viernes, 23 de enero de 2015

UN AMOR SOÑADO

Hola a todos.
Retomo mi relato Un amor soñado. 
Mi intención es subirlo durante los próximos días. Lo bueno es que está terminado. Lo malo es que no quiero dejarlo por la mitad.
¡Vamos a ver qué ocurre entre Ángel y Cristina!

-Cris, te noto en Babia-observó la prima de Cristina, Rafaela-¿Se puede saber qué te pasa?
                           El tío de Cristina, hermano de su madre, llevaba algún tiempo viviendo con ellos.
                           El padre de Rafaela estaba en la ruina.
                           En ocasiones, Rafaela se sentía confundida. Quería mucho a su padre, pero no le perdonaba su mala cabeza. Por culpa de sus negocios ruinosos, habían terminado dependiendo de la caridad de sus tíos. Sin embargo, no podía odiar a su prima Cristina. Era como una hermana menor para ella. Las dos estaban dando un paseo por la orilla de la playa. De algún modo, Rafaela se olvidaba de los problemas económicos de su padre.
                       Y Cristina trataba de olvidar a Ángel. Él iba a visitarla con frecuencia.
                       ¿Acaso podía estar surgiendo una historia de amor entre ambos? Lo último que pretendía Cristina era enamorarse.
                        ¿Y si eso era lo que estaba ocurriendo? Rafaela nunca antes había estado enamorada. No podía entenderla.
-Viene a visitarme un joven caballero con frecuencia-contestó Cristina.
-El que te socorrió cuando te caíste y te torciste el tobillo-recordó Rafaela-Si te sirve de consuelo, ya no cojeas. Si te invita a pasear, podrás aceptar.
-Estoy empezando a sentir algo muy intenso por él.
-¿Te has enamorado?
-No lo sé.

                            Una esquela llegó a casa. Estaba dirigida a Cristina. Ángel había sido el que se la había escrito.
-¿Quién te ha escrito?-le preguntó doña Clotilde, su madre.
-No es nadie-respondió Cristina.
                          Toda la familia se encontraba en el salón.
                          Rafaela y Cristina intercambiaron una mirada cargada de significado. La mano de Cristina tembló. Ángel le había escrito aquella esquela. Quería verla.
                          Sin embargo, no era ningún secreto que su madre estaba buscándole marido. La idea de doña Clotilde era casar a su hija con algún hijo de algún socio en los exitosos negocios que había llevado a cabo su difunto esposo, el padre de Cristina. Ya se había fijado en un candidato.
                        Cristina subió a su habitación. Rafaela la siguió.
                        Se sentaron en la cama de Cristina. La joven parecía que iba a ponerse a hiperventilar de un momento a otro.
-Espero que no quiera verte a solas-aseveró Rafaela.
-Le gustaría verme a solas-confirmó Cristina.
-¡Por el amor de Dios! ¡Eso no me parece muy decente! Un hombre que quiere verse a solas con una mujer sólo busca una cosa de esa mujer. Llevarla a la ruina.
-Empiezas a hablar como madre.
                          Cristina conocía ya bien a Ángel. Sabía que él no intentaría hacerle nada. Pero era evidente que su prima no pensaba lo mismo.
-Ahora mismo le escribes una respuesta-decidió Rafaela-Le dices que lo agradeces. Pero que no puedes verte a solas con él porque no es decente.

                              Durante los días que siguieron, Ángel no acudió a visitar a Cristina.
                              Estuvo lloviendo durante esos días.
                              Las olas parecían elevarse por encima de la isla. Doña Clotilde se pasaba todo el rato rezando. Decía que la Virgen de La Caridad les protegería. Llovía con mucha fuerza. Hacía mucho viento.
-Podemos morir en cualquier momento-se asustó.
                            Su hermano Ramón, padre de Rafaela, intentaba calmarla.

                            Las lluvias cesaron.
                           Pasó una semana. Y esta vez era Cristina quién evitaba a Ángel.
                            Recibió, al término de aquella semana, otra esquela. Éste insistía en verla.
                           Le prometía que no quería hacerle nada. Tan sólo quería hablar con ella. Tenía muchas cosas que decirle. Y le intimidaba la presencia de su doncella.
-Cris, por favor, no le veas-le rogaba Rafaela, alarmada.
                             Sabía que su prima tenía razón. Acudir sola a una cita con un joven era algo arriesgado. La virtud de Cristina podía quedar en entredicho. Sólo Dios sabía lo que podía pasar entre ellos. Sin embargo, echaba de menos a Ángel.
                            ¿Desde cuándo necesitaba verle? Parecía que le conocía desde siempre. Cuando la socorrió, tuvo la sensación de que estaba ante un caballero sacado de una de las novelas sentimentales que tanto Rafaela como ella leían.
                            No pasaba nada por encontrarse con aquel joven caballero a solas.
                            Se retiró temprano a su habitación aquella noche.
                            Decidió escribir una contestación. La carta que le envió a Ángel por mediación de una criada apenas tenía unas pocas líneas. Le decía que accedía a verle a solas. Él fijaría la fecha, la hora y el lugar de encuentro. Le pagó a la doncella que envió la carta al día siguiente 50 reales por su silencio.
                             La respuesta de Ángel le llegó al día siguiente de enviarle la esquela. Se verían a la tarde siguiente. Cristina intentó no pensar que estaba poniendo en peligro su reputación. Ángel se comportaría con ella como todo un caballero.
                             No le contó nada a Rafaela. Su prima habría quedado escandalizada al saberlo.



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