Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla.
¡Vamos a ver qué ocurre entre María y Enrique!
María se sentía feliz tras su boda con Enrique porque, al ser una mujer casada, podía llevar vestidos de colores más alegres. Era una joven de cabello rubio, idéntica a su madre. Pensaba que el rubio de su cabello no era bueno porque siempre vestía vestidos blancos. Había debutado en sociedad en Murcia. Y, a pesar de la fortuna de su familia y de ser la sobrina de un conde, no había recibido ni una sola oferta de matrimonio.
En la adolescencia, María se enteró de que su padre era el hijo de una prostituta. A pesar de que era algo que siempre se había mantenido en secreto, se supo por culpa del tío de María.
Don Diego se lo contó a su cuñado. Pero éste no supo mantener la boca cerrada y lo dijo una noche, en el Casino de Cartagena, tras haberse emborrachado a conciencia.
Enrique se juró así mismo que trataría de hacer feliz a María y quería pensar que había cumplido con su promesa.
Todas las noches, acudía a la habitación de su mujer y pasaban largas horas besándose y acariciándose el uno al otro.
No se casaron realmente por amor. María no quería casarse con ningún desconocido. Y Enrique, que era como un hermano para ella, fue la mejor elección.
La pasión que pudo haberles unido al principio no tardó en evaporarse. María soportaba con estoicismo cuando, ya una vez a la semana, Enrique iba a su habitación y la estrechaba entre sus brazos. La besaba con ardor. Pensaba en tener hijos. Soportaba con estoicismo las caricias de las manos de su marido en su cuerpo. Sus labios en su piel...Quería ser madre.
Por lo menos, sus padres murieron habiendo hecho realidad su mayor anhelo. Ser abuelos. Enrique y María les dieron nietos. Bueno...Les dieron dos nietas.
El matrimonio sólo tuvo dos hijas. A la mayor la llamaron Lorena. A la menor la llamaron Diana. Una de sus hijas...En concreto, su hija Diana, es la protagonista real de esta historia.
Don Diego y doña María Isabel fallecieron cuando sus nietas eran todavía muy pequeñas. María y Enrique acabaron distanciándose de su tío el conde. Estaban preocupados por Lorena. La niña era ciega. La llevaron a todos los médicos de España. Sin embargo, el diagnóstico que recibieron fue demoledor. Lorena nunca vería.
Diana se volcó por completo en el cuidado de su hermana mayor.
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