Hola a todos.
Y aquí os traigo un nuevo fragmento de mis historias sobre La Unión.
Vamos a ver cómo se desarrolla el trabajo de Sofía entre fogones.
En el año 1965, Sofía tenía la sensación de que el mundo estaba cambiando.
El bar siempre estaba lleno de gente. Eso significaba buenas propinas.
Se trabajaba mucho. Paz siempre se estaba quejando.
Pero nunca se quejaba por los jefes, que eran personas muy agradables. Se quejaba por las horas que solía pasar de pie. Se quejaba cuando entraba algún guiri en el local, lo cual no ocurría siempre.
A veces, al ver el bar lleno de gente, Sofía se alegraba de vivir en La Unión.
Sofía quiso ayudar a su familia. Su padre trabajaba en la mina La Brunita. Todas las mañanas, se iba a trabajar antes de la salida del Sol.
En aquel momento, Sofía tenía diecisiete años. Su familia vivía en una casa modesta. En la barriada de Santa Bárbara...Su madre y su hermana María se dedicaban a las labores del hogar. Sofía, cuando no estaba trabajando, las ayudaba en la casa. El bar Balsalobre estaba buscando una camarera. Sofía decidió que era su oportunidad. Sus padres no lo acabaron de entender. Su padre se enfadó con ella. Su hermana María no lo entendió.
De algún modo, su madre fue la única que pareció entender las razones de Sofía.
Servía tapas a los clientes. En un primer momento, a María no le hizo ninguna gracia ver a su hermana menor preparando ensaladillas rusas. En más de una ocasión, Sofía se quemó al preparar calamares a la romana con tomate. La madre de la joven se presentaba en el bar. Aplicaba pomada en las quemaduras de Sofía.
-Estoy bien, madre-insistía la joven-Ya no me duele.
-¿Por qué sigues trabajando aquí?-le preguntaba su madre-No me gusta este sitio.
-Tengo que ganar dinero. Y no es ningún café cantante. Es un local decente. Y el dueño es un buen hombre.
-Deberías de dejar este trabajo.
-Madre...No sabe lo que dice. Gracias por la cura...Tengo que volver al tajo. No quiero que me despidan. Váyase a casa. Y no se preocupe por mí. No dejaré que ningún borracho me meta mano. Sé estar en mi lugar. No soy ninguna fresca. Ni la Paz ni yo somos unas frescas. No haga caso de lo que diga la gente.
-Cariño, deja este trabajo. Este sitio no me gusta. Lleno de hombres...De mineros...De vecinos...De hombres extranjero...Te miran. ¿Te has dado cuenta?
Sofía lanzó un bufido. No era ciega. Sabía cómo la miraban los hombres.
Era algo que también inquietaba a Pablo. Era un chico moderno, según él. Incluso, estaba tocando la batería en un conjunto pop.
Pero tenía la mente algo atrasada. Las minifaldas estaban bien cuando las lucían otras chicas.
Pero Sofía no podía lucir minifalda. Eso no era de ser una chica decente.
Sofía quería a Pablo.
Se había dado cuenta de que le quería. Era su novio. Pensaba en casarse con él. Pero su manera de pensar la sacaba de quicio.
Y mucho...
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