Hola a todos.
Hoy, os traigo un nuevo fragmento de mi relato Amor en la isla.
Veamos qué ocurre hoy entre Diana y Marcos.
-¿Quieres que lea algo en voz alta?-ofreció Marcos.
Diana había regresado de dar un paseo con Lorena cerca de la vieja Necrópolis.
Lorena venía entusiasmada hablando de que podía sentir los espíritus de las personas que habían sido enterradas allí. Al encontrar a Marcos en el salón de su casa, Diana sintió el impulso de salir corriendo. Sin embargo, tuvo que contenerse.
Marcos se acercó a ella y la besó con cariño en una mejilla.
Besó también a Lorena en la mejilla.
Al sentir aquel contacto, la joven esbozó una trémula sonrisa. Le cae bien, pensó Diana con cariño.
-Eres muy amable por venir a vernos-contestó Diana-Pero nuestros padres no están. Han ido a Mazarrón. Mi padre tiene que hacer unas gestiones. Y mi madre ha ido a visitar a una amiga que no ve desde hace tiempo.
Lorena le dio un ligero tirón del brazo a Diana.
-Me ha dado un beso en la mejilla-le recordó.
-Y yo, como el buen caballero que soy, he venido para haceros compañía-afirmó Marcos, risueño.
Se sintió lo bastante audaz como para besar brevemente los labios de Diana.
La joven tomó asiento en el sofá. Lorena se sentó a su lado.
Diana vio que su hermana mayor estaba muy contenta. Le gustaba saber que había alguien qué quería a Diana.
La joven le oprimió con suavidad la mano.
Debería de ser al revés, pensó Diana con tristeza. Deberías de estar recibiendo tú a tus pretendientes.
-Hace tiempo que nadie lee en esta casa La de Bringas-comentó Lorena.
Marcos fue a la biblioteca a buscar dicha novela, cuyo autor era Benito Pérez Galdós.
Regresó al cabo de un rato. Decidió empezar a leer la novela desde el principio. Pasó cerca de una hora leyéndole en voz altas a las dos hermanas.
Éstas le escucharon absortas.
Marcos no dejaba de mirar con fascinación a la bella Diana. Tan alta y tan erguida como una aristócrata, pensó.
Me quiero casar con ella, decidió. Quiero hacerme viejo a su lado. Quiero vivir siempre con ella.
-Me tengo que ir-anunció nada más cerrar la novela-Ha sido un placer visitaros.
-A Diana le gusta mucho que vengas por aquí-intervino Lorena con desparpajo.
Las dos hermanas se pusieron de pie para acompañarle hasta el recibidor.
Marcos cogió su bastón. Se puso su sombrero.
El mayordomo hizo acto de presencia. Abrió la puerta.
Marcos besó a Lorena en la mejilla. Besó también a Diana en la mejilla. Pero, en un descuido del mayordomo, besó a Diana con rapidez en los labios.
-Hasta pronto...-se despidió casi canturreando el joven.
-Adiós...-susurró Diana, perpleja.
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