domingo, 25 de enero de 2015

UN AMOR SOÑADO

Hola a todos.
Seguimos siendo testigos de la historia de amor entre Cristina y Ángel.
¡Vamos a ver lo que pasa!

                               Los días pasaron de manera tranquila. Cristina prefería mantener en secreto su romance con Ángel. Tenía la sensación de estar viviendo su propia novela sentimental. En el salón de su casa, Cristina estaba sentada en el alfeizar del ventanal. Contemplaba cómo la lluvia golpeaba los cristales del ventanal. No podía salir de casa aquel día.
                               Oía la conversación que su madre, su tío y su prima Rafaela estaban manteniendo.
                               Ángel le había vuelto a escribir una carta. La había recibido aquella misma mañana. Era una carta cargada de sentimiento. Donde le hablaba de manera abierta de lo que sentía por ella.
-¡Niña!-la llamó su tío Ramón.
-¿Qué haces ahí?-le preguntó doña Clotilde.
-Estaba viendo cómo cae la lluvia-respondió Cristina.
-¡Vente aquí con nosotros!-la animó Rafaela.

                                 Ángel y Cristina se encontraron al día siguiente. Se vieron en el viejo lavadero de esparto. Era un atardecer. Las barcas de los pescadores regresaban ya a la isla y a la playa de Águilas. Las mujeres que estaban en la playa cosiendo redes se pusieron de pie para recibir a los hombres. Cristina sentía cómo su corazón latía a gran velocidad dentro de su pecho. Le parecía que todo lo que estaba viviendo no era real.
-Sigo pensando que esto es una locura-admitió Cristina-No me puedo creer lo que estoy haciendo. En mi casa, nadie sabe nada. Rafaela es mi prima y todavía no lo sabe. No creo que nadie lo entienda. ¿Qué está pasando?
                             Ángel la besó con ternura.
-La vida está hecha para vivir intensamente-le aseguró-Para hacer locuras. ¿No te gusta hacer locuras?
-Nunca he hecho locuras-contestó Cristina-Soy una dama.
-¿Piensas que no soy un caballero?
                           Cayeron sobre la arena mientras se besaban de manera ardiente. Las caricias que se prodigaron hablaron por ellos. Unieron sus cuerpos formando un solo ser.
                            Los abrazos que se dieron. Los besos que se prodigaron. El sabor de la piel del uno en los labios del otro.
                             Tenía que ser amor.



                              Cristina fue la primera que se puso de pie y empezó a vestirse.
-Tengo miedo de sufrir las consecuencias de lo que hacemos-se sinceró la joven-Miedo de que tú estés jugando conmigo.

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