Hola a todos.
Seguimos con estos relatos de La Unión de la mano de Sofía y de sus recuerdos.
Sofía llegó a creer de verdad que Pablo estaba enamorado de ella. Creyó sentir, a su vez, que sí estaba realmente enamorada de él.
Y así era. Pablo creía estar enamorado de Sofía.
Iba a tomar el almuerzo con frecuencia a el bar Balsalobre. La jornada en las minas era muy dura. No todos iban a almorzar a algún bar. Pablo siempre era atendido por Sofía.
-Hola...-lo saludaba ella.
En una mano, Sofía llevaba su bloc de notas. En la otra mano, la joven llevaba un lápiz. Paz les miraba desde la barra con interés.
-¿Qué vas a tomar?-le preguntaba Sofía a Pablo.
-Ponme una pinta de cerveza-respondía el joven-Y tráeme unos pinchos de tortilla de patatas. Estoy molido. No tengo ni hambre.
-Tienes que comer. ¿Quieres algo más?
Pablo negaba con la cabeza. Sofía se iba. Pero volvía al cabo de unr ato.
-Aquí tienes-le decía.
Llevaba una bandeja en la mano. Con la mano que tenía libre, Sofía colocaba delante Pablo la pinta de cerveza que había pedido. Luego, colocaba delante del joven un plato que contenía pinchos de tortilla de patata.
Pablo cogió uno de aquellos pinchos. Le dio un mordisco.
-Gracias...-le decía a Sofía.
Aún tenía la boca llena.
Eran conscientes de que Pablo se sentía incómodo cuando Sofía le servía como camarera que trabajaba en el bar. Una mujer trabajando no era algo bien visto. Pablo pensaba que todo cambiaría una vez casados.
Sofía se centraría en el cuidado de la casa.
Su matrimonio con Pablo acabó en fracaso.
Se casó con él porque pensó en aquel momento que lo amaba. Sin embargo, días antes de la boda, la confesó a María que tenía muchas dudas al respecto. Se casó con Pablo porque María se lo sugirió. Le aseguró que sólo él podía hacerla feliz.
Fracasó en el amor.
¿Y qué?
¿Acaso eso importaba?
Pablo era como todos los hombres. Sofía lo sabía. Por lo menos...No tuvieron hijos.
En el fondo, a Pablo no le gustaba que trabajase. Le decía que una mujer debía de estar centrada en el hogar. No se alegró cuando terminó la carrera de Periodismo. Ni se alegró cuando consiguió un trabajo.
El amor se esfumó. O, a lo mejor, no se esfumó. No estaban enamorados.
Fueron de las primeras parejas que se divorciaron en la Región de Murcia una vez que se aprobó la Ley de Divorcio.
Sofía no echaba de menos a Pablo. Sin embargo, él la llamaba con frecuencia.
Decía que aún la quería.
Que podían volver a intentarlo. Sofía no sabía qué hacer.
-No quieres que trabaje-le recordó la última vez que la llamó por teléfono-Y me gusta mi trabajo. No puedo renunciar a él.
-Estás obsesionada con tu trabajo-le reprochó Pablo.
-He estudiado mucho. He logrado lo que quería. Me gusta ser periodista. Lástima que tú no compartas mi alegría.
-Sofi, por favor.
-Estoy en la redacción. No puedo hablar.
¡Se atrevía a llamarla a la redacción!
Por todo ello, no se arrepintió de haberse divorciado de él. Hizo lo correcto. Lo sabía.
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