Lo prometido es deuda.
Además de terminar mi relato Amor en la isla, tengo pendiente de terminar el otro relato que estoy subiendo a este blog, Un amor soñado.
Vamos a ver lo que ocurre hoy en Calarreona, el lugar donde están viviendo Cristina y su prima Rafaela.
Es un fragmento muy cortito. Pero es bueno avanzar, aunque sea a pasos pequeños.
A sus veinticuatro años, Rafaela era ya una solterona. Al menos, eso era lo que le decía todo el mundo.
Numerosos pretendientes venían todas las tardes a visitar a Cristina y se
retiraban al salón para estar solos. Él le regalaba ramos de toda clase de
flores y le leía en voz alta poemas de amor. Cristina le escuchaba con
embeleso, al igual que también Rafaela le escuchaba con embeleso. Aquellos
pretendientes miraban a Cristina con ternura y jamás se había detenido a mirar
a Rafaela, a la que consideraban como su futura cuñada. Después de todo, era
como una hermana para Cristina.
Sin
embargo, Rafaela deseaba en su fuero interno recibir todas las atenciones que
aquellos galanes le dispensaban a su prima. Quería ser admirada. Pedía ser
cortejada.
Cristina era una criatura adorable hasta decir basta.
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