domingo, 11 de enero de 2015

HISTORIAS DE LA UNIÓN

Hola a todos.
¡Vamos a ver lo que le ocurre hoy a nuestra buena amiga Sofía!

                                    El bar Balsalobre era de los bares más conocidos en toda la ciudad. Era frecuentado por todo el mundo. Se encontraba en la conocida como Calle del Pino (la Calle Andrés Cegarra). Sofía servía a los clientes el vino y los licores que le pedían. La gente hablaba mucho. Se reía mucho. Gritaba mucho. Fumaba. Fumaba mucho. Fortuna...Camel...
                                Cuando regresaba a casa, María le echaba la bronca.
-Siempre vienes apestando a tabaco-le recriminaba.
-Dile tú a los clientes que no fumen-le retaba Sofía.
-No hables tan alto que madre y padre podrían despertar.
                                 Sofía acababa mareada por el olor a tabaco. Le disgustaba aquel olor.
                                 No sabía cortar jamón. Ella se limitaba a colocarlo en el plato y a servirlo. Sé amable, se repetía así misma. Pero era, en ocasiones, muy difícil ser amable. Hacía un esfuerzo. Sus jefes estaban en el bar. No podía fallar a su familia.
                               Los clientes podían llegar a ser, en ocasiones, unos groseros. Hay que tener mano dura con ellos, le decía Paz. Y tenía razón.
                              Otras veces, le daban una buena propina. Podían ser amables. Encantadores...A su modo...
                              Sofía estaba contenta. No podía quejarse. Las propinas podían llegar a alegrarle el día.
                              En un primer momento, Sofía se compró en Novedades, la tienda de la Calle Mayor, una hucha con forma de gato. María iba a Novedades a comprar agujas para hacer ganchillo. O dedales... Sofía solía acompañarla. La chica metía el dinero que ganaba con las propinas de la hucha.
                           De haber podido, habría metido el dinero en el banco. Pero no se atrevía a pedirle permiso a su padre porque necesitaba su autorización. Le resultaba más bien ridículo. ¡Pedirle permiso a su padre sobre cómo administrar su dinero! María le decía que era lo que había que hacer.
                          De buena gana, Sofía le habría entregado todo su sueldo a su madre. Pero ésta se negó. En su opinión, el dinero que ganaba su hija le pertenecía sólo a ella.



-Cuídalo bien-le pedía.
-¿Por qué dice eso?-se extrañaba Sofía.
-Yo sé muy bien lo que me digo.
-Padre no sabe dónde escondo mi hucha.

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