo prometido es deuda.
Además de terminar mi relato Amor en la isla, tengo pendiente de terminar el otro relato que estoy subiendo a este blog, Un amor soñado.
Vamos a ver lo que ocurre hoy en Calarreona, el lugar donde están viviendo Cristina y su prima Rafaela.
Es un fragmento muy cortito. Pero es bueno avanzar, aunque sea a pasos pequeños.
A sus veinticuatro años, Rafaela era ya una solterona. Al menos, eso era lo que le decía todo el mundo.
Lo prometido es deuda.
Además de terminar mi relato Amor en la isla, tengo pendiente de terminar el otro relato que estoy subiendo a este blog, Un amor soñado.
Vamos a ver lo que ocurre hoy en Calarreona, el lugar donde están viviendo Cristina y su prima Rafaela.
Es un fragmento muy cortito. Pero es bueno avanzar, aunque sea a pasos pequeños.
A sus veinticuatro años, Rafaela era ya una solterona. Al menos, eso era lo que le decía todo el mundo.
Numerosos pretendientes venían todas las tardes a visitar a Cristina y se
retiraban al salón para estar solos. Él le regalaba ramos de toda clase de
flores y le leía en voz alta poemas de amor. Cristina le escuchaba con
embeleso, al igual que también Rafaela le escuchaba con embeleso. Aquellos
pretendientes miraban a Cristina con ternura y jamás se había detenido a mirar
a Rafaela, a la que consideraban como su futura cuñada. Después de todo, era
como una hermana para Cristina.
Sin
embargo, Rafaela deseaba en su fuero interno recibir todas las atenciones que
aquellos galanes le dispensaban a su prima. Quería ser admirada. Pedía ser
cortejada.
Cristina era una criatura adorable hasta decir basta.
miércoles, 11 de febrero de 2015
AMOR EN LA ISLA
Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla.
Deseo de corazón que os guste.
Veamos lo que va a pasar hoy entre Diana y Marcos.
Estuvo lloviendo durante todo el día siguiente.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla.
Deseo de corazón que os guste.
Veamos lo que va a pasar hoy entre Diana y Marcos.
Estuvo lloviendo durante todo el día siguiente.
En lo más profundo de su ser, Diana lo
agradeció. De aquel modo, evitaba un nuevo encuentro con Marcos.
Trató de mantener distraída a Lorena
leyéndole una de las fábulas de Samaniego en voz alta.
La escena que presenció Diana relajó sus
alterados nervios. Su madre estaba sentada en el sofá tejiendo un chal para ella
de lana de color rosa. Su padre, mientras, estaba leyendo el periódico.
-¿Has
encendido tu pipa, padre?-quiso saber Lorena.
Podía percibir los olores que la rodeaban con más
intensidad que Diana o que doña María. Sin embargo, el anhelo secreto de Lorena
era poder ver a su padre fumando su pipa.
O ver el rostro de Diana. Le cogió la mano a su hermana.
-Te noto
algo pensativa-observó Lorena.
-No te
distraigas-la atajó Diana, algo inquieta-Te voy a contar lo que le ocurre al
perro que va bebiendo agua mientras corre por la orilla de un río. Hay un
cocodrilo. Y está al acecho.
Pero Diana sabía que era muy difícil engañar a Lorena. Su hermana
podía no ver su rostro.
En cambio, sí
percibía cuál era su verdadero estado de ánimo. Por aquel motivo, era imposible
engañar a Lorena. Pero sus padres estaban presentes en el salón. De modo que
optó por guardar silencio. Ya trataría de hablar con Lorena a solas.martes, 10 de febrero de 2015
AMOR EN LA ISLA
Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla.
Veamos lo que ocurre hoy entre Marcos y Diana.
Diana tenía la cabeza hecha un lío.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla.
Veamos lo que ocurre hoy entre Marcos y Diana.
Diana tenía la cabeza hecha un lío.
Era feliz cuando salía a pasear con Marcos.
Se sentía lo bastante cómoda como para hablar
con él de cualquier tema. Sin embargo, en ocasiones, se sentía cohibida ante
él. No sabía cómo comportarse cuando Marcos estaba delante. Había oído que se
trataba de un muchacho serio. Su fama de joven responsable le precedía.
Jamás intentaría propasarse con ella. Pero estaban
grabadas a fuego en su mente las palabras de su institutriz.
Por lo que se rumoreaba, la señorita Palomares
había tenido una mala experiencia con un hombre.
No se quedó embarazada de él. Pero sí se vio con la
virtud robada. Y con la reputación arruinada por completo...
Se convirtió en una mujer amargada. Al principio,
antes de sufrir aquella mala experiencia, le apasionaba su trabajo. Después de
aquello, parecía vivir furiosa con el mundo.
-Yo no
soy así-le aseguró Marcos a Diana durante uno de aquellos paseos.
Caminaban cerca de la antigua necrópolis.
Diana se sentía rara estando en aquel lugar.
Los romanos habían dejado su huella en la isla. Pero también habían dejado allí
sus muertos.
-Jamás te
haría daño-insistió Marcos-Sólo quiero estar contigo. Nada más...
-Le has
pedido permiso a mi padre para poder cortejarme-recordó Diana.
-Y tu
padre me lo ha concedido. Mis intenciones hacia ti son serias.
-Entiendo.
Los padres de Diana estaban encantados con la manera de ser
de Marcos. Pero las dudas que sentía la joven iban en aumento.
No podía engañar a Lorena. Su hermana la conocía demasiado
bien. Las dos hermanas dormían en habitaciones separadas. Pero, muchas noches, Diana
acudía a la habitación de Lorena.
Se sentaba a su lado en la cama. Le contaba cómo iba
avanzando el cortejo de Marcos. Le confesó que se sentía cohibida porque le
parecía que el joven era un tanto atrevido.
Lorena la escuchaba con interés. Deseaba poder enamorarse
algún día, como veía a Diana enamorada de Marcos, pese a que la joven se
resistía a admitirlo. Y también deseaba ser amada algún día por alguien como Marcos
amaba a Diana. Y su hermana no se daba cuenta de ello. La señorita Palomares
bien que le había lavado el cerebro a Diana.
-Me
parece que estás actuando como una cobarde-opinó una de aquellas noches Lorena.
Ya estaba acostada en su cama. Se arropó con la
manta que cubría su cuerpo. Diana la miró con gesto raro. No podía verla. Pero Lorena
sospechaba que Diana estaba extrañada.
Le cogió la mano y se la palmeó.
-Tienes
que ser sincera con Marcos-le exhortó.
-Me
mentirá-se lamentó Diana.
-No te va
a mentir. Él no es un mal chico.
Diana le ocultó un detalle a Lorena.
La doncella que ambas compartían vigilaba de
cerca los paseos que daban Marcos y Diana.
En ocasiones, sin embargo, se entretenía.
Se ponía a hablar con las esposas de los
pescadores, que cosían las redes rotas en la playa. O limpiaban el pescado.
Dejaba, entonces, de vigilar a Marcos
y a Diana.
Durante la semana que transcurrió, Marcos besó hasta en siete ocasiones a
Diana. Le robaba un beso en los labios por día.
Lorena interrogaba a su hermana acerca de lo que ocurría entre Marcos y ella. Pero Diana no sabía qué decir.
Marcos le regalaba flores. Se mostraba amable con ella. Era el hombre con quienes sus padres querían verla casada.
lunes, 9 de febrero de 2015
AMOR EN LA ISLA
Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla.
¡Vamos a ver lo que pasa hoy entre Diana y Marcos!
Diana no entendía lo que estaba haciendo Marcos en su casa. Había ido a visitarla y ella se sentía muy nerviosa.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla.
¡Vamos a ver lo que pasa hoy entre Diana y Marcos!
Diana no entendía lo que estaba haciendo Marcos en su casa. Había ido a visitarla y ella se sentía muy nerviosa.
Marcos hablaba con su padre. Hablaba con su
madre. Y también hablaba con Lorena. Las dos hermanas estaban sentadas en el
sofá. La expresión de la cara de Lorena lo decía todo. Le agradaba aquel joven
tan encantador. Diana no conseguía sentirse cómoda. Se decía así misma que era
una estúpida por pensar mal de Marcos.
-Estás
muy callada, querida-observó doña María, la madre de Diana.
La joven trató de esbozar una sonrisa. Era
consciente de que Marcos no dejaba de mirarla. Trató de no retorcer sus dedos
con nerviosismo. Trató de aparentar que estaba tranquila. Después de todo, Marcos
era su pretendiente. No iba a casarse con él.
Él podía cortejarla. Le había pedido permiso a don
Enrique para cortejar a Diana. Y don Enrique le había dado su permiso.
Estaba encantado. Aquel joven era la
clase de hombre que Diana necesitaba. Parecía quererla de verdad. Siempre le
regalaba un ramo de flores. Iba a visitarla con mucha frecuencia. Le escribía
cartas de amor. Y los versos que ponía en aquellas cartas no parecían ser copiados.
Lorena hablaba de lo afortunada que
era Diana. Había llamado la atención de un buen partido. Si se casaba con
Marcos, podía ser muy dichosa.
-Lamentaré
mucho tener que irme-anunció Marcos-Estoy pasando una tarde muy agradable.
-El
tiempo amenaza lluvia para esta tarde-dijo don Enrique-Lo dice el cabañuelo.
Diana trató de reprimir un suspiro de alivio cuando
Marcos se puso de pie. Pero, al mismo tiempo, no quería que se fuera.
-Permíteme
que te acompañe a la puerta-le pidió.
-No
faltaba más-dijo Marcos, gratamente sorprendido.
-Me he
portado de una manera desconsiderada contigo.
El comportamiento de Diana traía de cabeza a Marcos.
La joven se debatía entre la atracción que sentía por él. Y el pudor propio que
debía de experimentar toda joven doncella.
Marcos quería hacer bien las cosas. Pero lo que sentía por
Diana era tan fuerte que sentía que acabaría perdiendo el control sobre sus
actos. Debía de reprimirse.
-Ven
cuando quieras-le pidió Diana en el recibidor-Siempre serás aquí bienvenido.
-Sólo
quiero ser bienvenido por ti-se sinceró Marcos.
Y fue en ese mismo momento cuando todo
ocurrió.
Diana no se lo esperaba.
Pero Marcos se atrevió a robarle un beso en los labios. Le
dio su primer beso de amor.
Luego, abrió la puerta. Se marchó.
Lorena fue la primera en darse cuenta de que su hermana se
había quedado en silencio. Callada...
Decidió ir a buscarla. A pesar de que sus padres se negaron.
-Quédate
aquí-le pidió doña María.
-A lo
mejor, ha subido a su habitación-opinó don Enrique.
-¡Dios mío!-pensó Diana sobrecogida.domingo, 8 de febrero de 2015
AMOR EN LA ISLA
Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla.
Vamos a ver cómo empieza la historia de amor entre Marcos y Diana.
Diana Cano miró con el ceño fruncido a su hermana, Lorena.
Corría la década de 1890.
-Lo siento-se disculpó.
Tenía muchas cosas en la cabeza. Marcos quería cortejarla. La estaba cortejando.
-Vendré a verla todos los días-le prometió Marcos a Diana.
-Venga usted cuando quiera-intervino don Enrique.
-Podría leerle en voz alta a Lorena.
-¡Me encantaría!-se entusiasmó la aludida.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla.
Vamos a ver cómo empieza la historia de amor entre Marcos y Diana.
Diana Cano miró con el ceño fruncido a su hermana, Lorena.
Corría la década de 1890.
De las dos hermanas, Lorena era la más hermosa. Podía tener
a docenas de pretendientes rendidos ante ella. Poseía un largo cabello de color
rojo fuego. Y su rostro tenía unas facciones delicadas. Y sus labios eran rojos
como fresas maduras.
Sin embargo, Lorena era ciega. La criada que le sirvió una
taza de chocolate le puso la taza de porcelana en la mano. Todo era oscuridad
alrededor de Lorena. No había podido tener una puesta de largo en Murcia. Y Diana se negó a viajar a la capital porque no quería dejar sola a su hermana mayor.
La joven bebió un sorbo de su taza de chocolate.
Las dos hermanas estaban merendando en el comedor. Estaban
solas. De modo que podían hablar de cualquier tema.
-He oído
que hay un joven rondándote-atacó Lorena-¡Eres muy afortunada! ¿Quién es? ¿Le
conozco?
-No creo
que eso sea cierto-contestó Lorena.
-Padre y
madre no están ahora mismo.
Diana cogió un trozo de bizcocho que la cocinera había
preparado para acompañar la merienda. Le dio un mordisco.
No sabía cómo abordar aquel tema con Lorena.
-Puedes
contármelo-insistió su hermana.
Diana palidecía al lado de Lorena. Se sentía más tonta y
más fea si se comparaba con su deslumbrante hermana. Aún así, era una joven muy
guapa. Sus rasgos eran delicados. Poseía una figura esbelta. Y su cabello era
de color castaño oscuro.
No podía quitarse de la cabeza lo ocurrido la tarde antes. Marcos
Domínguez había empezado a cortejarla. Una vez a la semana, llegaba a casa de
los Cano un ramo de flores que Marcos le enviaba. Tenía Diana la sensación de
que lo que estaba pasando era un sueño.
-Lo que
me aterra es la idea de que sólo quiera pasar el rato conmigo-le confió a Lorena.
-Sospecho
que se trata de Marcos-apostilló su hermana.
Lorena no pudo ver cómo las mejillas de Diana se encendían
de rubor. Su hermana había dado en el clavo. Todos los días, Marcos iba a
buscar a Diana a su casa para ir a dar un paseo. Pasaba un largo rato hablando
con los padres y con la hermana de la joven.
Por supuesto, no salían nunca solos. Con ellos, siempre iba
la doncella de Lorena y de Diana. Las familias Cano y Domínguez parecían
ermitaños. Vivían lejos de todo.
En la islica...
Así es conocida la isla de Mazarrón.
-¿Ya se
te ha declarado?-quiso saber Lorena.
Al escuchar aquella pregunta, Diana pensó que se moriría de
vergüenza. Lorena parecía estar inventando en su cabeza una novela de amores.
De algún modo, Lorena parecía estar viviendo la historia de amor que jamás
había tenido a través de aquel joven que pretendía a su hermana.
-No sé lo
que quiere de mí-contestó Diana.
Era una joven desconfiada por naturaleza. Su institutriz le
había repetido a Lorena y a ella una y otra vez que los hombres sólo buscaban
aprovecharse de las mujeres. Las seducían con palabras bonitas. Y las
abandonaban una vez que se desfogaban con ellas. Pero siempre les robaban su
virtud. Lorena opinaba que su antigua institutriz estaba exagerando. Diana no
sabía, por el contrario, qué pensar.
No sabía qué sentía realmente por Marcos. Sólo sentía que
era feliz cuando estaba con él.
-La
señorita Palomares, nuestra antigua institutriz, era una amargada-afirmó Lorena-Te
tenía muy vigilada, hermana.
Lorena suspiró. Entendía el porqué la señorita Palomares
vigilaba más de cerca a Diana. No debía de dolerle. Pero...Le dolía. Diana sí
podía ver.
Trató de esbozar una sonrisa. Sólo quería que Diana fuera
feliz. Su hermana así lo entendió.
-Supongo
que tienes razón y que la señorita Palomares vivía resentida con el mundo-cedió
Diana.
-Eres
joven, hermanita-le recordó Lorena-Tienes toda la vida por delante.
-¿Y qué
ocurre contigo?
-Tienes
que mirar por ti, Diana. Tienes que pensar en tu futuro. Tienes toda la vida
por delante.
La aludida bebió un sorbo de su taza de chocolate.
Lorena era muy buena. Se preocupaba por su felicidad.
Sin embargo, la felicidad había sido muy esquiva con la pobre. Lorena no
se quejaba nunca.
Sin embargo, Diana la había oído
llorar muchas veces.
Para horror de la doncella de Lorena y de Diana, Marcos ya
había besado a Diana en la mejilla.
Le había besado dos veces en la mejilla.
Lo había hecho cerca de la vieja necrópolis.
-¡No lo
hagas!-le pidió la segunda vez Diana, toda sofocada.
-Lo
siento mucho, Diana-se disculpó Marcos, igual de sofocado que ella-No volverá a
pasar. Te lo prometo.
-Mi
doncella...
-Lo sé.
Diana casi no se atrevía a mirarle a la cara.
Entonces...
Marcos le cogió la mano y se la besó.
Lorena
carraspeó. Diana se obligó así misma a regresar al presente.-Lo siento-se disculpó.
Tenía muchas cosas en la cabeza. Marcos quería cortejarla. La estaba cortejando.
-Vendré a verla todos los días-le prometió Marcos a Diana.
-Venga usted cuando quiera-intervino don Enrique.
-Podría leerle en voz alta a Lorena.
-¡Me encantaría!-se entusiasmó la aludida.
sábado, 7 de febrero de 2015
AMOR EN LA ISLA
Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla.
¡Vamos a ver qué ocurre entre María y Enrique!
María se sentía feliz tras su boda con Enrique porque, al ser una mujer casada, podía llevar vestidos de colores más alegres. Era una joven de cabello rubio, idéntica a su madre. Pensaba que el rubio de su cabello no era bueno porque siempre vestía vestidos blancos. Había debutado en sociedad en Murcia. Y, a pesar de la fortuna de su familia y de ser la sobrina de un conde, no había recibido ni una sola oferta de matrimonio.
En la adolescencia, María se enteró de que su padre era el hijo de una prostituta. A pesar de que era algo que siempre se había mantenido en secreto, se supo por culpa del tío de María.
Don Diego se lo contó a su cuñado. Pero éste no supo mantener la boca cerrada y lo dijo una noche, en el Casino de Cartagena, tras haberse emborrachado a conciencia.
Enrique se juró así mismo que trataría de hacer feliz a María y quería pensar que había cumplido con su promesa.
Todas las noches, acudía a la habitación de su mujer y pasaban largas horas besándose y acariciándose el uno al otro.
No se casaron realmente por amor. María no quería casarse con ningún desconocido. Y Enrique, que era como un hermano para ella, fue la mejor elección.
La pasión que pudo haberles unido al principio no tardó en evaporarse. María soportaba con estoicismo cuando, ya una vez a la semana, Enrique iba a su habitación y la estrechaba entre sus brazos. La besaba con ardor. Pensaba en tener hijos. Soportaba con estoicismo las caricias de las manos de su marido en su cuerpo. Sus labios en su piel...Quería ser madre.
Por lo menos, sus padres murieron habiendo hecho realidad su mayor anhelo. Ser abuelos. Enrique y María les dieron nietos. Bueno...Les dieron dos nietas.
El matrimonio sólo tuvo dos hijas. A la mayor la llamaron Lorena. A la menor la llamaron Diana. Una de sus hijas...En concreto, su hija Diana, es la protagonista real de esta historia.
Don Diego y doña María Isabel fallecieron cuando sus nietas eran todavía muy pequeñas. María y Enrique acabaron distanciándose de su tío el conde. Estaban preocupados por Lorena. La niña era ciega. La llevaron a todos los médicos de España. Sin embargo, el diagnóstico que recibieron fue demoledor. Lorena nunca vería.
Diana se volcó por completo en el cuidado de su hermana mayor.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla.
¡Vamos a ver qué ocurre entre María y Enrique!
María se sentía feliz tras su boda con Enrique porque, al ser una mujer casada, podía llevar vestidos de colores más alegres. Era una joven de cabello rubio, idéntica a su madre. Pensaba que el rubio de su cabello no era bueno porque siempre vestía vestidos blancos. Había debutado en sociedad en Murcia. Y, a pesar de la fortuna de su familia y de ser la sobrina de un conde, no había recibido ni una sola oferta de matrimonio.
En la adolescencia, María se enteró de que su padre era el hijo de una prostituta. A pesar de que era algo que siempre se había mantenido en secreto, se supo por culpa del tío de María.
Don Diego se lo contó a su cuñado. Pero éste no supo mantener la boca cerrada y lo dijo una noche, en el Casino de Cartagena, tras haberse emborrachado a conciencia.
Enrique se juró así mismo que trataría de hacer feliz a María y quería pensar que había cumplido con su promesa.
Todas las noches, acudía a la habitación de su mujer y pasaban largas horas besándose y acariciándose el uno al otro.
No se casaron realmente por amor. María no quería casarse con ningún desconocido. Y Enrique, que era como un hermano para ella, fue la mejor elección.
La pasión que pudo haberles unido al principio no tardó en evaporarse. María soportaba con estoicismo cuando, ya una vez a la semana, Enrique iba a su habitación y la estrechaba entre sus brazos. La besaba con ardor. Pensaba en tener hijos. Soportaba con estoicismo las caricias de las manos de su marido en su cuerpo. Sus labios en su piel...Quería ser madre.
Por lo menos, sus padres murieron habiendo hecho realidad su mayor anhelo. Ser abuelos. Enrique y María les dieron nietos. Bueno...Les dieron dos nietas.
El matrimonio sólo tuvo dos hijas. A la mayor la llamaron Lorena. A la menor la llamaron Diana. Una de sus hijas...En concreto, su hija Diana, es la protagonista real de esta historia.
Don Diego y doña María Isabel fallecieron cuando sus nietas eran todavía muy pequeñas. María y Enrique acabaron distanciándose de su tío el conde. Estaban preocupados por Lorena. La niña era ciega. La llevaron a todos los médicos de España. Sin embargo, el diagnóstico que recibieron fue demoledor. Lorena nunca vería.
Diana se volcó por completo en el cuidado de su hermana mayor.
viernes, 6 de febrero de 2015
AMOR EN LA ISLA
Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla.
Veamos qué ocurre entre María y Enrique.
Unos meses después, María y Enrique hicieron realidad su sueño de contraer matrimonio.
Hubo que pedir una dispensa papal porque Enrique había sido adoptado de forma legal por el matrimonio Cano. Ante los ojos de todos, era hijo suyo. De no haber sido por doña María Isabel y por don Diego, Enrique habría terminado siendo un ladrón. Incluso, ya había intentado robar a la gente que veía pasar. Vivía de las limosnas que le daban. Pero nadie pensó en llevárselo a casa y ocuparse de él. Hasta que apareció don Diego en su vida.
Finalmente, la boda se celebró de manera discreta en la Iglesia de San Andrés, de Mazarrón. La novia tuvo que ir hasta allí en barca y vestida de blanco. La llegada de María Cano a la bahía de Mazarrón en barca y con su vestido de novia propio de una Princesa causó conmoción. Era como ver una aparición.
Tan sólo acudió la familia a la boda. El hermano de doña María Isabel, su esposa y sus trece hijos. En compensación porque doña María Isabel había tenido tan sólo una hija, su hermano y su cuñada habían sido muy prolíficos.
Doña María Isabel era la única hermana del conde de Lucero. Éste vio con buenos ojos la boda de su hermana con aquel joven y gallardo comerciante. Habían llegado a ser buenos amigos y sus orígenes poco le importaban. Además, don Diego había cuidado siempre de doña María Isabel. Su esposa siempre tuvo una salud muy delicada.
A María le habría agradado otra clase de boda.
Ir en calesa hasta la Iglesia. Tener cientos de invitados. Ni siquiera tuvo un banquete.
A Enrique eso no le importó. Tan sólo quería estar con María.
La noche de bodas tuvo lugar en la playa. Regresaron a la isla y salieron a dar un paseo todavía vestidos de novios. Estaba anocheciendo.
María sabía, por lo que le habían explicado su madre y su doncella, en qué consistiría su primera vez con su marido. Sabía que iba a doler y que también iba a sangrar. Por ese motivo, se puso tensa cuando Enrique la hizo recostarse sobre la arena de la playa.
María se puso rígida cuando Enrique se desnudó. Y se puso más nerviosa si cabe cuando la desnudó a ella.
Trató de tranquilizarse mientras Enrique la besaba de manera apasionada en la boca. Mientras la besaba una y otra vez en el cuello. Le pareció raro sentir sobre su cuerpo los labios y las manos de aquel joven. Ya no era el niño con el que jugaba cuando era pequeña. Era el joven del que se había enamorado. Es mi marido, pensó María.
Era raro ver a Enrique así.
Metiéndose en la boca un pecho de María. Le repetía una y otra vez que era la mujer más hermosa que jamás había conocido. Y María quería pensar que eso era cierto.
Cuando Enrique la estrechó entre sus brazos para hacerla suya, María pensó que había hecho lo correcto.
Amaba a Enrique. Y sería muy dichosa a su lado.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla.
Veamos qué ocurre entre María y Enrique.
Unos meses después, María y Enrique hicieron realidad su sueño de contraer matrimonio.
Hubo que pedir una dispensa papal porque Enrique había sido adoptado de forma legal por el matrimonio Cano. Ante los ojos de todos, era hijo suyo. De no haber sido por doña María Isabel y por don Diego, Enrique habría terminado siendo un ladrón. Incluso, ya había intentado robar a la gente que veía pasar. Vivía de las limosnas que le daban. Pero nadie pensó en llevárselo a casa y ocuparse de él. Hasta que apareció don Diego en su vida.
Finalmente, la boda se celebró de manera discreta en la Iglesia de San Andrés, de Mazarrón. La novia tuvo que ir hasta allí en barca y vestida de blanco. La llegada de María Cano a la bahía de Mazarrón en barca y con su vestido de novia propio de una Princesa causó conmoción. Era como ver una aparición.
Tan sólo acudió la familia a la boda. El hermano de doña María Isabel, su esposa y sus trece hijos. En compensación porque doña María Isabel había tenido tan sólo una hija, su hermano y su cuñada habían sido muy prolíficos.
Doña María Isabel era la única hermana del conde de Lucero. Éste vio con buenos ojos la boda de su hermana con aquel joven y gallardo comerciante. Habían llegado a ser buenos amigos y sus orígenes poco le importaban. Además, don Diego había cuidado siempre de doña María Isabel. Su esposa siempre tuvo una salud muy delicada.
A María le habría agradado otra clase de boda.
Ir en calesa hasta la Iglesia. Tener cientos de invitados. Ni siquiera tuvo un banquete.
A Enrique eso no le importó. Tan sólo quería estar con María.
La noche de bodas tuvo lugar en la playa. Regresaron a la isla y salieron a dar un paseo todavía vestidos de novios. Estaba anocheciendo.
María sabía, por lo que le habían explicado su madre y su doncella, en qué consistiría su primera vez con su marido. Sabía que iba a doler y que también iba a sangrar. Por ese motivo, se puso tensa cuando Enrique la hizo recostarse sobre la arena de la playa.
María se puso rígida cuando Enrique se desnudó. Y se puso más nerviosa si cabe cuando la desnudó a ella.
Trató de tranquilizarse mientras Enrique la besaba de manera apasionada en la boca. Mientras la besaba una y otra vez en el cuello. Le pareció raro sentir sobre su cuerpo los labios y las manos de aquel joven. Ya no era el niño con el que jugaba cuando era pequeña. Era el joven del que se había enamorado. Es mi marido, pensó María.
Era raro ver a Enrique así.
Metiéndose en la boca un pecho de María. Le repetía una y otra vez que era la mujer más hermosa que jamás había conocido. Y María quería pensar que eso era cierto.
Cuando Enrique la estrechó entre sus brazos para hacerla suya, María pensó que había hecho lo correcto.
Amaba a Enrique. Y sería muy dichosa a su lado.
jueves, 5 de febrero de 2015
AMOR EN LA ISLA
Hola a todos.
Este mes de febrero habrá bastante actividad en el blog. Quiero terminar dos de los relatos que tengo aquí pendientes: Amor en la isla y Un amor soñado.
Poco a poco, sin prisa, pero sin pausa.
Y empecemos con Amor en la isla.
-Enrique y yo nos vamos a casar-anunció de sopetón la señorita María Cano a sus padres-Lo hemos hablado y nos amamos.
Corría la década de 1870. La señorita María Cano había recibido una educación esmerada. Pero tenía muy claro lo que quería. Y lo que quería era casarse con su hermano adoptivo, Enrique Cano.
Estaba la familia Cano reunida a la mesa dando cuenta de un cocido de pelotas a la hora de la cena.
María era la hija de doña María Isabel Rodríguez y de don Diego Cano.
Doña María Isabel era miembro de una de las familias más ricas de toda la comarca. Don Diego, en cambio, era el hijo de una prostituta. En contra de la opinión de la familia de ella, contrajeron matrimonio. Don Diego era comerciante. Su esposa y él sólo habían tenido una hija, María. Enrique era su hijo adoptivo. Lo recogieron de la calle cuando tenía cinco años.
-Así es-intervino el joven.
Era una noticia inesperada para el matrimonio. María contuvo el aliento.
Enrique y ella eran como hermanos. Sin embargo, hacía años que María sabía que Enrique no era su hermano de sangre. Por ese motivo, se habían enamorado. Su mayor deseo era casarse. Fundar juntos una familia, como lo habían hecho doña María Isabel y don Diego.
-¿Lo habéis pensado bien?-les interrogó don Diego con la voz estrangulada.
Enrique asintió.
Su mayor anhelo era convertir a María en su esposa. ¿Por qué no iba a querer casarse con ella?
-Padre, si Enrique y yo no podemos casarnos, me meto a monja-le advirtió María a don Diego con voz gélida-Y le dejo a usted y a madre sin nietos. ¡No es ninguna amenaza!
-¡Por Dios, hija!-se sobresaltó-¡Qué locuras dices!
-Dejadme que lo piense-pidió don Diego.
Era evidente que estaba bajo una fuerte impresión. María no podía pedirle más.
Este mes de febrero habrá bastante actividad en el blog. Quiero terminar dos de los relatos que tengo aquí pendientes: Amor en la isla y Un amor soñado.
Poco a poco, sin prisa, pero sin pausa.
Y empecemos con Amor en la isla.
-Enrique y yo nos vamos a casar-anunció de sopetón la señorita María Cano a sus padres-Lo hemos hablado y nos amamos.
Corría la década de 1870. La señorita María Cano había recibido una educación esmerada. Pero tenía muy claro lo que quería. Y lo que quería era casarse con su hermano adoptivo, Enrique Cano.
Estaba la familia Cano reunida a la mesa dando cuenta de un cocido de pelotas a la hora de la cena.
María era la hija de doña María Isabel Rodríguez y de don Diego Cano.
Doña María Isabel era miembro de una de las familias más ricas de toda la comarca. Don Diego, en cambio, era el hijo de una prostituta. En contra de la opinión de la familia de ella, contrajeron matrimonio. Don Diego era comerciante. Su esposa y él sólo habían tenido una hija, María. Enrique era su hijo adoptivo. Lo recogieron de la calle cuando tenía cinco años.
-Así es-intervino el joven.
Era una noticia inesperada para el matrimonio. María contuvo el aliento.
Enrique y ella eran como hermanos. Sin embargo, hacía años que María sabía que Enrique no era su hermano de sangre. Por ese motivo, se habían enamorado. Su mayor deseo era casarse. Fundar juntos una familia, como lo habían hecho doña María Isabel y don Diego.
-¿Lo habéis pensado bien?-les interrogó don Diego con la voz estrangulada.
Enrique asintió.
Su mayor anhelo era convertir a María en su esposa. ¿Por qué no iba a querer casarse con ella?
-Padre, si Enrique y yo no podemos casarnos, me meto a monja-le advirtió María a don Diego con voz gélida-Y le dejo a usted y a madre sin nietos. ¡No es ninguna amenaza!
-¡Por Dios, hija!-se sobresaltó-¡Qué locuras dices!
-Dejadme que lo piense-pidió don Diego.
Era evidente que estaba bajo una fuerte impresión. María no podía pedirle más.
miércoles, 4 de febrero de 2015
ARGUMENTO DE "AMOR EN LA ISLA"
Hola a todos.
Aquí os traigo el argumento definitivo de mi relato Amor en la isla. Un relato que he reescrito y que quiero subir poco a poco a este blog.
Le he cambiado el nombre a la pareja protagonista y a la hermana de ella y el año en el que transcurre es distinto.
Sin embargo, el eje central sigue siendo el mismo.
Isla de Mazarrón, 1892. Diana Cano es una joven de buena familia que vive junto con sus padres y su hermana mayor, Lorena, que es ciega. Diana es una joven un tanto desconfiada debido a las enseñanzas de su institutriz. Por ese motivo, cuando Marcos, un joven distinguido y serio, se fija en ella, Diana piensa que sólo la busca por un motivo: deshonrarla. ¿Logrará Marcos vencer la resistencia de Diana?
Aquí os traigo el argumento definitivo de mi relato Amor en la isla. Un relato que he reescrito y que quiero subir poco a poco a este blog.
Le he cambiado el nombre a la pareja protagonista y a la hermana de ella y el año en el que transcurre es distinto.
Sin embargo, el eje central sigue siendo el mismo.
Isla de Mazarrón, 1892. Diana Cano es una joven de buena familia que vive junto con sus padres y su hermana mayor, Lorena, que es ciega. Diana es una joven un tanto desconfiada debido a las enseñanzas de su institutriz. Por ese motivo, cuando Marcos, un joven distinguido y serio, se fija en ella, Diana piensa que sólo la busca por un motivo: deshonrarla. ¿Logrará Marcos vencer la resistencia de Diana?
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