martes, 13 de enero de 2015

HISTORIAS DE LA UNIÓN

Hola a todos.
Hoy, vamos hacia la década de 1980 de la mano de Sofía.

                                      Se pretendían cerrar las minas.
                                     Sofía no era muy amiga de hacerse fotos.
                                     Miraba el álbum de fotos de su familia. Casi no aparecía ninguna foto suya. No lo lamentaba. De hecho, casi agradecía el no dejar apenas testimonio fotográfico de su existencia. No estaba aportando nada al mundo.
                                  Era comprensible. Las fotos te roban el alma, piensa.
                                  Lo seguiría pensando más adelante. Le dirían que eran cuentos de vieja. Quizás, era cierto. Pero Sofía lo seguiría pensando.
                                 No era la única que pensaba así.
                                 Se estaba quedando anticuada.
                                 En 1985, Sofía había atravesado la barrera de los treinta. Y se estaba acercando peligrosamente a la barrera de los cuarenta. Alguien le diría que era vieja ya. Quizás, eso fuera cierto. No era ninguna jovencita. Pero debía de estar contenta. Sí...Estaba contenta.
                               ¿Cómo podía definir su vida? No había hecho nunca nada importante. Ir al colegio. Estar con sus padres. Trabajar.
                                Una vez, Pablo le sacó una de las pocas fotos que tenía de sí misma. En la foto, aparece Sofía apoyada contra el Seiscientos de segunda mano que Pablo se había comprado.
-¡Te habrá costado un ojo de la cara!-exclamó Sofía.
                               Pablo le dio un beso.
-He pedido un crédito para poder pagarlo-le explicó.
-¿Un crédito?-se asombró Sofía.
-Todo se paga a crédito últimamente. Estoy ganando mucho dinero. Y me gusta ahorrar.
-Vas a pasarte toda la vida pagando el Seiscientos.
-Pero es bonico. ¿No crees?
-Es de color blanco.
-¡Te gusta!
-Sí...
-Mira a la cámara y sonríe, Sofi.
                         Y eso hizo ella. Pero a Sofía le costaba mucho trabajo sonreír y le costaba más trabajo todavía mirar a la cámara de fotos.
-Relájate-le pidió Pablo-Olvida que estás posando. Sé tú misma. A mí me gustaría ser un fotógrafo profesional. Pero no puedo.
-Yo soy muy gris-replicó Sofía-Ya me conoces.
-¿Gris? ¿Tú?
-Sí...Yo...
-¡Qué vas a ser tú gris! Lo que pasa es que eres tímida y seria, como yo. Eso me gusta en una mujer. Que sea discreta. Pero...No eres nada gris. De verdad...

   
     

No hay comentarios:

Publicar un comentario