Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi relato Un amor soñado.
¡Vamos a ver lo que pasa!
Una vez, desde la ventana de su habitación, Cristina vio un delfín. Rafaela estaba con ella.
Decía que se le hacía raro ver delfines en aquel lugar. Cristina había oído que los delfines eran animales inteligentes.
Quizás, eso era falso. Sólo le vio aparecer y desaparecer de un formidable salto. Surgió ante sus ojos elevándose al cielo. Y, luego, desapareció bajo el fondo del mar. Los pescadores decían que solían verlos mientras faenaban. Quizás, eso era cierto.
-¡Ha sido impresionante!-exclamó Rafaela.
-Es un animal curioso-comentó Cristina.
Rafaela era oriunda de Calarreona. Hasta que su padre se quedó en la ruina, estuvo viviendo en una casita situada muy cerca de la playa.
No era lo mismo vivir con su tía Clotilde. A veces, tenía la sensación de ser una intrusa en aquella casa. La culpa no era de Cristina. Su prima se desvivía en hacerla sentir cómoda en aquel sitio.
-Has vuelto a equivocarte-observó don Ramón, dirigiéndose a su sobrina.
-No es común en ti equivocarte cuando tocas el arpa-comentó doña Clotilde-Estás distraída.
Cristina quiso interpretar una pieza con su arpa después de cenar. Sin embargo, le estaba costando mucho trabajo centrarse.
Había logrado escaquearse aquella tarde de su casa para ir a encontrarse con Ángel. Su corazón latía a gran velocidad mientras caminaba hacia el lugar donde se iban a ver. El viejo lavadero de esparto...Ángel ya estaba allí cuando Cristina llegó.
-Sabía que vendrías-afirmó Ángel cuando la joven se acercó a él.
No parecía estar seguro de lo que decía. Las dudas también le habían invadido mientras se dirigía al viejo lavadero de esparto. Sabía que lo que estaba haciendo no estaba bien.
-¿Por qué querías verme a solas?-le preguntó Cristina.
-No sé cómo empezar-respondió Ángel-Pero sí sé que jamás te haría daño.
Se estaban tuteando. ¡Tuteando!
Cristina se puso roja como la grana.
-No puedo quedarme aquí mucho tiempo-afirmó la chica.
-Me gustas mucho-se sinceró Ángel-Es algo más fuerte que eso.
Cristina se sintió nuevamente como la protagonista de una de las novelas sentimentales que Rafaela y ella solían leer. Le latía muy deprisa el corazón. Ángel era todo un caballero. Pero ella apenas le conocía.
-No sé qué decir-admitió Cristina.
-De momento, no digas nada-le pidió Ángel.
El joven se acercó a Cristina, quien empezó a temblar de manera violenta. Sus labios se posaron sobre los labios de la joven uniéndose en un beso cargado de intensidad.
Cristina no pudo conciliar el sueño aquella noche. No paraba de recordar lo ocurrido entre Ángel y ella en aquel viejo lavadero de esparto. Puede que se esté enamorando de mí, pensó con cierto regocijo.
Sin embargo, casi no le conocía. Poco sabía lo que él quería realmente de ella. Permaneció acostada en su cama mirando el techo.
Hasta Rafaela había advertido que su prima estaba rara. Sin embargo, no quiso preguntarle qué le ocurría.
Más adelante...
Serían amantes.
Cristina había oído lo que era la unión entre un hombre y una mujer.
Su madre se lo explicó a ella y a Rafaela una tarde.
Su prima quedó tan asustada al imaginar el dolor y la sangre que decidió que nunca se casaría. En cambio, Cristina sentía cierta curiosidad.
Por ese motivo, cuando acudía a encontrarse con Ángel en la playa, se dejaba llevar por lo que sentía por él.
Se entregaba a las caricias que le brindaba sin reservas. Le devolvía todos los besos que le daba. Y se sentía contenta cuando estaba abrazada por él.
¿Amor? ¿Lo amaba realmente?
No hay comentarios:
Publicar un comentario