viernes, 9 de enero de 2015

HISTORIAS DE LA UNIÓN

Hola a todos.
Seguimos con esta serie de relatos que tienen el mismo hilo conductor: una joven unionense llamada Sofía.
¡Veamos lo que le ocurre hoy!

                                Se aprendió de memoria los precios.
                               Sofía servía brandy y aguardiente a los clientes. Algunas mujeres bebían aguardiente.
                               Los hombres pedían vino. Bebían mucho. Acababan borrachos. Peores eran los cafés cantantes. Ya quedaban pocos cafés cantantes. Cada vez menos...A veces, Sofía bebía brandy a escondidas. Pero estaba mal visto. Una mujer no podía beber.
                             Sofía se envaró. Los borrachos la asustaban. Sobre todo, los borrachos extranjeros. Tenían las manos muy largas.
                             Sofía era muy tímida.
                             Y lo seguía siendo.
                             En el bar Balsalobre, Sofía ganó bastante dinero. Que era lo que deseaba.
                             Y aprendió a defenderse.
                             Ayudaba en la cocina. Ya sabía cocinar. Su madre la enseñó. Sofía trabajaba mucho. Al igual que su madre. Sofía...Nunca se quejaba. Nunca...Era lo que se esperaba de ella. Trabajo duro...Y no quejarse nunca.
                              Servía el pollo asado. Los olores en la cocina tenían algo especial. Se mezclaban en su nariz. Eran olores muy fuertes. Olores muy picantes...
                               Las perdices asadas...Las botellas de vino...El vermut de los domingos...Y sonreía. El cliente siempre tiene razón, pensaba Sofía. Bueno...El cliente no siempre tiene razón.
                               Los turistas la intimidaban.
                               Antes de irse a trabajar, mientras Sofía se lavaba, María le preparaba el bocadillo.
-¿De qué quieres el bocadillo?-le preguntaba María.
-De chorizo...-respondía Sofía.
                            Bebía mucho café.
                            Sofía no se metía todos los días en la cocina a ayudar a preparar la cocina. Lo hacía cuando el bar estaba a rebosar de gente.
-Han venido muy pocos hombres-le comentaba Paz cuando salía de la cocina-Pero no te preocupes.
-¿Por qué no he de preocuparme?-quería saber Sofía.
-Son mineros. ¡Oh, lo olvidaba! Te dan también miedo nuestros vecinos. Te asustas por to.
-¡No! ¡No es cierto!
-Debes de ser más abierta. Es lo que quieren los clientes. ¡Sal y atiéndeles!
                          Sofía pensaba que los turistas se atiborraban a alcohol. Vino...Cerveza...
                         Nunca fallaban. Acababan todos borrachos.



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